El modelo capitalista en su fase más desregulada y extrema, que ha permitido niveles de saqueo y apropiación como el que mencionamos, está en sus últimas vueltas de rosca. Ninguna propuesta desde las elites es hoy confiable y viable. Las únicas opciones hay que hallarlas en la base de la pirámide.El Ciudadano
Cuando hablamos de crisis de representación política hablamos sin duda de una crisis institucional que abarca otros profundos ámbitos de la vida pública y privada. Porque lo que enfrenta el país en estos momentos es una tensión extrema de las contradicciones generadas por una estructura institucional instalada a la fuerza hace 43 años. Se trata de tensiones propias creadas por la imposición de un modelo político y económico sellado en una constitución espuria que ha llevado a un cisma de proporciones entre las elites y la ciudadanía.
La refundación neoliberal del país por la dictadura cívico militar le otorgó un poder ubicuo a las clásicas oligarquías que habían controlado esta república desde sus orígenes, como los Edwards o Matte, proceso que también abrió espacios para el crecimiento ilimitado de otros inversionistas y especuladores, desde los Solari, Angelini, Luksic o Paulmann. Nuevas normas para el libre acceso y movimiento del capital que en pocos años ha cambiado la faz del país. No como a los oficiantes neoliberales les gusta decir con indisimulada soberbia, sino a la vista de las comunidades, organizaciones sociales, trabajadores y pobladores. El Chile bajo la lógica del mercado no lo constituyen las estadísticas macroeconómicas ni los barrios de negocios y condominios ni el PIB per cápita más alto de Latinoamérica, sino sus contradicciones insondables, manifestadas en una concentración impúdica de la riqueza y unos niveles de desigualdad insostenibles. La suntuosidad y concentración del capital en la cúspide de la pirámide se expresa en su base en una crisis social en pleno desarrollo y cuyos efectos son todavía impredecibles.