Tal vez el caso más extremo y documentado de la intervención de EEUU en procesos electorales de otros países fue el de Chile; primero, para evitar el triunfo de Salvador Allende en 1970, y después para derrocarlo, en 1973. El secretario de Estado Henry Kissinger (1973-1977) argumentó entonces que una nación no podía volverse comunista por “la irresponsabilidad de su pueblo”.
La imagen es de 2015.
David Brooks, La Jornada
La clase política estadunidense dice estar indignada ante supuestos intentos externos –sobre todo de Rusia– para influir en su proceso electoral, pero lo más asombroso no son esas revelaciones, sino la pretensión de autoridad moral en Washington para denunciarlas sin primero mirarse en el espejo.
El gobierno de Joe Biden decomisó sitios de Internet que dice son usados por el Kremlin y acusó a empleados de RT (antes Russia TV), la semana pasada, de ser parte de un complot ruso de millones de dólares para crear y difundir desinformación por medios cibernéticos con el propósito de influir en la eleccion presidencial estadounidense.
No tendremos ninguna tolerancia a intentos de gobiernos autoritarios de explotar nuestros sistemas democráticos de gobierno, declaró el procurador general Merrick Garland. El Departamento de Estado declaró: no toleraremos que actores extranjeros malignos interfieran intencionalmente y minen a las elecciones libres e imparciales.
Las autoridades estadounidenses insisten en que el Kremlin es la principal amenaza a las elecciones estadounidenses. En la contienda de 2016, acusaron que Rusia intervino a favor de la campaña de Trump, algo que Hillary Clinton y la cúpula demócrata, insisten, explica cómo perdieron esa elección y con ello evadir responsabilidad por su derrota.
Un alto funcionario de la comunidad de inteligencia en un briefing la semana pasada identificó a Rusia, Irán y China como los tres grandes actores de influencia extranjera en la elección estadounidense a quienes acusó de intentar “exacerbar las divisiones en la sociedad estadounidense para sus propios intereses (y) hacer parecer débil a Estados Unidos y su sistema democrático…”
Pero hasta el momento, ningún funcionario o político estadounidense, ni la mayoría de los medios masivos reportando esta nota, se han atrevido a confesar que todo esto les suena.
James Woolsey, ex jefe de la CIA, fue entrevistado en Fox News, en 2018, y le preguntaron si Estados Unidos había interferido en algún momento en elecciones de otros países. Probablemente, respondió, pero fue por bien del sistema y para evitar que los comunistas tomaran poder, por ejemplo, en Europa en 1947 y 1948 y 1949, los griegos y los italianos. Y ante la pregunta de si aún hacemos eso, Woolsey titubeó y con una sonrisa respondió que sólo para una muy buena causa y en los intereses de la democracia.
Todos los que desean saberlo, saben que Estados Unidos ha intervenido en decenas de procesos electorales de otros países por todo el mundo. Y la historia es larga. Tal vez el caso más extremo y documentado fue el de Chile, primero para evitar el triunfo de Allende en 1970 y después para derrocarlo, en 1973. Kissinger fue quien mejor expresó la justificación de Washington: "no sé por qué necesitamos mantenernos al lado y observar a un país volverse comunista por la irresponsabilidad de su propio pueblo. Los temas son demasiado importantes para dejar que los votantes chilenos decidan por sí mismos". Esta justificación aparentemente se sigue aplicando a otros casos.
De hecho, y en parte por escándalos de la CIA revelados en torno a Chile y otros casos, Estados Unidos creó en los 80 el Fondo Nacional por la Democracia (NED) y sus subsidiarias, cuyo propósito explícito es involucrarse en los procesos políticos en otros países, pero también se reporta que continúan las operaciones clandestinas, las cuales han sido denunciadas oficialmente en tiempos recientes en varias esquinas del mundo desde Venezuela, México, Honduras y hasta Mongolia, Bulgaria y la propia Rusia.
"No podemos estar indignados cuando otros países intentan hacer, en una escala menor, lo que hemos enseñado al mundo cómo hacer durante más de un siglo", comentó hace pocos años el veterano periodista Stephen Kinzer, autor de Derrocar: el siglo estadounidense de cambio de régimen desde Hawaii a Irak, en entrevista con Democracy Now.
Pero aquí aún siguen preguntando: ¿como se atreven?
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