La falsa ilusión de la globalización tal y como la concibió hace veinte años gente muy insensata es insostenibleJames K. Galbraith, CTXT
En su libro más reciente, Kari Polanyi Levitt señala que la palabra “globalización” no aparece en los diccionarios de lengua inglesa Oxford Shorter English anteriores a 1994 ni en los programas correctores ortográficos de la época. Surgió de la nada en ese momento por una razón: para arrojar cierta luz de benigna inevitabilidad sobre el proyecto de hegemonía occidental que se ofrecía como futuro tras la disolución de la URSS.
Hoy, mientras escribo en el 200 aniversario del nacimiento de Karl Marx, este proyecto no ha estado a la altura, y quizá se tambalee y esté a punto de sufrir su propia disolución. Hay tres motivos principales: uno es China; el segundo es Rusia; y el tercero, y más importante, es la mala gestión financiera de Estados Unidos y Europa.
La gran idea de la década de 1990 era que un orden mundial liberal, abierto y unificado, dominado por los bancos, podría llevar democracia y prosperidad al Este. Esta idea, ciertamente, se había puesto a prueba en el hemisferio sur desde comienzos de la década de 1980 y la experiencia se denominó la “Década Perdida”. Sin embargo, en el Este era novedoso –además de ser, hasta cierto punto, algo en lo que se confiaba fielmente en los vertiginosos momentos en que se producía la desaparición de un socialismo mediocre en Europa.