martes, 27 de octubre de 2015

Blair, Bush y Occidente no ven a la gente en Medio Oriente

Robert Fisk, La Jornada

Tony Blair vuelve a las andadas. Se disculpa, pero no por la guerra, sino sólo por la inteligencia. Existen elementos de verdad –lo que eso quiera decir– en la visión de que la aventura que él y George W. Bush emprendieron en Irak en 2003 fue la causa probable del ascenso del Isis. Existen algunos, supongo, que tal vez digan también que este hombre malvado comenzó una guerra regional que ha oscurecido por completo la tragedia de los palestinos, quienes siguen soportando la más prolongada ocupación militar de la historia moderna, ocupación que Blair no hizo nada por terminar después de ser escandalosamente enviado en misión de paz a Jerusalén. Tal vez estaría de acuerdo en que existen elementos de verdad en esa insinuación, pero lo dudo.

Me ha enfurecido que Blair no tuviera el valor de asumir su responsabilidad en la catástrofe. Sin duda la sombra oscura del Informe Chilcot produjo su minúscula disculpa, aunque bien puede ser que Chilcot esconda la verdad y por tanto sólo arroje luz sobre el hombre. Lo que a mí me pareció tan indignante en su entrevista con CNN fue la presunción de que Medio Oriente es un lugar de inestabilidad inherente.

Me viene esto a la mente por un artículo del palestino Rami Khouri en el que comenta un texto de Henry Kissinger. Khouri apunta que la visión de Medio Oriente de Kissinger “parece no tener en cuenta –o sencillamente no ver– al casi medio millón de hombres y mujeres, musulmanes en su mayoría, que viven (allí) y dan forma a sus sociedades y estados… Todas esas personas buscan lo mismo que es de suponer que Kissinger busca para los estadunidenses: una sociedad estable y decente, donde los ciudadanos puedan vivir en paz”.

Khouri reconoce los actores no estatales y los nacionalismos etnosectarios que han surgido. Yo lo expresaría con lenguaje más directo, pero él menciona con razón la tendencia estadunidense a ver Medio Oriente en términos de grupos religiosos o étnicos (chiítas, sunitas, maronitas) que libran guerras existenciales en una tierra de nadie urbana definida por bandas armadas.

Yo diría que así es como Blair ve a Medio Oriente. Ve territorio, pero no ve pobladores. El solo hecho de que haya podido sacar a rastras el cadáver de Saddam Hussein muestra cuál es el problema. Cierto, Saddam utilizó gas contra su propio pueblo. Pero en ese tiempo George Bush padre le brindaba asesoría militar en su guerra contra Irán. Y cuando montamos nuestra aventura en 2003, la mayoría de quienes perecieron después no eran saddamitas ni antisaddamitas, sino cientos de miles (como CNN apunta tímidamente) de civiles inocentes. Al definir a esas personas como sunitas, chiítas o maronitas, las rebajamos, las metemos a fuerza en una caja con etiquetas… y a menudo en un ataúd.

De nada sirve pasar por alto, como expresa Khouri, cómo las políticas de Estados Unidos y otras potencias extranjeras contribuyeron a los problemas que destrozaron la calma superficial que, excepto las guerras árabe-israelíes, definió a la región durante años después de la Segunda Guerra Mundial. Pero no vemos gente, vemos políticas… y por eso Blair escogió la guerra. Eso eran las guerras para Kissinger: por eso hizo la paz entre Irán e Irak hace tantos años, y sacrificó a los kurdos.

Eso es lo que los estadunidenses hicieron al bombardear Irak una y otra vez entre 1991 y 2003, mucho después de haber liberado a Kuwait de las garras de Saddam Hussein. Y eso es lo que hicimos cuando invadimos Irak en 2003. Y sigue todavía. ¿Entonces, el Isis comenzó en Irak o en Siria?

Sospecho que lo que omitimos es asumir la responsabilidad de nuestros actos. No planeamos, porque no tenemos planes a largo plazo. Churchill comenzó a planear en 1941 la ocupación británica de una Alemania conquistada, incluso antes de que los nazis invadieran la Unión Soviética. Pero cuando los primeros tanques estadunidenses cruzaron el río Tigris en 2003, ni Blair ni Bush habían pensado en lo que seguiría: estaban demasiado ocupados con informes de inteligencia que contenían elementos de verdad.

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