Anita Botwin, ctxt
Hace unos días nos sorprendía la noticia en la que Ana Patricia Botín se consideraba feminista. Hace diez años no, pero ahora ya sí es feminista y defiende la discriminación positiva “en un mundo egoísta gobernado por hombres”.
Podríamos alegrarnos de que Ana Botín se autodenomine feminista. Podríamos decir que si lo dice alguien de alta alcurnia y buenas marcas es que vamos ganando. Pero permítanme que lo cuestione o lo dude al menos. Mi primera opinión es pensar que algo estamos haciendo bien cuando alguien que representa a un banco de ese nivel se considera feminista, aunque hace diez años, cuando éramos una panda de locas e histéricas, ella pensaba otra cosa. Cuando alguien como Botín, Ana Rosa y la princesa Meghan Markle –recién casada con el príncipe azul– se dicen feministas y hasta hacen huelga en el caso de A.R. una piensa que vamos ganando. Pero si lo piensas dos veces, y no se quedan con las primeras impresiones, lo cierto es que nada o poco ha cambiado.
No nos engañemos, existe una especie de feminismo de moda, de masas, de conseguir la igualdad en puestos de dirección o de poder desnudarse si a una le da la gana o ser prostituta si una lo desea porque “somos libres” de hacerlo a cambio de dinero; pero existe otro feminismo de fondo, el que hace diez años no quería nadie y que a día de hoy no es el mayoritario ni mucho menos, que es el feminismo radical, el que ahonda en el problema y se plantea debates mucho más profundos y complejos. El feminismo debe ser opuesto al capitalismo, porque es precisamente el capitalismo el que no nos permite lograr la igualdad y el que feminiza la pobreza. Nosotras somos las más precarizadas dentro de este sistema, y la crisis-estafa que lideraron los bancos como el de Botín nos empobreció aún más.
La mujeres necesitan que las ayudemos, dice Ana Patricia. Las mujeres no necesitamos ayudas ni migajas ni que nos enseñe a pescar Albert Rivera, sino derechos, igualdad, que se nos trate de la misma manera por el hecho de nacer persona y no mujer. Y si no es pedir demasiado, que no se nos desahucie y se nos deje en la puta calle.
Ser feminista es mucho más que conquistar puestos de poder, que es lo que propone Ana Patricia. Eso es entrar en la lógica patriarcal-capitalista que conlleva la competitividad. El feminismo plantea precisamente lo contrario. Poner la vida en el centro, hacer política y estar en las empresas y organizaciones de otra manera.
Yo le diría a Ana Patricia que, si se considera feminista y realmente lo es, paralice todos los desahucios en los que haya mujeres que se van a quedar en la calle. Porque si es feminista sabrá que la crisis, esa en la que tienen gran responsabilidad los bancos como el suyo, ha empobrecido a la mujer y nos ha dejado en la última fila. Hace ya casi diez años de estas declaraciones de Naciones Unidas, cuando Ana Botín no se consideraba feminista: “las crisis financieras y económicas” tienen “efectos particulares sobre las cuestiones de género y constituían una carga desproporcionada para las mujeres, en particular las mujeres pobres, migrantes y pertenecientes a minorías”.
Es precisamente el capitalismo y las herramientas de las que se vale, las que propician la desigualdad y el machismo.
Ser feminista es mucho más que decir que lo eres. Ser feminista es mucho más que camisetas de Gucci en las que aparecen consignas feministas. Ser feminista es mucho más que un eslogan que puedan apropiarse políticos y banqueros porque ahora es el discurso ganador. Ser feminista es, como decía Inés Arrimadas –que no apoya al feminismo– una ideología, en la que también hay o debería haber un discurso de clases.
La pregunta que me hago es: ¿las feministas queremos formar parte de un poder corrupto?, ¿de instituciones y órganos que oprimen y fomentan la pobreza y la desigualdad? Se me ocurre que quizá sea mejor emprender un camino propio de contrapoder lejos de las instituciones actuales. A lo mejor es momento de inventar una nueva manera de hacer feminismo y serlo lejos de los discursos de las Thatcher y las Botines. No sé es más feminista por ocupar espacios de poder que repiten la lógica capitalista y competitiva que nos esclaviza al mismo tiempo.
Aplaudo que Ana Botín se autodefina como feminista. En general, aplaudo que cualquiera se autodenomine feminista, porque lo contrario es una aberración y más siendo mujer. Aplaudiría mucho más si predicara con el ejemplo porque obras son amores y no buenas razones. Está en sus manos, ahora que es feminista, doña Ana Patricia Botín.
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