jueves, 4 de septiembre de 2014

Capital financiero y estructura social de los emergentes

Antxon Mendizabal, Viento Sur

El eje del Pacífico ha entrado sin permiso en el proceso de acumulación capitalista mundial y se ha ubicado además en el centro.

Desde el principio del capitalismo industrial hasta los años 80 del siglo XX, el desarrollo capitalista se centraba en el crecimiento europeo, el crecimiento de la América anglosajona y en una gran economía trasatlántica que unía ambos. A partir de los años 80, el centro de gravedad de la economía mundial se desplaza hacia el Pacífico.

La década de los 90 está marcada por el agresivo crecimiento de China y de los nuevos países industrializados asiáticos. La crisis financiera de la segunda mitad de la década será también un reflejo de la febril dinámica existente en estas latitudes: Malasia, Indonesia, Japón, Corea del Sur, etc. Será afectada por un proceso de especulación financiera que abarca también las regiones más distantes como Brasil y Rusia. En el continente americano, el crecimiento se polariza hacia las costas del Pacífico. Asistimos así al fuerte crecimiento de México y Chile y al acelerado crecimiento de la economía de California en Estados Unidos. Para analistas como Andrés Barreda, en esta década se multiplica por cuatro el tráfico portuario del pacífico estadounidense.

Junto a la emergencia y consolidación de India y China como grandes potencias, encontramos aquí la mayor concentración de población trabajadora ofertando trabajo de toda la historia humana; que presiona a los salarios a la baja. Cerca de 2.000 millones de personas ofertando trabajo de los que más de 1.000 millones ganan menos de dos dólares diarios, de los que 350 millones sobreviven con un dólar diario y de los que 170 millones son niños. Se evalúan también en cerca de un millón de personas al año los que mueren como consecuencia de accidentes y enfermedades socio-laborales relacionadas con el trabajo que realizan; devoradas por un febril proceso de producción, intercambio y crecimiento.

Estamos, por lo tanto, ante el mejor espacio del planeta para acumular capital basado en la superexplotación de los trabajadores (salarios y condiciones laborales en China, India, Bangladesh, etc.). Ello conforma la base de un nuevo desarrollo del modo de producción capitalista bajo dominación financiera e intensiva en la explotación de la fuerza de trabajo. Dicho de otra manera, encontramos en la base de funcionamiento de la economía mundial un modelo de explotación intensiva de la fuerza de trabajo que hegemoniza espacios crecientes de la economía mundial y nos presiona a todos hacia la regresión social.

La estructura social del eje del Pacífico avanza en el continente americano a través de la alianza del Pacífico. Conformado por Colombia, México, Chile, Perú y Costa Rica y abrazando la práctica totalidad de la costa del pacífico del Continente Latinoamericano, donde se constatan las mayores tasas de crecimiento del continente, representando el 40% del PIB y el 55% de las exportaciones latinoamericanas. Conformada a gran velocidad en el contexto de la recuperación de la antigua alianza del Alca y de la lucha por la hegemonía entre USA y China, la alianza del Pacífico tiene entre sus objetivos fundamentales neutralizar y destruir los grandes avances económicos, sociales y políticos del Proceso Bolivariano.

Bajo la dominación del capital financiero, encontramos aquí un modelo de sociedad neoliberal con grandes desigualdades sociales, que integra progresivamente los mercados de valores de Colombia, Chile, Perú y México; proyectando destruir las construcciones de solidaridad, participación popular y soberanía, como el Alba, el Proyecto del Sucre y los aspectos político-sociales incluidos en las nuevas realidades de Unasur, la Celac, Petrosur, Petrocaribe, Banco del Sur, el Satélite Bolivariano de Comunicación, el Mega Anillo de Fibra Óptica para Internet y las diversas iniciativas de los sectores campesinos, obreros, indígenas y populares.

Y se asienta en una construcción europea que renunció en su momento a una convergencia macro-social que permitiera un espacio económico, social y político alternativo en la rica Europa, abrazando la lógica neoliberal que subordina sus realizaciones a las exigencias del mercado mundial. Así, el actual modelo europeo del euro representa un espacio económico dominado por los grandes centros de poder del gran capital financiero y limitado por la hegemonía de las grandes corporaciones internacionales, que utilizan sus deslocalizaciones e implantaciones productivas para presionar hacia la flexibilización, la precarización y la regresión social.

Una nueva Europa estructuralmente antidemocrática, donde el único organismo elegido, el Parlamente Europeo, tiene una capacidad decisoria mínima, mientras dos instituciones conformadas por los representantes de los gobiernos, el Consejo de Ministros y la Comisión Europea, acaparan las competencias decisionales que orientan las políticas comunitarias, donde el principio de subsidiariedad es una caricatura, las regiones solo tienen funciones consultivas y son los estados-nación los que legislan y deciden en contra de sus propios pueblos. Se trata de una Europa marcada por el retroceso de los derechos laborales, la destrucción del tejido productivo de los países y regiones débiles, la privatización, la precariedad, el paro y la degradación de los servicios y prestaciones sociales.

Sobre este modelo europeo se aplican las políticas de austeridad. Se trata de combatir la deuda pública creada por el poder financiero con nuevos planes de ajuste. Los recortes sociales y las privatizaciones son así la condición para obtener nuevos créditos. La aplicación de los planes de ajuste lleva al colapso económico y social de los estados periféricos económicamente más débiles. Y en general descargan así el coste de la crisis sobre el sector asalariado y la población con limitados recursos de supervivencia.

Los gobiernos europeos deciden brutales ajustes para calmar a los mercados (sus propios bancos). Los mercados destituyen a los representantes políticos elegidos y ubican en el poder a sus propios representantes. La misión histórica de los nuevos tecnócratas es demoler las políticas de protección social y los restos de bienestar generados en el anterior modelo Fordista-Keynesiano.

Más recientemente, el Acuerdo Transatlántico entre Estados Unidos y la Unión Europea representa una nueva ofensiva, con la filosofía ya aplicada del AMI, OMC y la TLC, en la consolidación de la nueva dominación financiera de la economía del mundo. A nivel jurídico-político, garantiza a las multinacionales y a los grandes inversores financieros una nueva legislación que ubica su poder decisorio por encima de las disposiciones sociales, económicas y políticas de los estados occidentales. A nivel económico, asiatiza las relaciones laborales de occidente, garantiza a las multinacionales de la agroindustria y a las grandes empresas farmacéuticas el control de los vitales sectores de la salud y de la alimentación e impide la cristalización de proyectos económico-sociales propios en los pueblos de occidente. A nivel geopolítico, se trata de reestructurar la organización neoliberal del mundo occidental bajo la batuta de los Estados Unidos de América, con el objetivo declarado de distorsionar el proceso que convierte a Oriente en general y a China en particular en el centro de la nueva acumulación mundial. Un nuevo ciclo de luchas sociales y políticas emerge en el escenario actual.

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