Emir Sader, Alai
Para impedir que el deseo de la mayoría de los brasileños de tener a Lula de nuevo como presidente de Brasil se concretara, la derecha ha optado por destruir al país. No le importan las consecuencias. Ya había abrazado a Michel Temer, a sabiendas de que es la cabeza de una banda de corruptos, con tal de sacar al PT del gobierno, retomando el ya fracasado modelo neoliberal. No le importan las consecuencias: la profunda y prolongada recesión, los 27 millones de personas, entre desempleados y gente que ya ni siguiera busca empleo.
No importa que se desmonte la estructura productiva del país, que se subaste el pre sal para empresas extranjeras a precios viles, no importa que el Estado deje abandonada a la masa de la población antes atendida con programas sociales. Es una derecha, un gran empresariado, que no tiene ningún compromiso con el país. Que niega lo que algunos sectores de izquierda decían: que el gran empresariado estaba contento con los gobiernos del PT. Todo lo contrario: hacen de todo, legal e ilegal, para impedir que ese gobierno vuelva.
No importa que tengan que abrazar ahora a un capitán del ejército, expulsado y degradado por mal comportamiento, que añora la dictadura militar, que pregona la tortura, que ofende a mujeres, a los negros, a los LGBT, a todos los explotados y excluidos. Han tenido que hacer esa opción, por la fuerza del PT y de Lula, que han reconstruido a la izquierda, con un proyecto democrático y popular amplio, que ha incorporado a las más amplias capas del pueblo.
Para enfrentar a esa alternativa, la guerra hibrida puso en práctica su forma de accionar. Una fábrica monstruosa de noticias falsas, multiplicadas por robots en millones de copias, ha inundado a las casillas de millones de personas y difundida por las iglesias evangélicas, ha revertido una ventaja conquistada en base a la movilización y a la conciencia popular. El director del institutito de encuestas de Folha de Sao Paulo ha afirmado que esos mecanismos han falseado profundamente los resultados de las elecciones en primera vuelta. Solo así fue posible esa reversión, que ha criminalizado al inmenso movimiento de mujeres que había copado las calles de todos el país con el movimiento #ElNo, que ha propagado estúpidas mentiras en contra de Fernando Haddad y en contra de las fuerzas de izquierda.
Esos mecanismos diabólicos han puesto a la izquierda en la defensiva, teniendo que pasar a desmentir las mentiras difundidas diariamente – entre ellas fotos de lo que serían biberones en forma de órgano sexual masculino que Haddad habría distribuido en las escuelas cuando era ministro de Educación, para que tengan idea de lo que se difunde por intermedio de esos robots -, con la agenda desplazada de las alternativas para el país hacia esas mentiras. Así se construye una campaña electoral en la guerra híbrida.
Después de darse cuenta de los mecanismos que la extrema derecha puso en práctica, la izquierda readaptó sus formas de acción y su discurso, pero Bolsonaro ya había copado el centro del escenario electoral, incluso con sus amenazas cotidianas, de que los opositores irían presos o tendrían que irse del país, entre otros, para esconder su plan económico de gobierno, de continuidad con el neoliberalismo de Temer.
La contraofensiva de la izquierda, con Haddad recorriendo todo Brasil de nuevo, tuvo que remontar una diferencia grande en las encuestas y el clima anticipado de victoria que la extrema derecha ha empezado a entonar. Nada de esos mecanismos han borrado la voluntad mayoritaria de los brasileños de que Lula fuera el próximo presidente de Brasil, como lo reafirman las encuestas en que el nombre del ex-presidente es mencionado como alternativa. Pero jugando en contra del tiempo, la izquierda está logrando disminuir la distancia, corriendo en contra del tiempo, a la vez que las declaraciones amenazantes del candidato de la extrema derecha, junto a sus hijos, su candidato a vicepresidente, su asesor económico, asustan cada vez a sectores más amplios, incluso a los medios, mencionados expresamente por Bolsonaro como sus blancos de ataques muy duros.
Se acerca el desenlace de la más profunda y prolongada crisis de la historia brasileña, que tendrá una continuidad bajo forma distinta, la represiva, o una salida democrática. De todas maneras, nunca la lucha de clases ha ganado una forma tan abierta, dura, violenta, como en esta campaña electoral en Brasil. Los sectores organizados del pueblo, que siguen teniendo a Lula como su líder indiscutible, dan una batalla durísima en contra de las fuerzas gigantescas que la extrema derecha ha movilizado, contando con el gran empresariado y su inmenso podría económico, con los mecanismos elaborados por el hombre del marketing de Trump, por los mecanismos ficticios que han puesto en marcha, con las iglesias evangélicas y con los grados de falta de conciencia de sectores populares, pero sobretodo de capas medias.
La candidatura de Haddad cuenta con todos los movimientos populares organizados, con toda la intelectualidad y los artistas, con todo el mundo de los juristas –con la participación de Chico Buarque, Caetano Veloso, Gilberto Gil, Sonia Braga, entre tantos otros-, con todas las personalidades importantes en Brasil, una fuerza democrática que será protagonista del futuro del país. Momentos de decisión para Brasil, con consecuencias para todo el continente.
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