Una de las mayores consecuencias del enorme dominio que las fuerzas conservadoras, herederas de aquellas que realizaron el golpe militar en el año 1936 en contra de un gobierno democráticamente elegido, y que más tarde controlaron el Estado dictatorial, fue el forzado silencio y olvido que se impuso a la población sobre los hechos que habían ocurrido durante la II República, lo cual facilitó todo tipo de tergiversaciones y manipulaciones a fin de servir a los intereses de los partidos gobernantes a lo largo del territorio español.
Un caso reciente es la presentación de la figura de Lluís Companys, President de la Generalitat de Catalunya, que lo fue durante el periodo republicano del 1934 al 1939, y más tarde en el exilio hasta que fue capturado por la Gestapo y trasladado a Catalunya, siendo fusilado el día 15 de octubre del año 1940. La dictadura, que tipificó la visión extrema del Estado jacobino uninacional, presentó al President Companys como el máximo exponente del secesionismo y del independentismo catalán, considerándolo como uno de los mayores enemigos de España. Esta visión es también compartida por gran parte de movimientos independentistas que últimamente, y a raíz del 75 aniversario de su asesinato, han intentado reivindicar tal figura como un líder histórico de tal movimiento independentista. En esta campaña ha jugado un papel central el gobierno independentista catalán, dirigido por el President Artur Mas de la Generalitat de Catalunya. Este proyecto de apropiación de la figura de Lluís Companys por parte de los nacionalistas conservadores catalanes, hoy independentistas, no deja de ser paradójico, pues el President Companys nunca fue muy popular entre tales derechas, debido a que, sin lugar a dudas, fue el President de la Generalitat más de izquierdas que haya existido, debido, en parte, al contexto cuasi revolucionario en el que vivió.
En tal apropiación, se redefine al Presidente Companys como un dirigente secesionista, lo que – en realidad – nunca fue. Ello no ha sido obstáculo, sin embargo, para que así le presentaran en una película exhibida en la televisión pública catalana, TV3, claramente instrumentalizada por el partido gobernante de la Generalitat, del cual es Presidente en funciones ahora el Sr. Artur Mas. En esta película, que se centró en los últimos días de su vida antes de su fusilamiento en el castillo de Montjuïc por parte del Ejército español sublevado frente al Estado republicano, se presentó la mal llamada Guerra Civil Española como una guerra entre Catalunya y España. Hay un momento álgido en la película en la que se sintetiza el mensaje que quiere transmitirse. Me refiero al instante en el que el General Luis Orgaz del Ejército golpista y el President Companys están el uno frente al otro y el general resume la conversación que han estado teniendo en la celda del Presidente, concluyendo que la gran diferencia entre el President Companys y él, un general del Ejército, era “que usted, President Sr. Companys, ama a Catalunya y yo, un general del Ejército español, amo a España”. Ahí está, según la película, la raíz de aquel conflicto basado en dos amores, uno a Catalunya y otro a España. Esta visión es precisamente la dominante en la actualidad en el movimiento independentista, que hoy controla gran parte de los medios de información públicos en Catalunya.
La manipulación de la historia por los dos bandos
Tal versión, claramente manipulada de la historia catalana es profundamente errónea, y es fácil de demostrar que no se corresponde con lo que acaeció en aquel conflicto. En realidad, el Ejército golpista al que el general (que supuestamente amaba a España) representaba fue el que persiguió y causó la muerte de más españoles que haya ocurrido en la historia de España. En realidad, aquel General y el Ejército al que representaba, era el Ejército que se impuso a la mayoría de la población española (de la cual la mayoría no era catalana) con la ayuda del gobierno nazi alemán liderado por Adolf Hitler, y del gobierno fascista italiano presidido por Benito Mussolini. El hecho de que el golpe militar no fuera rápidamente exitoso y resuelto en un par de meses, se debió precisamente a la enorme resistencia que encontró en las clases populares de todos los pueblos y naciones de España. Como bien dijo el Embajador de EEUU, lo que ocurría era una lucha del Ejército contra la gran mayoría de la población (véanse los archivos del departamento de Estado sobre la Guerra Civil española). El general de la película era, pues, general del Ejército, que era el enemigo nº 1 de España, la España real que estaba reflejada en la España republicana.El hecho de que los dirigentes de tal ejército se presentaran en la película como los defensores de España no se ajusta a la realidad histórica. La película transmitió un mensaje falso, aceptando la definición que el general golpista dio de sí mismo sin ningún tipo de crítica, crítica que debería haberse hecho, pues era obvio que tal general no amaba la España real, popular, sino la borbónica, monárquica, que reproducía los intereses de las minorías que siempre habían gobernado España en contra de las mayorías. Presentarlo como un conflicto entre los que amaban Catalunya y los que amaban España es una ofensa enorme a todos los que murieron y fueron perseguidos defendiendo la República Española, muchos de ellos catalanes republicanos y que con su comportamiento, cuando había gobernado la República (llevando a cabo las necesarias reformas para mejorar la calidad de vida de las clases populares) mostraron que eran ellos los auténticos defensores de España y de sus distintos pueblos y naciones.
La España que Companys amaba
Pero aquella manipulación también se presentó cuando se describió al Presidente Companys como la contrapartida al General, con la única diferencia de que él amaba Catalunya, mientras que el General amaba a España. La realidad es que Companys amaba a España (a la España popular, a la España republicana). Y lo que también se ha ocultado es que las clases populares de los distintos pueblos y naciones de España también amaban a Companys, considerándolo también un héroe suyo, hecho totalmente encubierto en aquella película que quería crear un distanciamiento de la Catalunya actual con la España existente.Varios autores de sensibilidad independentista han olvidado hechos tan importantes como que Companys no era, como he dicho antes, secesionista y que nunca apoyó la secesión de Catalunya de España. En realidad, en un momento de la Guerra Civil en que parecía que las tropas golpistas iban a tomar Madrid (el Madrid asediado por las tropas fascistas, y al que Companys se había dirigido con aquella exclamación “Madrileños, ¡Catalunya os ama!”), y en la situación en que Companys estaba sometido a la presión de varias fuerzas independentistas que le aconsejaban que se aprovechara de aquel momento de debilidad del Estado español para declarar la independencia de Catalunya, Companys se opuso a ello, ofreciendo, en cambio, el territorio catalán en general, y Barcelona en particular, como sede del gobierno español en el caso de que Madrid cayera en manos de los golpistas, siendo la segunda vez que ello ocurría. La primera vez había pasado durante la República, cuando hubo el temor a que los fascistas tomaran el gobierno de la República.
Su compromiso con las clases populares de Catalunya y resto de España le hizo enormemente popular en toda España, como se mostró, entre otros hechos, en las grandes manifestaciones en su apoyo, que tuvieron lugar en Córdoba, encabezadas por todos los diputados del Frente Popular y por el Gobernador, que le recibieron con grandes vítores a Catalunya y a la República en su salida de la cárcel donde él y otros miembros del gobierno catalán habían estado encarcelados por la coalición de partidos de derechas que gobernaba la República, por haber declarado el Estado catalán dentro de una federación española. La victoria del Frente Popular en España había significado la liberación de Companys y de los otros miembros del gobierno de la Generalitat. Una vez liberado, Companys habló a la multitud desde el balcón del hotel donde se alojó, siendo acogido con enorme entusiasmo por parte de la multitud. El gobernador Rodríguez de León indicó la gran satisfacción que le producía reunirse con los representantes de Catalunya, resaltando que su liberación había sido resultado de la gran presión popular que había tenido lugar a lo largo de toda España, incluyendo Andalucía (lo cual el gobernador indicó con gran orgullo).
A continuación Companys dio su discurso. En él hizo hincapié en varios puntos. Entre ellos, subrayó que los signos de amor que había recibido durante el cautiverio por parte de los obreros que había conocido y que le habían visitado “le habían fortalecido de una manera impactante”. Y refiriéndose a la acusación de que ellos – el gobierno catalán – eran separatistas, indicó que él consideraba a los andaluces republicanos como hermanos, subrayando que el amor por la libertad del pueblo de Catalunya iba acompañado por el compromiso por la libertad de todos los pueblos de España, con los cuales se sentía hermanado, terminando con un “¡Viva Andalucía y Viva la República!”, a lo cual la multitud respondió “¡Viva Catalunya!”. Más tarde, en una entrevista con los periodistas, indicó que él llevaba siempre dos encendedores (era un fumador empedernido), uno con la bandera catalana y otro con la bandera republicana. Nunca antes un dirigente catalán había sido recibido con tanto entusiasmo.
Pero no ocurrió solo en Andalucía. Cuando cogió el tren para volver a Barcelona, este tuvo que pararse en múltiples ocasiones en su trayectoria hacia Catalunya por las multitudes republicanas que se habían colocado al lado de la vía para vitorearlo. Nunca antes un dirigente catalán había recibido tanto amor y estima a lo largo del territorio español. (Ver Al salir del penal. “Companys, Lluhí, Comorera y otras personalidades, vitoreados con entusiasmo en Córdoba” en El defensor de Granada, sábado 22 febrero 1936). Tal enorme respeto y estima explica también que Companys aceptara, cuando era periodista, la dirección de un nuevo diario conocido como España Nueva, lo cual hizo como acto de solidaridad con los colectivos republicanos españoles que deseaban crear un estado diferente, basado en justicia y libertad.
El president Companys era soberanista, pero no independentista
El president Companys estableció el Estado catalán dentro de una federación española, pidiendo que los distintos pueblos y naciones de España se federaran alrededor de otra visión de España. Esta otra visión, que era compartida por la mayoría de las izquierdas españolas, incluyendo el PSOE (que durante la clandestinidad pidió el derecho de autodeterminación para Catalunya), fue brutalmente reprimida por el Monarca y por el Ejército español golpista, y más tarde olvidada y negada durante el periodo democrático. Ello fue resultado del enorme dominio que las fuerzas conservadoras tenían sobre los aparatos del Estado y sobre la mayoría de los medios de información en el periodo histórico conocido como la Transición, cuando se pasó de una dictadura a una democracia (centrada en un Estado borbónico continuista del anterior) en la que tales fuerzas, herederas de aquellos que controlaban el Estado (que a su vez eran herederas de aquellas que habían realizado el golpe militar), continuaron teniendo una gran influencia. Fue debido a las presiones del Estado Monárquico y del Ejército que el PSOE abandonó su compromiso con el establecimiento de un Estado plurinacional en que la unión fuera resultado de una voluntad libremente expresada y consensuada, en lugar de ser impuesta y garantizada por el Ejército.Ha sido este olvido y la renuncia a la recuperación de la memoria histórica por parte de la izquierda gobernante —el PSOE— los que han sido responsables de que la juventud de este país no conozca la historia de las izquierdas y la existencia de otra visión de España a la actual, otra visión que apareció, en sus orígenes, durante la República. Ello ha permitido la monopolización del concepto de España por parte de los herederos de aquel régimen (y por parte del PSOE, que se adaptó al Estado borbónico, adaptación que le permitió espacios de poder –siempre en situación subalterna- dentro del estado). La rigidez e intolerancia hacia otra visión de España es la que ha estimulado el crecimiento del independentismo catalán (véase mi artículo ¿Por qué crece el independentismo en Catalunya?)
La perpetuación de la visión uninacional, que ha beneficiado en gran medida al establishment político-mediático español basado en la capital del Reino (que tiene poco que ver con el Madrid popular), y su completa insensibilidad hacia la posibilidad de que exista otra España (que indudablemente reduciría los poderes de tal establishment) está creando una situación extrema de difícil resolución, y que los extremos, tanto los uninacionales españolistas como los independentistas catalanistas, están explotando para fines electorales.
Las consecuencias del olvido histórico
Sin embargo, en cuanto a la división de responsabilidades por lo que está ocurriendo en este país, no existe equidistancia entre las partes responsables por esta situación. La mayor responsabilidad recae en el establishment basado en la capital del Reino, que nunca ha aceptado que haya otra España que está exigiendo, con razón, que se redefina este Estado. Las últimas elecciones municipales fueron un tsunami político con la victoria masiva de fuerzas políticas que están redefiniendo España. En Galicia, por ejemplo, la mayoría de alcaldes no desean ser parte de este Estado español uninacional que niega la pluralidad de España. Y un tanto semejante está ocurriendo en Catalunya. Y en las Islas Baleares y Valencia hubo movimientos que, como en Catalunya y Galicia, configuraban un deseo profundo de justicia social con otro de variar las coordenadas de poder dentro del territorio español. La incapacidad del establishment político-mediático centrado en la capital del Reino (que, repito, no tiene nada que ver con el Madrid popular) de entender esta realidad, está llevando al país a una situación insostenible.El enorme daño que causa tal insensibilidad del Estado central borbónico
Esta incapacidad de reconocimiento de la existencia de otra España aparece diariamente en el comportamiento de los distintos aparatos del Estado español. Una muestra de ello es su incapacidad de homenajear al President Companys. Ni un representante de este establishment, como tampoco del Ejército, han dejado ninguna flor donde Lluís Companys fue asesinado por los golpistas hace 75 años. En realidad, desde que se recuperó la democracia, tales autoridades españolas siempre recibieron una invitación de la Generalitat de Catalunya para que así lo hicieran, sin nunca responder a ella. Los gobiernos francés y alemán, sin embargo, sí lo hicieron, habiendo pedido disculpas por el hecho de que las autoridades del Estado alemán y del Estado francés habían trasladado al President Companys desde París al castillo de Montjuïc para que fuera asesinado. Nunca un representante del Estado español (heredero del Estado dictatorial, pues no hubo una ruptura con aquel sino una Transformación) ha hecho lo mismo. ¿Cómo puede el Estado uninacional borbónico español llegar a este nivel de arrogancia y prepotencia, y a exhibir este carácter antidemocrático? Es esta actitud del Estado español la que es la mayor responsable de lo que será una ruptura de España, y de lo cual parece que no se dan cuenta.Y en esta actitud arrogante y prepotente incluyo al PSOE. Pareció que durante el periodo en que España estuvo gobernada por el PSOE, presidida por el Sr. Zapatero podrían haber cambiado las cosas. Después de todo, el gobierno español de entonces se comprometió a obtener una condena de aquel asesinato anulando su sentencia. Pero, como muchas otras promesas, esta también se olvidó. Este olvido, como otros respondía a su temor a ofender a la estructura de poder heredada del Estado anterior. En realidad, este olvido también respondía a un deseo de congraciarse y ser parte de aquella estructura, que llevó a situaciones de no solo silencio sino represión de la otra España, como quedó claro cuando uno de los personajes del PSOE que reproduce mejor su adaptación al Estado, y que ha conseguido grandes beneficios, incluso personales, como consecuencia de dicha adaptación, el Sr. José Bono, siendo Presidente del Congreso de los Diputados, prohibió a los combatientes republicanos invitados al Parlamento que enarbolaran banderas republicanas españolas, prohibición que representa uno de los actos más injustos y antidemocráticos en la historia de aquella institución. A aquellos que habían luchado por la democracia se les prohibía, en el Parlamento español, presentar el símbolo de aquella democracia, prohibición hecha por un dirigente del PSOE que, en su servilismo a la Monarquía y al Ejército, no lo autorizó.
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