Una mirada no convencional al modelo económico de la globalización, la geopolítica, y las fallas del mercado
sábado, 21 de mayo de 2016
Brasil: ¿golpe de Estado o fiasco?
Immanuel Wallerstein, La Jornada
La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, estará suspendida de su cargo mientras esté sometida a juicio por parte del Senado. Si se le encuentra culpable será retirada del cargo, que es lo que se entiende en Brasil por enjuiciamiento. Todos los que han estado intentado seguir los últimos meses de maniobras políticas, incluso los brasileños, pueden tener excusa de estar algo confundidos por las tantas vueltas que ha dado el proceso.
¿Cuál es el punto aquí? ¿Es éste un golpe de Estado constitucional, como le ha llamado en repetidas ocasiones la presidenta? ¿O es un acto legítimo que apela a la responsabilidad de la presidencia por las graves fechorías de ella y de miembros de su gabinete y asesores, como alega la oposición? Si es esto último, ¿por qué ocurre esto apenas ahora y no, digamos, durante el primer periodo de Rousseff en la presidencia, antes de que fuera electa con tanta facilidad en 2015 con un margen significativo?
Rousseff es parte del Partido dos Trabalhadores (PT), que ha sido encabezado durante mucho tiempo por su predecesor en el cargo, Luiz Inácio Lula da Silva (Lula). Un modo de ver estos eventos es como parte de la historia del PT –su llegada al poder y ahora su salida del poder (algo que es bastante probable).
¿Qué es el PT y qué ha representado en la política brasileña? El PT se fundó en 1980 como un partido opuesto a la dictadura que había gobernado Brasil desde el golpe de 1964. Era un partido socialista y anti-imperialista, que reunía a grupos marxistas, asociaciones civiles, como la Central Única dos Trabalhadores (CUT), el Movimento dos Trabalhadores Rurais Sem Terra (Los Sin Tierra o MST) y movimientos católicos persuadidos de la teología de la liberación.
Desde el punto de vista tanto de los militares como de los tradicionales partidos del establishment en Brasil, el PT era un peligroso partido revolucionario, que amenazaba las estructuras conservadoras económicas y sociales del país. Estados Unidos consideró su anti-imperialismo como algo dirigido primordialmente a contrarrestar el papel dominante de Estados Unidos en la política de América Latina, lo que en realidad era así.
No obstante, el PT no buscó el poder a través de una insurrección guerrillera, sino más bien mediante elecciones parlamentarias sostenidas y respaldadas por manifestaciones extra parlamentarias. Le llevó cuatro elecciones presidenciales el llevar finalmente a un candidato del PT (Lula) al cargo, lo que ocurrió en 2003. El establishment brasileño nunca esperó que esto ocurriera y nunca aceptó que posiblemente pudiera continuar. Y tal vez han empeñado todos sus esfuerzos desde entonces a derrocar al PT. Abrieron una brecha grande en 2016. Los historiadores del futuro podrán muy bien ver el periodo 2003-2016 como los 15 años de interludio del PT.
¿Qué ocurrió, de hecho, en este interludio? El PT en el cargo fue bastante menos radical de lo que sus oponentes temían, pero lo suficiente radical como para hacerlos desear, implacables, su destrucción, no sólo como los detentadores del cargo presidencial, sino como un movimiento con un lugar legítimo en la política brasileña.
Si el PT fue capaz de llegar al poder electoral en 2003, fue debido a la combinación del creciente atractivo de su programa y su retórica, y de la caída de la fuerza geopolítica de Estados Unidos. ¿Y qué hizo el PT con su periodo en el cargo? Por un lado buscó socorrer a los estratos más pobres de Brasil mediante un programa redistributivo conocido como Fome zero (Hambre cero), que incluía la Bolsa familia (estipendio familiar), que de hecho mejoró el nivel del ingreso y redujo las enormes inequidades que sufría Brasil.
Además, la política exterior brasileña bajo el PT marcó un viraje significativo de la histórica subordinación de Brasil a los imperativos geopolíticos de Estados Unidos. Brasil asumió el liderazgo en la creación de estructuras autónomas latinoamericanas que incluían a Cuba y excluyeron a Estados Unidos y Canadá.
Por otra parte, las políticas macroeconómicas permanecieron bastante ortodoxas desde el punto de vista del énfasis neoliberal en las orientaciones de mercado de las políticas gubernamentales. Y las múltiples promesas del PT relativas a la prevención de la destrucción ambiental nunca se implementaron seriamente. El PT tampoco llevó a cabo sus promesas de una reforma agraria.
En resumen, su desempeño como movimiento de izquierda fue una bolsa mezclada. El resultado es que la deserción de grupos dentro del partido y en las más amplias alianzas políticas fue constante. Esto debilitó su posición e hizo posible que en 2015 los enemigos del PT instrumentaran un plan para destruirlo.
El escenario fue simple. Se centró en cargos de corrupción. La corrupción ha sido masiva y endémica de la política brasileña, y las figuras importantes del propio PT no estuvieron exentas, en modo alguno, de estas prácticas. La única persona que no estuvo sujeta a tales cargos fue Dilma Rousseff. ¿Qué había que hacer? La persona que tomó a su cargo la conducción del proceso de enjuiciamiento, el presidente de la Cámara de Diputados, Eduardo Cunha (un cristiano evangélico), fue también retirado de su cargo al ser acusado de corrupción. ¡No importa! El proceso continuó sobre la base de que Dilma Rousseff faltó a su responsabilidad de contener la corrupción. Esto hizo que Boaventura dos Santos Sousa resumiera la situación diciendo que una política honesta era sacada del cargo por los más corruptos.
Rousseff ha sido suspendida del cargo y su vicepresidente, Michel Temer, asumió el cargo como presidente interino, y de inmediato designó un gabinete de extrema derecha. Lo más probable es que Rousseff sea sometida a juicio político y se le retire permanentemente del cargo. Ella no es el objetivo real. El objetivo es Lula. Bajo la ley brasileña, ningún presidente puede seguir en el cargo por más de dos periodos sucesivos. Ha sido la expectativa de todo el mundo que Lula sea de nuevo el candidato del PT en 2019.
Lula ha sido el político más popular de Brasil en mucho tiempo. Y aunque su popularidad se haya empañado en alguna medida por el escándalo de corrupción, parece mantenerse con la suficiente popularidad como para ganar las elecciones. Así que las fuerzas de la derecha, de hecho, intentarán acusarlo de corrupción y, por tanto, tornarlo inelegible para competir.
¿Qué pasará entonces? Nadie lo sabe de cierto. Los políticos de la derecha lucharán entre ellos por la presidencia. El ejército puede decidir una vez más tomar el poder. Lo que es seguro es que el PT está acabado. El PT buscó ejercer su poder como un gobierno centrista, balanceando su programa. Pero el serio déficit presupuestal y la caída de los precios mundiales del crudo y de otras exportaciones brasileñas ha desilusionado a un amplio espectro de sus votantes. Y como en muchos otros países de la actualidad, el descontento masivo conduce al rechazo de la política centrista normal.
Lo que podría hacer un movimiento sucesor del PT es retornar a sus raíces como un movimiento anti-imperialista consistente. Esto no será más fácil de lo que le fue al PT en 1980. La diferencia entre 1980 y ahora es el grado en que el sistema-mundo está en crisis estructural. La lucha es mundial y la izquierda brasileña puede jugar un papel central en él o deslizarse a la irrelevancia y la miseria nacional.
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