lunes, 16 de diciembre de 2024

Cuestión de confianza


Nahia Sanzo,Slavyangrad

“Ucrania está exhausta. El país, escaso de mano de obra, munición y, lo que es más importante, de moral, se está dando cuenta poco a poco de que la guerra puede no ganarse en el campo de batalla, al menos por ahora. Según una encuesta de Gallup publicada el 19 de noviembre, el 52% de los ucranianos dicen ahora que quieren que su país negocie el fin de la guerra «lo antes posible». Sin embargo, los términos de tal acuerdo dependerían de Washington tanto o más que de Kiev”, escribe, en un poco característico tono de realismo, un artículo de opinión publicado por The Kyiv Independent, que admite que la situación actual daría ventaja a Rusia en caso de una negociación, una opción más posible ahora que hace unos meses. En el juego de decisiones que habrán de tomar en los próximos meses Kiev y sus aliados, el principal factor es la postura de Donald Trump, que hizo de la paz en Ucrania uno de los lemas de su campaña pese a que todo el periodo electoral transcurriera sin una sola pregunta periodística seria sobre cuáles serían sus planes y cómo lograría su ambicioso objetivo.

“El posible cambio en la política estadounidense bajo el mandato de Trump ha alarmado no solo a Kiev, sino también a sus aliados en Europa. Países como Polonia, que comparten un interés directo en la supervivencia de Ucrania y la estabilidad regional, ya se están preparando para el impacto de un menor compromiso estadounidense”, escribe el mencionado artículo ucraniano, que incide en que “Europa se enfrenta a importantes retos a la hora de mantener el flujo de suministros militares a Ucrania. Los niveles de producción aún no han aumentado para satisfacer la demanda, y algunos líderes de Europa Occidental siguen dudando sobre una mayor implicación”. En este sentido, el mensaje que Kiev espera escuchar es el que ha pronunciado esta semana el nuevo comisario de la Unión Europea para Defensa y el Espacio. “Se están almacenando innumerables tanques, y no puedo evitar preguntarme: ¿Qué está planeando Putin? Solo podemos especular, pero debemos estar preparados para el «peor escenario posible» que advierten las agencias de inteligencia”, afirmó el lituano Andrius Kubilus. “Para ser sinceros, no estamos preparados para un ataque”, sentenció.

Kubilus, que ha estrenado su cargo reuniéndose en Kiev con Andriy Ermak, encargado de agitar la diplomacia para garantizar que Ucrania no carezca de los fondos con los que continuar luchando hasta conseguir una situación lo suficientemente fuerte como para imponer los términos de paz a Rusia, defiende la opción del aumento de la inversión en defensa que exige también Mark Rutte, secretario general de la OTAN, que esta semana ha llamado a los países miembros a cambiar “a una mentalidad de guerra”. “Hoy les pido su apoyo, es urgente actuar. Para proteger nuestra libertad, nuestra prosperidad y nuestro modo de vida, sus políticos deben escuchar sus voces. Díganles que aceptan hacer sacrificios hoy para que podamos estar seguros mañana”, insistió, sugiriendo abiertamente recortes en aspectos que, hasta ahora, habían sido considerados básicos en el Estado del bienestar europeo. En su discurso, Rutte mencionaba específicamente la posibilidad de reducir “un poco” el gasto en pensiones, sanidad y seguridad social. Se trata del “estado de normalización del belicismo que presenta la guerra como necesidad en detrimento de los servicios públicos esenciales”, comentaba al respecto la periodista Olga Rodríguez. La forma en la que Mark Rutte, Andrius Kubilus o Kaja Kallas quieren garantizar la seguridad del mañana sigue siendo la misma, prolongar la guerra de Ucrania hasta la derrota final de la Federación Rusa.

Actualmente, la situación no favorece los intereses occidentales. “Los ucranianos están agotados y, por ahora, una solución militar parece fuera de su alcance. Sin embargo, la trayectoria de las conversaciones de paz dependerá en gran medida de Washington. Existe una oportunidad de oro para persuadir a la nueva administración de que tome medidas decisivas”, escribe The Kyiv Independent que, pese al realismo actual, mantiene las esperanzas de futuro. Esa es también la línea que está siguiendo el Gobierno ucraniano que, por una parte, trata de realizar un último y previsiblemente fallido intento de convencer a Joe Biden de que extienda a Ucrania la invitación formal a la OTAN, mientras que ya trabaja con el equipo de Donald Trump para conseguir que el cambio de poder en Estados Unidos no suponga el fin de la guerra proxy o que Kiev quede expuesta y obligada a negociar con Rusia en posición de debilidad.

“Cuando se le presiona sobre si abandonaría o no a Ucrania, Trump dice que usaría el apoyo de Estados Unidos a Ucrania como palanca contra Rusia para negociar el fin de la guerra. «Quiero llegar a un acuerdo», dice, «y la única forma de llegar a un acuerdo es no abandonar»”, escribe Time en su artículo sobre Donald Trump, persona del año para la revista. “Según sus colaboradores, Trump aún no se ha comprometido con ningún plan específico para Ucrania y no ha reflexionado a fondo sobre la cuestión mientras se prepara para asumir el poder. Miembros de su equipo de transición y confidentes cercanos están elaborando propuestas e informándole. Las decisiones clave llegarán cuando su equipo de seguridad nacional esté en marcha y Trump haya mantenido más conversaciones con sus aliados, y posiblemente con el propio Putin”, añade The Wall Street Journalrt543. El plan de Trump para Ucrania sigue sin existir a apenas un mes y una semana de su toma de posesión, momento en el que dependerán de él todas las decisiones con respecto al envío de armamento o aprobación de medidas tan relevantes como la posibilidad de dar su apoyo a una misión de los países europeos de envío de tropas a Ucrania en caso de alto el fuego. Aun así, quienes tendrán que asesorarle sobre qué hacer a partir de enero continúan visitando los platós de televisión para enaltecer la figura del futuro presidente y elevar las expectativas. “Creo que se resolverá en los próximos meses”, afirmó el general Kellogg, encargado de Trump para la política ucraniana, en relación al final del conflicto, “porque la única persona que puede hacerlo es Donald Trump”. En su discurso, Kellogg insiste en que el equipo preparará planes para que sean escuchados por el presidente en el futuro y lo alaba por ser capaz de pensar de forma creativa y lograr lo que otros no podrían. Por el momento, la confianza en la figura de Trump es todo el plan con el que parece contar el equipo Republicano, que en su primera legislatura en el poder no supo resolver el conflicto, ni lograr que se cumpliera el alto el fuego que las partes habían firmado en 2015. Pero quizá la parte más sorprendente de las declaraciones de Kellogg es aquella en la que afirma que “tienen ganas de dejar de matarse ahí”. No hay en ninguno de los dos bandos muestras de desear otra cosa que continuar la guerra hasta conseguir sus objetivos, algo más cerca en el caso ruso que en el ucraniano. Trump, o cualquier líder político que aspire a mediar realmente entre Kiev y Moscú, va a necesitar algo más que confianza, sensaciones e idealismo para conseguir un algo el fuego.

En medio de la incertidumbre de si Trump cuenta con una plan más elaborado que llamar a las partes y notificarles la necesidad de resolver el conflicto, la única certeza que parece subyacer de las declaraciones del trumpismo es la voluntad de que sean los países europeos los que se hagan cargo de gran parte del coste de mantener la guerra. “En una reunión en París el 7 de diciembre, Trump dijo al presidente ucraniano, Volodymyr Zelensky, y al presidente francés, Emmanuel Macron, que no apoyaba la adhesión de Ucrania a la OTAN, pero que quería ver una Ucrania fuerte y bien armada emerger de cualquier cese de los combates, según funcionarios informados sobre la reunión”, afirma The Wall Street Journal. “Trump afirmó que Europa debería desempeñar el papel principal en la defensa y el apoyo a Ucrania y que quería tropas europeas presentes en Ucrania para supervisar un alto el fuego, según los oficiales. No ha descartado el apoyo de Estados Unidos al acuerdo, aunque no participarían tropas estadounidenses”, añade. La principal conclusión de este punto de vista es que Estados Unidos busca que su implicación no sea, de ninguna manera, directa. Washington siempre ha estado cómodo con la idea de la guerra proxy en las fronteras de Rusia.

“Las conversaciones sobre la colocación de tropas europeas sobre el terreno en Ucrania están todavía en una etapa temprana, con varias cuestiones sin resolver, incluyendo qué países europeos estarían involucrados, el número de tropas, el papel de Washington en el apoyo a la disposición y si Rusia aceptaría un acuerdo que incluya tropas de países de la OTAN”, añade The Wall Street Journal incomprensiblemente dando por hecho que habrá acuerdo, al menos temporal, de alto el fuego. “Lo que comenzó como conversaciones tranquilas entre funcionarios británicos y franceses sobre la posibilidad se ha ampliado para incluir a Trump, Zelensky y otros gobiernos europeos, según personas informadas sobre las discusiones”, añade. Al contrario que el pasado febrero, cuando la mención de Emmanuel Macron a la necesidad de no rechazar de partida la posibilidad de enviar tropas causó, por ejemplo, la ira de Olaf Scholz, la situación ha cambiado tanto como para que esta iniciativa vaya consolidándose en el espacio mediático sin causar rechazo ni advertencias de la escalada que supondría para Rusia la presencia militar de países que son miembros de la OTAN, una opción que Rusia solo podría aceptar en caso de no contar con otra opción, es decir, tras haber sido militarmente derrotada.

“Cualquier tropa europea sobre el terreno formaría parte de una fuerza específica de mantenimiento de la paz o de supervisión del alto el fuego y no sería una operación de la OTAN, afirmaron los oficiales. La administración Biden, muchas capitales europeas y la entrante administración Trump han hablado de querer evitar cualquier lucha directa entre Rusia y las tropas de la OTAN en Ucrania, temiendo que pueda escalar a un conflicto global”, sentencia de forma ingenua -o pretendidamente ingenua-, como si Rusia fuera a tratar de una manera diferente una posible presencia militar francesa o británica, aunque su misión no lleve el nombre de la Alianza. El único peligro que percibe actualmente la prensa es “el temor generalizado de que, incluso si Moscú acepta un alto el fuego, lo utilizará para reconstruir sus fuerzas y volver a intentar invadir las zonas no ocupadas de Ucrania”.

Teniendo en cuenta el precedente del incumplimiento ucraniano de Minsk, el uso de esos siete años para reforzar el ejército y el planteamiento con el que se está animando a Kiev a aceptar un alto el fuego -un acuerdo que no daría lugar a un tratado final, por lo que la cuestión territorial quedaría para el futuro-, el peligro de reactivación de la guerra no procede únicamente de Rusia. La introducción de tropas de terceros países en ese polvorín puede suponer un elemento más de tensión hacia más guerra en lugar de hacia la paz.

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