El crack del capitalismo neoliberal –léase, “la crisis”- abrió en 2008 una oportunidad óptima para construir una Europa mejor. Para ello había que poner coto al dictado financiero y meterse en una profunda revisión institucional que diera un carácter ciudadano y social a una Unión Europea que fue construida a la medida de los negocios. Un “New Green Deal”, como se decía entonces, que utilizara la crisis para afrontar la super crisis del cambio climático y la transición energética. Para meterse en algo así había que arriesgarse, como hizo Gorbachov en la URSS, tener ideales y ser valiente. Demasiado para los políticos rutinarios que dominan el paisaje entre Lisboa y Varsovia. Así que siguieron con lo mismo. Con ello repiten la conducta de la era Brezhnev en la URSS, que evitó una crisis por la vía de negarla, lo que condujo a una crisis mucho mayor, con quiebra del superestado soviético veinte años después. No hay duda: esta gente nos lleva ahora a un segundo batacazo. Y no será en veinte, sino en bien pocos años.
Hacen creer que la crisis consiste en la insolvencia de los países del sur, sugiriendo colisiones de interés entre ciudadanos griegos y alemanes, cuando el problema está en el capital en su conjunto, porque los principales bancos europeos alemanes, franceses y británicos están implicados y expuestos hasta el cuello por la explosión de las burbujas inmobiliarias de todos ellos. En lugar de actuar en el orden de cosas que llevó a la crisis, es decir contra la desregulación neoliberal, Bruselas y Berlín, y detrás todos los demás, mantienen ese orden poniendo dinero en los países periféricos. Con ello sólo ganan tiempo con un mecanismo que se parece mucho a una pirámide financiera que sólo altera la estructura de la deuda, nacionalizándola, y no su monto.
El negocio de la financiación privada de los estados
En Grecia la deuda no disminuye, sino que crece. Lo único que disminuye es la exposición del sector privado (bancos, aseguradoras y fondos), gracias a la nacionalización de los riesgos que practica el Banco Central Europeo (BCE) con sus compras. Uno de los problemas es que los estados se financian a través de los mercados, y no directamente vía el BCE.
El BCE presta dinero a un interés de 1,25% a los bancos, que a su vez se lo prestan a los estados a intereses mucho mayores. A Austria, por ejemplo, se lo prestan a un interés del 4,05%. Si el país hubiera sido financiado directamente por el BCE en 2010 se habría ahorrado 4600 millones de euros. En el mismo escenario Alemania se ahorraría 25.000 millones anuales. Y el fardo de Grecia sería menos pesado.
Actualmente Grecia está pagando un interés medio del 4,68% por su deuda, lo que representa que Atenas paga 15.900 millones anuales sólo de intereses, sin reducir un céntimo su deuda. Es decir, dedica el 29% de sus ingresos anuales (55.600 millones) al pago de intereses: casi un euro de cada tres va para los bancos, sin cuya desregulación e irresponsabilidad (invirtiendo en negocios meridionales tan estúpidos y fantasiosos como rentables) nunca se habría llegado al actual problema. Si en lugar de ese esquema el BCE prestara el dinero a un interés, digamos, del 0,5%, Grecia habría pagado por intereses 1700 millones en lugar de los 15.900 y se habría endeudado por 6.400 millones en lugar de por 20.600 millones.
Manda el politburó
Desde hace casi tres años, el BCE viene practicando esta subvención a la banca privada a cuenta del contribuyente sin que las instituciones digan ni pío al respecto. Desde hace un año el seudónimo de esta subvención pública a los bancos se llama “rescate de Grecia”, “rescate de Irlanda”, “rescate de Portugal” (con mucho dinero español en riesgo), etc.
Nuestros parlamentos e “instituciones democráticas” tienen en este proceso un papel parecido al de la Asamblea Suprema del Pueblo de Corea del Norte sobre el devenir del país, es decir igual a cero. Quien manda es un politburó no electo de poderes fácticos oligárquicos. Desde la central (Bruselas, Berlín, FMI) ese politburó ha chantajeado descaradamente a Grecia diciéndole textualmente que si no aprobaba nuevos recortes sociales y privatizaciones no le concedería los nuevos créditos del segundo rescate e incluso le retiraría los ya acordados. Es lo que Marlon Brando designa en “El Padrino”, como hacerle a alguien,“una propuesta que no podrá rechazar”.
El nuevo ministro de finanzas griego, Evangelos Venizelos, reconoce que el gabinete de Atenas no gobierna sino que se limita a “cumplir órdenes”. El diario Kathimerini constata que, “un país al completo ha sido convertido en provincia de un imperio más económico que político, que, a su vez, está secuestrado por toda una serie de compañías de inversión y agencias de calificación con monstruosos poderes y codiciosas aspiraciones”.
Recortar, privatizar, enloquecer
Con el segundo paquete de rescate, Grecia deberá recortar gastos por valor de 28.000 millones hasta el año 2015, el 12% de su PIB. Esa nueva mordaza asfixiará aun más toda perspectiva de crecimiento. Los impuestos aumentarán, pero no se recaudará más porque muchos ciudadanos se negarán a pagarlos en protesta. Otros 50.000 millones se deberán obtener mediante privatizaciones de 850 puertos, 39 aeropuertos, autopistas, ferrocarriles, casinos, bancos, compañías eléctricas y hasta de la lotería nacional, pero muchos observadores consideran que, incluso a precios de ganga, todo eso será complicado de vender. El motivo es que en el politburó ya no se discute si Grecia quebrará, sino cuando lo hará y en qué condiciones. Ante la perspectiva de una quiebra y de un regreso al dracma, nadie comprará nada griego, por barato que se lo ofrezcan.
El saqueo de Grecia es una empresa puramente destructiva y cortoplacista. Más allá de una defensa inercial de intereses egoístas, lo más probable es que el politburó no tenga ni idea de adonde nos lleva. De lo que se trata ahora es de organizar una “quiebra suave” para Grecia, lo menos traumática posible para el conjunto del sistema europeo y seguir tirando. Después ya se verá.
El horizonte es un colapso social en Grecia. Se invita a toda una sociedad a enloquecer y postrarse. El régimen político acorde con una sociedad enloquecida no es la democracia, ni siquiera su actual caricatura, sino la dictadura. Eso es lo que ocurre cuando los ahorros de toda una vida pasan de alcanzar para una jubilación digna a costear un par de zapatos, como ocurrió en 1992 en la Rusia de Boris Yeltsin, instaurador, en 1993, de la actual autocracia presidencial-oligárquica rusa con el aplauso de Occidente. La actual política europea apunta a desmantelar las conquistas y logros de medio siglo. Ya ocurrió en América Latina, ya ocurrió en Rusia. Ahora lo están imponiendo en Grecia, pero después de Grecia vienen los demás, primero Irlanda y Portugal, luego España, Italia. Detrás aparece Francia. Hasta en la supuestamente exitosa Alemania es patente la degradación laboral y social.
Estamos en los primeros compases de una reacción, conservadora y catastrófica, de ámbito europeo. No creo que los europeos sean tan mansos como los rusos de los años noventa. Con su próximo gobierno postfranquista de mayoría absoluta y sus indignados, que han venido para quedarse, España podría ser un escenario central. Ha quedado claro que el “New Green Deal” europeo es completamente imposible sin intervención de la ciudadanía. Nos esperan grandes acontecimientos.
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