Los anglosajones son expertos en “lavado” de la memoria colectiva. Les basta con presentar excusas a quienes no tienen cómo castigarlos por los errores cometidos y, a partir de ahí, ¡borrón y cuenta nueva! Por supuesto, las excusas nunca van dirigidas a los organismos a los que mintieron.
Manlio Dinucci,
Red Voltaire
De vez en cuando, Occidente saca del armario algunos esqueletos, en lo que constituye un ejercicio de
«limpieza moral de verano» con objetivos político-mediáticos.
En Gran Bretaña, una comisión de la Cámara de los Comunes criticó a David Cameron por la intervención militar de 2011 en Libia, emprendida bajo su mandato como primer ministro. Pero la comisión no criticó a Cameron por la agresión militar que destruyó un Estado soberano sino por haber emprendido esa guerra sin
«inteligencia» adecuada y sin plan para la
«reconstrucción» [1].
Lo mismo hizo Barack Obama en abril de este año 2016, cuando declaró haber cometido en el caso de Libia el
«peor error», pero no por haber destruido ese país utilizando las fuerzas de la OTAN bajo las órdenes de Estados Unidos sino por no haber planificado
«The Day after», o sea lo que vendría después. Al mismo tiempo, Obama reiteró su apoyo a Hillary Clinton, hoy candidata a la presidencia. O sea, la misma Hillary Clinton que, como secretaria de Estado, lo convenció para que autorizara una operación secreta contra Libia –incluyendo el envío de fuerzas especiales y la entrega de armamento a grupos terroristas– para preparar el asalto aeronaval de Estados Unidos y la OTAN contra ese país.
Los correos electrónicos de Hillary Clinton, posteriormente revelados, demuestran cuál fue el verdadero objetivo de la guerra contra Libia: impedir el proyecto de creación de organismos financieros autónomos de la Unión Africana y de una moneda africana alternativa al dólar y al franco CFA, que Kadhafi pensaba concretar gracias a los multimillonarios fondos soberanos de Libia.