
La mirada implacable de Jim Morin sobre la industria financiera en Miami Herald
Una mirada no convencional al modelo económico neoliberal, las fallas del mercado y la geopolítica de la globalización
"Latinoamérica lo ha hecho muy bien, ha enseñado que puede soportar una crisis de deuda, y ahora está en una sólida posición, debido a sus fundamentos macroeconómicos en la mayoría de los países".

En esta última década, el precio del crudo, y por lo tanto el de todos los hidrocarburos, ha sufrido un incremento espectacular acompañado de un severo aumento en su volatilidad. En la actualidad, debido a la profunda crisis económica mundial en la que nos hayamos inmersos, tanto el consumo como la inversión se han reducido, con lo que el consumo de hidrocarburos también. Es por ello que su precio ha bajado situándose en la actualidad en torno a los 80 dólares el barril, no obstante, en el año 2007 este precio alcanzó los 150 dólares el barril.
Teniendo en cuenta este marco, una pregunta de crucial importancia para el devenir de la economía mundial en el futuro es hasta qué niveles podría volver a crecer el precio del crudo si se supera la actual crisis económica y vuelven los tiempos de bonanza. Responder a esta pregunta no es sencillo, sin embargo, vamos a tratar de dar algunas directrices que nos permitan, al menos a grandes rasgos, centrar la cuestión .
En primer lugar hay que señalar el hecho de que, desde el año 2001 hasta el 2007, el precio del crudo se multiplicó por ocho (pasó de 18 dólares el barril a 150 dólares) y, sorprendentemente, el consumo mundial de hidrocarburos no solamente no decreció sino que creció, en algunos años a tasas francamente altas.
Podríamos justificar este hecho sobre la base del descomedido crecimiento de ciertos países emergentes como China o India, pero la realidad fue que en los países de la OCDE, y en España en concreto, el consumo de hidrocarburos también aumentó. En términos económicos esto se denomina demanda inelástica al precio, es decir, en esos años la demanda no reaccionaba a cambios en los precios.
También hay que considerar el hecho de que durante esos años, muy probablemente debido a este espectacular incremento en los precios, los países productores de petróleo incrementaron su producción hasta prácticamente sus límites de capacidad. De nuevo en términos económicos la oferta fue elástica, reaccionó a los precios, pero sólo hasta al punto que le permitió su capacidad instalada y, al final, la oferta fue también inelástica.
Por ello, no es descabellado concluir que si se repiten, y es esperable que se vuelvan a repetir, años de bonanza económica, se deba asumir inelasticidad en oferta de hidrocarburos, incluso considerando el escenario de mayor capacidad instalada.
Adicionalmente, hay que considerar que las fuentes de energía alternativas al crudo como pueden ser otros hidrocarburos (gas natural, GLPs...), renovables, nuclear,... han demostrado en estos últimos años una limitada capacidad para sustituir al crudo.
El gas natural presenta las limitaciones inherentes a su estado gaseoso (caro transporte y casi imposible almacenamiento) y al hecho de ser también un hidrocarburo, las renovables están sujetas a los límites que les impone la naturaleza (con la tecnología existente y los precios actuales las células fotoeléctricas, los saltos de agua y los molinos de viento solamente son rentables en un número limitado de lugares), la nuclear no está exenta de peligros y, como estamos comprobando en los últimos tiempos, no es en absoluto popular...
Recordemos también que, desde hace más treinta años, la tasa de reposición de reservas de crudo es negativa, es decir, se consume más de lo que se descubre nuevo.
Por todo ello, no es descabellado concluir que, al final, lo que va a determinar hasta qué nivel va a llegar el precio del crudo va a ser la elasticidad de la demanda, es decir, la pregunta final se reduce a determinar hasta qué nivel los consumidores van a seguir consumiendo sin importarles los precios. Esto es, parece plausible que cuando vuelvan los tiempos de crecimiento económico el precio del crudo empezará a aumentar hasta que desde el lado de la demanda se empiece a consumir menos.
Cierto es que, según se incrementen los niveles de precios, nuevas fuentes de energía empezarán a ser rentables (habrá más renovables que empezaran a ser rentables a los nuevos niveles de precios, la nuclear dejará de ser impopular poco a poco cuando cale en la sociedad sus costes...).
Además, tampoco hay que desdeñar en absoluto el progreso tecnológico que es de esperar que tienda a una mayor eficiencia tanto por el lado de la oferta (menores costes de extracción del crudo, renovables más abundantes y baratas...), como desde el lado de la demanda (procesos energéticos con menos consumo...). No obstante, según demuestra la experiencia reciente, esto no serán más que pequeños respiros para los precios en su imparable escalada.
Las preguntas realmente importantes serán por lo tanto: ¿hasta qué nivel de precios el consumidor particular dejará de coger el coche para ir a trabajar o para irse de viaje los fines de semana? ó ¿a qué precios este consumidor particular pondrá menos la calefacción o el aire acondicionado? ó ¿hasta cuanto aguantarán los precios de las manufacturas las subidas de los precios energéticos? Es decir, al final todo va a ser una cuestión de elasticidad en la demanda, no solamente de hidrocarburos sino de todo bien manufacturado, pues los procesos industriales son altamente intensivos en energía y, además, los lugares de producción están cada vez más alejados de los lugares de consumo, con lo cual el coste de transporte es cada vez más relevante.
De nuevo, responder a estas preguntas no es sencillo, sobre todo en los países desarrollados donde la sociedad del bienestar se ha impuesto de una manera irreversible; pero es aquí donde está el quid de la cuestión , no en el lado de la oferta que, al menos en el corto-medio plazo, ya está muy estudiada y se tiene muy acotado hasta donde puede dar de sí.
Para concluir, y dado que no dispongo de una bola de cristal, me voy a contentar con decir que esta elasticidad de la demanda va a estar muy condicionada por cómo se salga de la crisis a nivel mundial, es decir, por cuánto sea la tasa de crecimiento del PIB, la evolución del paro,... en estos periodos de expansión futuros.
Sin embargo, hay que considerar que esto es una pescadilla que se muerde la cola, pues cómo y de qué manera será el crecimiento futuro también estará muy influido por el nivel de precios del crudo.
Dominique Plihon vio el desastre antes de tiempo. Este economista francés, presidente del comité científico de Attact y especialista de los sistemas financieros, sintetizó en un libro de anticipación económica la catástrofe que capturó a la economía mundial y que derivó en las dos crisis del siglo XXI: la de 2008 y la de 2009/2010, con su epicentro en Europa. Su libro El nuevo capitalismo ofreció hace casi diez años un retrato sintético de las transformaciones que estaban en curso en el seno del capitalismo, al tiempo que esbozó el rumbo que esas transformaciones le harían tomar: la dominación de las finanzas y la especulación por encima de los Estados, la pérdida del poder político frente al financiero, la degradación consiguiente de la democracia, el aumento de los déficit, la deuda y la pobreza. Reeditado el año pasado y reactualizado con nuevos análisis, el libro de Dominique Plihon sigue siendo una biblia pertinente y detallada sobre los estragos de un sistema financiero donde impera la impunidad y el apetito de dominación. Las finanzas terminaron fagocitando todos los campos: el conocimiento, el político, el social.
Las mutaciones tecnológicas –las nuevas tecnologías– y la globalización financiera son los dos signos concretos de las nuevas formas de dominación del capitalismo. Sin embargo, la crisis profunda que lo afecta vino a romper el consenso con el que esa forma del capitalismo había crecido hasta ahora. Este especialista en economía financiera, profesor en la Universidad de París XII y autor de varios libros sobre los mecanismos y los operadores del capitalismo, analiza en este entrevista con Página/12 la fractura del sistema y la necesidad de regularlo. Dominique Plihon, que estuvo en la Argentina durante la crisis de 2001, ve en la respuesta que la sociedad argentina dio a esa crisis formas originales que pueden servir para la crisis global de hoy.
–¿Cómo poner término a esta hecatombe del sistema financiero, que es a su vez un síntoma de su locura?
–Estamos en presencia de una crisis global del capitalismo. El principal detonante de esta crisis radica en el hecho de que el régimen de crecimiento que se instauró con la globalización está en crisis. Hoy estamos en la parte financiera de la crisis, estamos viviendo una crisis de la deuda, una crisis de la deuda privada de las empresas y de la gente, y una crisis de la deuda pública, de los Estados. En Estados Unidos, o en países de Europa como España, Italia, Francia, Grecia o Gran Bretaña, esta crisis se explica por el estancamiento del poder adquisitivo dentro del nuevo reparto de las riquezas. La gente más pobre tuvo que endeudarse masivamente para seguir viviendo. Y, a través de una serie de mecanismos complejos, la crisis financiera se extendió por la ausencia de control. Las autoridades no hicieron lo suficiente para regular las finanzas y ello derivó en una crisis profunda de las finanzas, de los bancos y de los actores financieros. El aumento brutal de la deuda pública se explica en gran parte por el hecho de que los gobiernos tuvieron que sustituirse a los actores privados para asumir sus deudas. La crisis de la deuda obliga a los gobiernos a llevar a cabo políticas duras, en particular en Europa, donde tenemos una crisis muy peligrosa y muy profunda. El gran error que están cometiendo hoy los gobiernos europeos consiste en llevar a cabo de manera conjunta y sin coordinación políticas presupuestarias y fiscales muy restrictivas. Esto conducirá a Europa a la deflación y, por consiguiente, a la agravación de los desequilibrios. Habrá que contar por lo menos con 10 años de crisis. La crisis es tanto más profunda cuanto que el capitalismo es víctima de sus contradicciones internas. El capitalismo no puede seguir funcionando así, se ha vuelto insostenible. Es preciso encontrar nuevas formas de regulación que necesitarán tiempo.
–Usted describe un capitalismo agotado. No obstante, hay hoy una característica inaudita: el capitalismo inauguró la era del crimen sin castigo. Los grandes responsables de la crisis están libres, con ganancias alucinantes. En suma, los operadores de la ruptura gozan de más privilegios que antes.
–Efectivamente. Por eso también estamos atravesando una crisis de la política, una crisis de la democracia. Hoy quienes deciden y toman las decisiones son los grandes actores financieros, los lobbies financieros. Los grandes bancos, los grandes actores, detentan un poder tal, tienen una potencia financiera y política de tales dimensiones que impiden que los gobiernos lleven a cabo auténticas reformas. Los gobiernos están capturados por los lobbies financieros. Esto es válido en los Estados Unidos, en Europa, en la Argentina o en Japón.
–Paralelamente a esta realidad, la gestión de la crisis por parte del poder político es totalmente oral, es decir, televisiva. Grandes declaraciones, megacumbres como las del G-20, pero, en realidad, ninguna medida se llega a plasmar contra esos lobbies financieros. ¿Cómo regular entonces en un sistema semejante?
–Hay que desarmar los mercados, es decir, recuperar el poder que está en manos de las finanzas para dar vuelta la corriente. La economía y la sociedad están hoy al servicio de las finanzas y del capitalismo financiero. Es preciso que ocurra todo lo contrario: las finanzas deben estar al servicio de los ciudadanos y de la sociedad. Debemos establecer nuevas formas de control del sistema financiero. Controlar quiere decir varias cosas: en primer lugar, tomar el control de la gestión de los bancos, de las decisiones. Para ello es preciso socializar el sistema bancario y prohibir que determinados actores realicen determinadas operaciones. Por ejemplo, habría que prohibir los hedge funds, suprimir los paraísos fiscales e implementar nuevos instrumentos, como la idea de aplicar tasas globales sobre las transacciones financieras. Ello permitiría luchar contra la especulación y, al mismo tiempo, recabar recursos para llevar a la práctica nuevas políticas.
–¿Cómo realizar un proyecto semejante cuando sabemos que, por ejemplo, la primera plaza financiera mundial offshore no son las Islas Caimán sino Londres, o sea, el corazón del sistema financiero internacional? En Londres se gestiona el 70 por ciento de los fondos especulativos europeos.
–Es un verdadero problema. Como los gobiernos están capturados por los medios financieros, es preciso pactar una alianza. Hace falta instaurar una nueva relación de fuerzas mediante una alianza entre los movimientos sociales, la sociedad civil, las organizaciones sindicales, las organizaciones de defensa de los consumidores y ciertas fuerzas políticas de izquierda que están dispuestas a luchar y cortar ese sistema. No habrá cambios si no se instaura una mínima relación de fuerzas políticas. Y esto debe hacerse a nivel internacional. Hay que coordinar los movimientos sociales de los distintos continentes. Ese es el único medio para obligar a los gobiernos y a los medios financieros a que cambien. De lo contrario todo seguirá igual.
–Usted se opone a la idea de-sarrollada por Toni Negri según la cual la economía inmaterial, es decir, Internet y todos sus derivados, puede convertirse en un aliado de ese contrapoder social internacional que usted describe.
–Tengo una postura crítica ante la tesis de Toni Negri. El cree que gracias a las nuevas tecnologías vamos a crear un nuevo mundo y salir del capitalismo. No creo en ello. Yo digo en mi libro que las nuevas tecnologías permiten nuevas formas de organización, empezando por la comunicación a través de la red, de todos los actores de la mundialización. Puede entonces ser utilizada como un medio de hacer circular la información y de organizarse para ganar nuevos espacios democráticos de debate, y coordinar las acciones contra esos adversarios que son los actores financieros, los políticos y los gobiernos aliados con esos actores. Ahí hay una posibilidad, pero no es suficiente.
–Con todo, ¿acaso podemos esperar que esa crisis abra nuevos métodos de acción?
–Sí. La crisis puede ser una oportunidad, una ocasión de dar vuelta la relación de fuerzas. La opinión pública, los gobiernos, son muy críticos ante el mundo de las finanzas. La gente está dispuesta a apoyar medidas radicales y es preciso articular una nueva forma de organización a fin de hacer el lazo entre las opiniones públicas. Ese es el trabajo que tenemos por delante, pero es una tarea difícil porque debe llevarse a cabo a nivel internacional, en el marco de la globalización. Esa es el único camino para salir de esto.
–Usted estuvo en la Argentina en el momento de la crisis de 2001. Sé que encontró, en la manera en que la sociedad argentina enfrentó esa crisis, respuestas adecuadas para la hecatombe actual. ¿Cuáles son?
–Entre las muchas cosas que vi en la Argentina en esa época hay dos que me parecen interesantes. La primera es el control de las empresas por parte de los asalariados: el hecho de que los empleados e incluso los habitantes de los barrios fueron capaces de asumirse para intentar reorganizar la producción y el funcionamiento de los barrios. Esos embriones de autogestión y de control popular son importantes y están llamados a desarrollarse en períodos de crisis. Lo segundo que encontré interesante atañe a la moneda. Me resultaron muy importantes las nuevas formas de organización monetaria, las monedas paralelas, que se pusieron en circulación para reemplazar la moneda nacional, que atravesaba por un momento de gran dificultad, con un sistema bancario que se había hundido. La experiencia argentina fue interesante por lo que ocurrió con la moneda y con las monedas como forma de organización social alternativa. Esa experiencia puede contribuir a reactivar lo que en Francia se llama la relocalización. Para luchar contra la globalización hay que relocalizar la actividad, hay que recrear la democracia a nivel local y regenerar la vida.
Fuente: Página 12
China es actualmente el escenario de una pasión por el ajo que no tiene nada que envidiar a la manía de los tulipanes, la famosa burbuja del siglo XVII que dio origen a un excesivo aumento en el precio de los tulipanes en los Países Bajos.
El año 2009 el ajo fue la mejor inversión: su valor de las acciones aumentaron un 560%. El jengibre y las judías verdes también sufrieron alarmantes brotes alcistas. Todo lo que puede favorecer a la inversión, ya sea de alimentos o productos financieros, puede dar lugar a burbujas.
La dinámica de la oferta influye fuertemente en la evolución de los precios. El costo de la carne de cerdo, el ingrediente básico de la alimentación en China, había subido considerablemente desde finales de 2007 como resultado de la tala inmoderada de los animales. Beijing decidió intervenir para frenar los efectos de esta subida de precios, que llevó la inflación al 8%. Un fenómeno similar se vive con el ajo. Algo que es muy preocupante si recordamos que China es responsable de la producción de las tres cuartas partes de la producción mundial.
Los rumores de que el ajo ayuda a la curación de la gripe swine-flu (H1N1), por otra parte, estimulan su consumo. Sin embargo, los efectos beneficiosos del consumo de ajo no pueden justificar un aumento de esta magnitud. Se le debe mucho al exceso de liquidez en circulación. El aumento del 30% en el volumen de los préstamos bancarios en 2009 ha apoyado a la economía, pero algunos de estos fondos fueron colocados en todo tipo de activos. Durante el mismo año, las acciones subieron 80%, mientras que el mercado inmobiliario se incrementó en un 25%. Los pequeños mercados, que comercializan el ajo y las habas, han sido objetos de gran tentación para los especuladores.
Los compradores de ajo, sin embargo, no han escapado a las políticas del gobierno. La vigilancia del gobierno ha bajado el precio en un 35%. El Departamento de Desarrollo Nacional y Reformas vio con malos ojos el meteórico ascenso en el precio de los granos, el ajo y otros productos, y abrió una investigación. La fuerte corrección que ocurre con las acciones en otros mercados también ha exacerbado el apetito de los especuladores de riesgo. La comisión anunció que el precio de estos productos seguirá disminuyendo en los próximos meses.
Pero así como es difícil eliminar el olor del ajo, así de dificil puede resultar apagar un frenesí especulativo alimentado por la abundancia de liquidez. Al igual que la burbuja de los tulipanes, el curso del precio del ajo puede medir la abundancia de capital.
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Vía Le Monde
Lecturas:
- ¿Puede el ajo ser la próxima burbuja?
- Olvídese del oro y el petróleo, invierta en ajo

Al adoptar la moneda única, los países miembros de la zona euro cedieron dos instrumentos de política que son fundamentales: el tipo de cambio y las tasas de interés. Por tanto no tienen cómo adaptarse a situaciones de crisis. Sobre todo porque Bruselas no ha ido lo suficientemente lejos en la regulación de los mercados. Y la Unión Europea no hizo planes en este sentido. Ahora, en cambio, quiere un plan coordinado de austeridad. Si este plan continúa, Europa va directo al desastre. Sabemos, a partir de la Gran Depresión de 1930, que esto es lo que no debe hacerse.
El déficit estructural del actual gobierno griego es menor al 4%. Porsupuesto que el gobierno anterior, ayudado por Goldman Sachs, creó una fosa mayor. Y ha sido la crisis global la que ha destapado esta situación.
España tenía excedentes antes de la crisis por tanto el gobierno no puede ser acusado de falta de disciplina. Es cierto que España debió ser más prudente y prevenir la formación de la burbuja inmobiliaria. Pero ahí estaban los euros que la permitieron, a tasas de interés bajísimas a las que España nunca hubiera tenido acceso sin la moneda única. Lo que se requiere hoy es crecimiento para impulsar la inversión, y no planes de freno a la economía.