viernes, 1 de julio de 2011

Para salvar el euro, será preciso refundarlo

Thomas Coutrot, Michel Husson, Pierre Khalfa, Viento Sur

Cuarenta y ocho \"industriales\" franceses y alemanes (entre ellos, muchos banqueros) han definido su posición favorable a la reforma de la gobernanza económica europea, que está a punto de ser adoptada por el Consejo y el Parlamento europeo, en una tribuna publicada el 21 de junio pasado en el diario Le Monde. Para estos patrones, \"excluir a determinados países de la zona euro o la escisión entre una Unión de países del Norte y otra del Sur\" no son más que propuestas demagógicas.

Pero, ¿cómo piensan salvar el euro estos dirigentes?: reforzando las reglas que le han llevado al borde del abismo. Si se quiere salvar el euro, ¿no será más acertado cambiar las reglas fundamentales que lo rigen?
Nosotros creemos que sí. El error básico de su análisis está enunciado en el título de su tribuna: \"La crisis europea es una crisis de la deuda, no del euro\". Pero, ¿de dónde procede la deuda según ellos? De una parte, \"de la desaceleración de la economía mundial\" y, de otra, debido a la \"ausencia de reglas más estrictas para la estabilidad\" –se sobreentiende, del incremento del gasto público.

Pasemos por alto la cuestión de la \"desaceleración\", delicioso eufemismo para designar la recesión de 2008-2009, la más brutal desde los años 1930. El error está sobre todo en atribuir el origen de la crisis europea al exceso del gasto público. Hasta el año 2008, Portugal, Esplaña e Irlanda, eran modelos de virtud presupuestaria; por otra parte, desde 1990, el gasto público en Europa se ha visto reducido substancialmente; también en Francia.
Hasta 2008 está bien comprobado que el incremento de los déficit y de la deuda se explica a partir de la competencia fiscal entre los países europeos y a partir de la reducción organizada de la contribución fiscal de las empresas y de las clases adineradas. Han sido los gigantescos excedentes comerciales de Alemania (obtenidos a través de una excelente especialización internacional pero, sobre todo, desde hace 10 años por la regresión de los salarios y los gastos sociales) quienes han provocado los déficit comerciales de los países del Sur.

En cuanto al seísmo de 2008-2009 que impulsó el endeudamiento de los Estados, éste fue fruto de la irresponsabilidad de la industria financiera víctima de su inagotable sed de beneficios. Competencia fiscal y salarial, total libertad de circulación (y especulación) de capitales: ahí están las raíces de la crisis actual. Y son fruto directo del Tratado de Maastricht y de la lógica de las instituciones en las que se basa. ¿Es posible salir de la crisis agravando sus causas?

Era así como procedían los médicos de Molière: provocando hemorragias, y así es como quieren proceder los que firman la tribuna. Dicen que es necesario otorgar una \"ayuda\" a los países endeudados, que \"costará miles de millones de euros\" a cambio de \"medidas eficaces\". Ya conocemos esas medidas impuestas por la Unión Europea y el FMI en varios países: reducciones salariales y rebaja de las pensiones, privatizaciones, despido del personal funcionario, recortes a la protección social de las y los asalariados despedidos…
Así, esos \"miles de millones de euros\" se cargarán sobre las espaldas de las poblaciones afectadas para poder atender ante los prestamistas (es decir, la banca privada) los vencimientos de la deuda pública. Peor aún, las \"ayudas\" acordadas provienen de dinero prestado por la Unión Europea en los mercados financieros que luego son prestadas a los países \"ayudados\" a una tasa de interés mucho más alta.

Ahora bien, ¿podrán, Grecia y el resto de países, salir del agujero por medio de esta vía? Dificilmente sin una reducción considerable -del orden del 25%- de los salarios y los gastos sociales; eso que el FMI denomina una \"devalución interna\". Esta sería la condición para deshacerse de los excesos presupuestarios y comerciales para poder pagar la deuda. Pero a riesgo de alimentar una espiral depresiva que pone en riesgo a todo el continente.

Por ello, sería menos absurdo -y socialmente más justo y aceptable- tratar de buscar una convergencia por arriba más que un alineamiento por abajo. Por ejemplo, reequilibrar las economías europeas a través de un incremento de los salarios en Alemania. No hay duda que los trabajadores y trabajadores alemanas, que ya se están batiendo por aumentos salariales, estarían de acuerdo con esta medida. Sin embargo, seguro que los patrones alemanes que firman la tribuna no proponen esta solución. Después de todo, ¿por qué cambiar de lógica cuando ésta ha creado lo que, en ellos llaman, en un delicioso lapsus, \"prosperidad y riqueza para todos nosotros\"?

Ahora bien, los pueblos de Europa comienzan a indignarse contra sus pretensiones. Desde el Reino Unido a España, Grecia y en tanto otros lugares, las resistencias ciudadanas contra la destrucción del Estado social están adquiriendo formas nuevas, masivas, espontáneas, pacíficas, radicalmente democráticas, que escapan a las coordenadas tradicionales. Y esto genera inquietud en las altas esferas: sólo así se puede entender la rigidez del Banco Central Europeo (BCE) a la hora de exigir el reembolso integral de la deuda greca a pesar de que todos los analistas financieros, incluso las autoridades alemanas, dicen claramente que eso será imposible.

Ahora bien, el objetivo a corto plazo es enviar un mensaje claro a los pueblos de Europa que den muestras de indignación: vais a tener que reembolsar hasta el último céntimo, como los griegos. Al margen de lo que eso suponga para vuestras escuelas, hospitales, las ayudas sociales y vuestros ecosistemas.
Por nuestra parte, deseamos, al contrario, que los movimientos sociales (para empezar, de Grecia y España) obliguen a sus gobiernos a rechazar la hiperausteridad. Vistas las tendiones acumuladas, la única cosa segura hoy en día es que los próximos meses y años serán estarán llenos de acontecimientos económicos y políticos imprevistos. Bien podría ocurrir que llegaran al poder gobiernos que rompan con las políticas neoliberales en uno o varios países europeos. Su tarea será romper con las exigencias de las finanzas, no desmontar Europa.

Más que decidir salir del euro para volver a la dracma, la peseta o el franco, será mejor que adopten otras medidas unilaterales para mostrar a los pueblos de Europa que otra Europa es posible: auditoría pública y rechazo al pago parcial de la deuda, control y tributación de los capitales, reapropiación del sistema bancario por la sociedad. Los gobiernos progresistas y los movimientos sociales europeos deberán sostener una lucha a brazo partido contra el BCE, la gran patronal europea y sus representantes políticos. La única forma de darle una legitimidad a Europa y el Euro es luchar por una refundación democrática de ambos.
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* Los tres firmantes son miembros del Consejo Científico de Attac-Francia y de la Fundation Copernic. Tribuna publicada en el sitio lemonde.fr.

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