
Immanuel Wallerstein
Todo el mundo debate lo que la revista Fortune llama el “maelstrom griego”, y cada cual culpa al otro. Se acusa al gobierno griego de engañar y de permitir que los griegos vivan mejor de lo que sus recursos permiten. Se acusa a la Unión Europea porque generó una estructura imposible para el euro. Se acusa a Goldman Sachs de haber permitido que el gobierno griego falsifique sus cuentas cuando trataba de ingresar al sistema monetario del euro. La canciller de Alemania, Ángela Merkel, dice que las acciones de Goldman Sachs en 2002 fueron “escandalosas”, y Christine Lagarde, ministro de finanzas de Francia, exige una mayor reglamentación de los swaps de cesación de pago de créditos.
Niall Ferguson dice que “una crisis griega se aproxima a Estados Unidos”, y la denomina “crisis fiscal de Occidente”. Paul Krugman dice que es un “Eurolío”, porque Europa no tenía que haber adoptado una moneda única sin antes aprestarse a ello con la unidad política. Pero ahora no se puede permitir la partición del euro, porque daría pie a un colapso financiero mundial. Al mismo tiempo, todo el mundo parece estar presionando al gobierno griego para que reduzca la fracción de Producto Interno Bruto que representa su deuda pública, de más del 12 por ciento a, por ejemplo, 4 por ciento. En cuatro años.



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