
Veinte años después de que el vergonzoso símbolo de la división de un pueblo fuera derribado, el capitalismo ultra liberal necesita su propia Perestroika
Esta es una reflexión de uno de los principales protagonistas de aquellos sucesos, que salió publicada ayer en The Guardian
Mikhail Gorbachev, The Guardian. Traducción propia
Han pasado veinte años desde la caída del muro de Berlín, uno de los vergonzosos símbolos de la guerra fría y de la peligrosa división del mundo en bloques opuestos y antagónicos. Hoy podemos volver la mirada a esos acontecimientos y hacer un balance en el tono menos emocional y más racional que permiten las dos décadas transcurridas.
La primera observación que debe hacerse es que el optimista anuncio del "fin de la historia" no se ha producido, aunque muchos afirmaban que era inminente. Tampoco se ha producido lo que muchos de los políticos de mi generación creían sinceramente y en lo cual confiaban: que con el fin de la guerra fría la humanidad podría olvidar lo absurdo de la carrera de armamentos, los peligrosos conflictos regionales y las estériles disputas ideológicas, para entrar en un siglo de oro de la seguridad colectiva, en el uso racional de los recursos materiales, en el fin de la pobreza y la desigualdad, recuperando una vida de armonía con la naturaleza.






