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sábado, 29 de noviembre de 2025

¿Por qué se pudo arrestar a Bolsonaro?

La detención efectiva de Jair Bolsonaro fue posible por una combinación de numerosos factoores, que es necesario desentrañar y analizar. Pero las batallas decisivas son las que vienen

Valerio Arcary, Jacobin

1.

Pero, sobre todo, ¿qué tiene de particular el desenlace que culminara en el arresto de Jair Bolsonaro y sus generales? Cabe aducir al menos tres razones para considerar inusual el encarcelamiento de Bolsonaro:

a) En primer lugar, desde los años treinta hasta la época de la última dictadura, la norma que históricamente ha prevalecido ha sido la impunidad de las acciones criminales golpistas, siempre que sus protagonistas ocuparan posiciones de poder, especialmente en las Fuerzas Armadas.

La detención preventiva de Bolsonaro, debido a la infracción de las reglas que rigen el uso de la tobillera electrónica y al riesgo de fuga, es otro episodio insólito en ese largo proceso de investigación y condena de los máximos líderes de la corriente neofascista brasileña. Al mismo tiempo, no deja de ser sorprendente, pues se adelantó sólo por unos pocos días a lo que parecía inminente y confirmaba la inestabilidad psicológica de Bolsonaro.

b) En segundo lugar, la detención de Bolsonaro se produce en un contexto de tensiones políticas e institucionales y todavía preñado de riesgos, por cuanto la extrema derecha sigue detentando escaños en el Congreso, especialmente en la Cámara de Diputados, mantiene una considerable influencia entre los gobernadores estatales, sobre todo en el triángulo estratégico de São Paulo, Río de Janeiro y Minas Gerais, cuenta con el apoyo de la agroindustria y, lo que es igual de importante, goza de simpatías en el seno de las Fuerzas Armadas y de la Policía, además de que el bolsonarismo tiene el poder de definir quién será el candidato de la oposición contra la reelección de Lula.

miércoles, 19 de noviembre de 2025

Chile: Del ocaso progresista al avance reaccionario

La primera vuelta confirma el desplazamiento del electorado hacia posiciones de derecha —con Kast consolidado como líder del bloque— en un contexto regional marcado por la expansión de fuerzas reaccionarias

El artículo a continuación forma parte de la serie Situación latinoamericana y elecciones Argentina 2025, una colaboración entre Revista Jacobin y la Fundación Rosa Luxemburgo.

Karina Nohales y Pablo Abufom Silva, Jacobin

Todo indica que Chile será gobernado los próximos cuatro años por una coalición de partidos de derecha, encabezada por una de sus fracciones más extremas, con José Antonio Kast a la cabeza. Esa derecha —el pinochetismo— existe hace décadas en el país, pero por primera vez llegaría al gobierno por la vía electoral, con apoyo de sectores populares y en un contexto internacional marcado por el avance global de fuerzas de extrema derecha.

Los resultados electorales del domingo 16 de noviembre muestran con nitidez la magnitud de la victoria de la derecha. En la elección presidencial, el bloque alcanza un 50,3% de los votos, distribuidos entre José Antonio Kast (23,9%, Partido Republicano), Johannes Kaiser (13,9%, Partido Nacional Libertario) y Evelyn Matthei (12,5%, Chile Vamos).

Al mismo tiempo, la derecha se consolida como mayoría en el Congreso. De los 155 escaños de la Cámara de Diputados y Diputadas, el sector ya alineado en torno a Kast obtiene 76, frente a los 64 que suman la izquierda y la centroizquierda. En el Senado, el bloque alcanza la mitad de los escaños.

Si se incorpora el dato de que el Partido de la Gente (PDG) obtuvo 14 bancas en la Cámara, todo indica que la derecha en el gobierno podrá articular una mayoría parlamentaria capaz de llegar incluso a los 4/7 necesarios para promover reformas constitucionales.

jueves, 23 de septiembre de 2021

La derecha Mad Max (o la derecha sin esperanza)

Juan Carlos Monedero, Público

¿Hay diferencias entre la derecha actual y la que representaban Margaret Thatcher y Ronald Reagan? ¿Son Boris Johnson o Donald Trump equiparables a los que estuvieron dirigiendo a los tories o a los republicanos hace tres décadas? ¿Podría estar hoy Adolfo Suárez en el mismo partido que Pablo Casado o Isabel Díaz Ayuso? ¿Es el mismo Aznar el que pactó con el PNV y la CiU de Pujol, se sentó con ETA y habló del movimiento vasco de liberación nacional?

Para quien no quiera ver con ojos contaminados, es evidente que el conservadurismo ya no es el mismo, aunque mantengan rasgos que nos permiten identificarlos como parte de un mismo tronco común. Sin embargo, difícilmente podrían convivir en el mismo espacio esas derechas de ayer con las derechas de hoy. Por eso sorprende la derecha alemana de Merkel, casi la única que insiste en que nunca pactarán con la extrema derecha (han preferido gobernar con el Partido Socialista). Si volvemos a suelo hispano, la evolución de algunos personajes les ha convertido en una caricatura.

Pero no pensemos en generación espontánea: una parte de la ultraderecha siempre ha convivido dentro de la derecha bipartidista en todo el ámbito occidental. El fundador de Alternative für Deutschland militó siempre en la CDU, igual que Santiago Abascal viene del PP. Pero esas derechas neonazis, revisionistas, franquistas han aprendido a juntarse en el cambio de siglo. Y están arrastrando al conjunto de la derecha. De manera clara, en el revisionismo histórico, que antaño era una tarea de neonazis y hoy es moneda común en España, Brasil, Alemania, Estados Unidos, Chile o Argentina.

lunes, 28 de marzo de 2016

La nueva ola conservadora en el mundo

Emir Sader, Público

Ya en los años 60, Richard Nixon creó la expresión “mayoría silenciosa”. En contraposición a los grandes sectores emergentes que participaban en las campañas por los derechos civiles en Estados Unidos y en contra de la guerra de Vietnam, esa mayoría sería silenciosamente conservadora. Sería el “país profundo”, que ejercería en las urnas su derecho a voto en favor de la derecha, en contra de la movilización en las calles, protagonizada por una supuesta minoría restringida de activistas. El propio Nixon fue elegido presidente, finalmente, poniendo fin a la racha de gobiernos demócratas y a la agitada década de los sesenta, confirmando así de alguna manera su hipótesis.

Un tiempo después, cuando Ronald Reagan despuntaba, para convertirse en gobernador de California primero y aspirar después a la presidencia de EEUU, mucha gente decía que era imposible que un pésimo actor de películas del oeste pudiera ser presidente de los Estados Unidos. Pero fue elegido y reelegido presidente del país más importante del mundo, consagrado por la victoria norteamericana en la guerra fria y la desaparición de la URSS.

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