lunes, 18 de septiembre de 2017

Aumenta el hambre en el mundo y ya afecta a 815 millones de personas

Enric Llopis, Rebelión

El 26 de septiembre Naciones Unidas conmemora el Día Internacional para la Eliminación Total de las Armas Nucleares. La ONU recuerda que hoy existen en el mundo cerca de 15.000 armas de estas características, y que los países que las poseen cuentan con programas de “modernización” a largo plazo, lo que incluye la dotación económica. Asimismo, más de la mitad de la población mundial vive en países que disponen de este tipo de armamento o forman parte de “alianzas” nucleares. Naciones Unidas informa que, tomando como referencia 2016, no se ha destruido ningún arma nuclear de acuerdo con lo establecido en los tratados, ni tampoco existen negociaciones en marcha; sin embargo, “ha habido importantes reducciones de armas nucleares desplegadas desde el apogeo de la 'guerra fría'”, señala la ONU. Otro motivo de preocupación para Naciones Unidas es que la doctrina de “disuasión nuclear” se mantiene como factor de la política de “seguridad” de los estados.

El pasado siete de septiembre la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) anunciaba la posibilidad de que en 2017 se produjera un récord en la producción mundial de cereales, que alcanzaría las 2.611 millones de toneladas, por encima del registro máximo anterior, el de 2016. Así, está previsto que la producción global de trigo en el presente año se eleve a 748,8 millones de toneladas; que la de cereales “secundarios” (como maíz y cebada), a 1.359 millones de toneladas; y que también alcance un récord la producción mundial de arroz: 503 millones de toneladas.

Son realidades que coexisten. Dos días antes de que se difundieran las previsiones citadas, responsables de la FAO, el Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola (FIDA) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA) resaltaron que las diferentes sequías dejaron en Etiopía a cerca de 8,5 millones de personas con necesidades de ayuda alimentaria. En regiones como Ogaden (Somali), en el sureste del país, la escasez pluvial se prolongó por tercer año consecutivo. Naciones Unidas concluyó en un comunicado que la muerte de numerosos animales estaba colapsando los medios de vida pastoriles, e incrementando el hambre y la malnutrición en el país.

Los medios informativos se hicieron eco el 16 de septiembre del informe de la FAO sobre “El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo” (2017). El documento apunta que el hambre afectó durante 2016 a 815 millones de personas en el planeta, lo que representa el 11% de la población mundial. La cifra supone un repunte, afirma Naciones Unidas, tras una década de descenso. Además la ONU subraya la existencia de conflictos -489 millones de personas castigadas por el hambre viven en países afectados por conflictos- y factores como el cambio climático o la crisis económica global como causas del incremento (el hambre afectó en 2016 a 38 millones de personas más que en 2015). Entre otros ejemplos, el documento resalta las hambrunas a principios de 2017 declaradas en Sudán del Sur, donde cinco millones de personas padecen inseguridad alimentaria; y los riesgos de que ocurra otro tanto en Yemen, Somalia y el noreste de Nigeria. La FAO también alerta de que el hambre azota hoy a la mitad de la población en la República Centroafricana.

En la síntesis del informe de 144 páginas, Naciones Unidas añade que cerca de 155 millones de niños menores de cinco años sufren desnutrición crónica y 52 millones, desnutrición aguda (porcentajes singularmente elevados se registran en la subregión del Asia Meridional). Otro aspecto sobre el que se llama la atención es el de los adultos obesos: 641 millones (13% de los adultos del planeta); además, 41 millones de niños menores de cinco años padecen sobrepeso. Por otra parte, la cifra de mujeres entre 15 y 49 años afectadas por anemia alcanza los 613 millones, lo que supone el 33% de las mujeres en edad fértil de todo el planeta.

El documento de la FAO analiza el hambre por regiones. Así, el continente más afectado por la subalimentación es África (20% de la población continental); en este punto se observa una notable diferencia entre el África Septentrional, donde las personas que sufren hambre representan el 8,3% de la población, y el África Subsahariana (22,7%). Los mayores índices mundiales se registran en el África Oriental, donde el 33,9% de la población está subalimentada. El segundo continente más castigado por el hambre según la FAO es Asia (11,7% de la población), seguido por Oceanía (6,8%) y América Latina y el Caribe (6,6%); en esta región se observa un agudo contraste entre la población afectada en América Latina (5,9%), y en el Caribe (17,7%). En otra escala se sitúan, según la FAO, América del Norte y Europa, donde las tasas de hambre/población resultan inferiores al 2,5%.

Otro punto en el que se advierten grandes desequilibrios territoriales es el de los niños con retraso en el crecimiento o “deficiencia” en talla para su edad: la gran mayoría viven en Asia (87 millones) y África (59 millones). En cuanto a la obesidad, se ha producido un incremento a escala global desde 1975, “y el ritmo se ha acelerado en la última década”, apunta el informe “El estado de la seguridad alimentaria y la nutrición en el mundo”. De hecho, mientras que en América del Norte, Europa y Oceanía el 28% de los adultos son obesos, el porcentaje se reduce al 11% en África y el 7% en Asia; En América Latina y el Caribe, la obesidad afecta a cerca del 25% de la población adulta.

“Puesto que las grandes empresas dominan cada vez más los mercados, los alimentos altamente procesados son más fáciles de conseguir, en detrimento de los alimentos y hábitos dietéticos tradicionales”, constata Naciones Unidas. También la anemia afecta a las mujeres en edad reproductiva de modo diferente: más del 35% de las mujeres entre 15 y 49 años en África y Asia, y una tasa inferior al 20% en América del Norte, Europa y Oceanía, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).

El informe de la FAO destaca los conflictos como una causa cada vez más relevante de inseguridad alimentaria y malnutrición en el planeta. La tendencia apunta al crecimiento: más de 100 millones de personas sufrían en 2016 un “nivel crítico” de inseguridad alimentaria, en comparación con los 80 millones de 2015. Actualmente la FAO informa de que 19 países registran crisis prolongadas (14 de ellos desde 2010, la mayoría en África) debido a situaciones de conflicto y violencia, además de otras como grandes sequías (Irak, Afganistán y Siria), el fenómeno El Niño en Sudán, Burundi y la República Democrática del Congo y tanto las inundaciones como los ciclones tropicales en Yemen; en estos casos, una parte significativa de la población es “muy vulnerable” al hambre, la enfermedad y la erosión de los medios de vida.

Otra consecuencia son los desplazamientos, que afectan a más del 20% de la población en Somalia y Sudán del Sur, y a más del 60% en Siria. Asimismo Naciones Unidas ha informado recientemente de la llegada a Bangladés de 400.000 refugiados de la etnia rohingya (de religión musulmana), que escapan a la “limpieza étnica” en Myanmar (antigua Birmania).

El informe advierte que muchos de los conflictos que se prolongan en el tiempo franquean las fronteras nacionales y cobran una dimensión regional. Así ocurre en el Cuerno de África y la región africana de los Grandes Lagos; entre Afganistán, India y Pakistán; o en el caso de Camerún, Chad y el norte de Nigeria por la violencia del grupo terrorista Boko Haram. A la afección sobre la vida y los derechos humanos de los procesos señalados, se agrega la dimensión macroeconómica. Así, un estudio reciente de S. Costalli, L. Moretti y C. Pischedda -“The economic costs of civil war”- realizado en una veintena de países, concluye que la existencia de conflictos armados reduce un 17,5% el PIB por habitante (cifra promedio). Sin embargo el porcentaje varía de modo notable según los países, ya que si la caída de la producción en Siria fue, según el citado estudio, del 50% entre 2010 y 2015, la merma del PIB en Libia llegó al 24% en 2014 “después que se desatara la violencia”, apunta Naciones Unidas. En el caso de Yemen, el desplome de la producción nacional osciló entre un 25% y un 35% en 2015, año en que comenzaron los bombardeos en el país liderados por Arabia Saudí.

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