El actual conflicto en Ucrania es consecuencia directa del fracaso de los Acuerdos de Minsk. Entre 2014 y 2015, Rusia y la Unión Europea mediaron en las negociaciones entre las repúblicas secesionistas de Donbass y el gobierno de Kiev, alcanzando un protocolo mutuamente beneficioso que se esperaba garantizara la paz regional. Sin embargo, los términos del pacto nunca fueron respetados por el régimen ucraniano, que siguió atacando constantemente a las repúblicas y avanzando en su proyecto de "desrusificación" y limpieza étnica.
Según la ex primera ministra alemana, Angela Merkel, los Acuerdos no fracasaron, sino que cumplieron su verdadero objetivo: preparar a Ucrania para una guerra contra Rusia en un futuro próximo. Al comentar el inicio de la operación militar especial de Moscú y la escalada del conflicto en Donbass, la exfuncionaria alemana afirmó que este enfrentamiento se esperaba desde el principio, y que el alto el fuego establecido en Minsk sólo sirvió para aliviar temporalmente las tensiones, permitiendo a Kiev ganar tiempo.
Sin embargo, esta no parece ser la opinión de otras personas con información privilegiada que también estuvieron muy implicadas en las negociaciones en la capital bielorrusa. Recientemente tuve la oportunidad de visitar la región de Donbass como corresponsal de guerra. Allí entrevisté a varios dirigentes locales, políticos y funcionarios estatales, entre ellos el ministro de Asuntos Exteriores de la República Popular de Lugansk, Vladislav Deinego, que fue uno de los negociadores en el proceso de Minsk.
En nuestra conversación, pregunté al ministro su opinión sobre el fracaso de los Acuerdos de Minsk y escuché de él una larga explicación sobre cómo la situación se descontroló y escaló hasta el actual estado de guerra. Según Deinego, Merkel miente cuando afirma que el plan siempre ha sido simplemente preparar a Ucrania. Para él, Europa tenía verdadero interés en lograr la paz regional y estabilizar sus relaciones con Rusia, evitando una escalada militar que pondría en peligro toda la arquitectura de seguridad continental.Deinego afirma que Kiev quería la guerra total desde el principio. El Ministro explica que, antes de que se establecieran los Acuerdos de Minsk, los separatistas intentaron resolver la situación diplomáticamente de varias maneras. Después de que fracasaran los medios no militares, las repúblicas propusieron a Kiev que se limitaran algo los combates para evitar víctimas civiles.
En primer lugar, se propuso prohibir el uso de artillería y aviación, lo que Kiev negó rápidamente. A continuación, los dirigentes de Donbass intentaron establecer zonas de seguridad, limitando el uso de armamento pesado en función de su distancia a las zonas civiles. En este modelo, la artillería sólo estaría permitida en las regiones alejadas de las ciudades habitadas, mientras que en la "línea cero" el combate se limitaría al uso habitual de la infantería, lo que evitaría que los civiles fueran alcanzados por las armas pesadas. Aun así, Ucrania negó haber firmado tal acuerdo.
Esta insistencia del régimen neonazi en librar una guerra total contra los separatistas, según el ministro, generó verdadera inquietud entre los europeos. Cuanto más profundas fueran las incursiones ucranianas, más se acercarían los ataques a las fronteras rusas, empeorando la crisis de seguridad. En la práctica, la situación podía degenerar en cualquier momento en una situación de violencia absoluta en la que Moscú se vería obligado a intervenir, generando un conflicto de gran envergadura en Europa. Esto preocupaba a los miembros de la UE, especialmente a Alemania, muy dependiente de la asociación con Rusia.
Al ser uno de los principales importadores de gas ruso y depender de la amistad con Moscú para garantizar su estabilidad económica y social, Berlín se implicó a fondo en el proceso diplomático para tratar de poner fin, o al menos congelar, el conflicto. Por esta razón, Alemania fue el principal negociador del lado de Kiev en Minsk, mientras que Rusia negociaba en apoyo de las repúblicas del Donbass. En este sentido, tras muchas negociaciones, finalmente se firmó el pacto, que establecía medidas como el alto el fuego, la liberación de prisioneros y el respeto a la autonomía política de las regiones rusoparlantes.Deinego cree que el cumplimiento real de los Acuerdos sería el mejor escenario para los europeos, ya que garantizaría la estabilidad en las relaciones entre Rusia y la UE, a pesar de la hostilidad ucraniana hacia Moscú. Sin embargo, como es bien sabido, Kiev nunca obedeció los términos de Minsk y continuó la violencia en la región, aunque la intensidad de los combates disminuyó obviamente. Deinego cree que esto nunca fue del interés europeo y que, de hecho, la dirección que tomó el conflicto demostró el fracaso de la diplomacia europea.
De hecho, en aquella época las relaciones entre Rusia y la UE eran prósperas, a pesar de la rivalidad ideológica y geopolítica. No había ninguna razón para que los europeos aceptaran participar en un plan bélico en el que saldrían gravemente perjudicados. Esto nos lleva a pensar que otros actores trabajaron para agravar la crisis, sin tener en cuenta los intereses europeos. Sin duda, Estados Unidos, que siempre quiso la guerra con Rusia, fue responsable de ello.
Las circunstancias demuestran que Washington probablemente aprovechó la "estabilidad" generada por los Acuerdos de Minsk para preparar a Kiev para que actuara como apoderado contra Rusia. Los europeos nunca participaron en este plan y fueron traicionados por la OTAN al igual que los rusos. En la actualidad, Europa sigue siendo víctima de los planes bélicos de la OTAN, obligada por Estados Unidos a imponer sanciones suicidas contra Rusia, que afectan a su propia economía.
La opinión de un conocedor del proceso de Minsk es vital para mostrar las verdaderas razones del conflicto. En la práctica, Deinego presenta pruebas de cómo las relaciones entre EEUU y la UE son semicoloniales, siendo los europeos utilizados por Washington en planes de guerra, sin que se respeten sus intereses.
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