domingo, 3 de noviembre de 2024

Recuperar la Izquierda Clasista: Derrotar a la ‘Izquierda Woke


Jorge Gálvez, Soberanistas

El movimiento ‘woke’ es mucho más que una respuesta social espontánea contra la “opresión”, su origen y su rápida expansión sugieren una construcción ideológica con fines planificados. Lo ‘woke’ no es una evolución de las luchas emancipatorias tradicionales, sino una ideología impulsada por intereses corporativos y políticos transnacionales globales del capital financiero, incubada en los laboratorios ideológicos del Pentágono y la CIA. Aunque su discurso se centró inicialmente en la lucha contra el racismo, pronto se expandió hacia las demandas de género, diversidad sexual, feminismo, movimientos transgénero, y la decolonialidad, desviando el foco de la lucha de clases hacia conflictos de identidad fragmentarios.

Una Ideología Corporativista y Neofascista Encubierta

En menos de una década, lo ‘woke’ ha logrado infiltrarse en la educación, la cultura, los medios de comunicación y la política, consolidándose como el nuevo eje rector del debate social en Occidente. Sin embargo, lejos de promover un pluralismo constructivo, esta ideología ha instalado un régimen de censura que no solo limita el pensamiento crítico, sino incluso la construcción artística, también impone un control moral absoluto. La cultura de la cancelación, la “Nueva Santa Inquisición” —herramienta clave del wokismo— se ha convertido en un mecanismo que no admite disidencias: aquellos que se apartan de la narrativa oficial son excluidos mediante la «muerte social y política». Esta dinámica, al negar la posibilidad del diálogo, refleja un rasgo protofascista, pues reduce al otro a un enemigo irreconciliable. Que hay que asesinar política y socialmente, al cual hay que liquidar en términos morales.

El corporativismo presente en esta ideología también es preocupante, ya que se articula en torno a los intereses del capitalismo global. Las demandas fragmentadas de identidad no cuestionan la estructura capitalista en su totalidad, sino que conviven con ella, desplazando el eje de las contradicciones sociales. El wokismo se distancia de las luchas universales y colectivas —centradas en la emancipación de los explotados—, promoviendo en su lugar una serie de reivindicaciones identitarias que perpetúan divisiones sin amenazar al sistema económico capitalista dominante.

Supresión del Debate Racional y el Dominio de la Irracionalidad Emocional

Una de las críticas más severas al wokismo radica en su expulsión del pensamiento crítico, científico y racional. En este esquema, las minorías son consideradas siempre poseedoras de la verdad, sin que se les pueda cuestionar ni someter sus argumentos a un escrutinio lógico. Esta dinámica elimina la posibilidad de debate y coloca la irracionalidad emocional y al subjetivismo radical como la única forma de verdad aceptada. En lugar de permitir la confrontación de ideas, el wokismo determina de antemano lo correcto e incorrecto, suprimiendo cualquier intento de contraargumentación.

Este absolutismo ideológico se convierte en un obstáculo para la construcción de un pensamiento crítico y autónomo, y reemplaza la pluralidad por una narrativa única que opera a través de la censura. Así, no solo se eliminan las ideas disidentes, sino también a los individuos que las portan, aplicando una forma de cancelación que anula la posibilidad de resistencia intelectual. En este contexto, se priva al sujeto de su derecho a la crítica, lo que representa una forma de censura inquisitiva absoluta.

La Lucha de Clases vs. la Fragmentación Identitaria

El desplazamiento de la lucha de clases por la lucha de identidades es uno de los mayores éxitos del wokismo en su tarea de desactivar los proyectos emancipadores tradicionales. Mientras la izquierda clasista histórica proponía un proyecto universalista para la liberación de las mayorías explotadas, el wokismo reduce la política a un enfrentamiento constante entre identidades, donde las mayorías son vistos automáticamente como opresores, y las minorías (expresiones feministas, LGTB, etnias, etc.) como víctimas impolutas, desconociendo completamente las estructuras de clases de la sociedad capitalista, que dan luz a las relaciones de opresión y explotación en la sociedad actual.

Esta lógica, al fragmentar las demandas sociales en luchas particulares, niega la posibilidad de construir un proyecto común de emancipación. En lugar de unir a las clases populares en torno a objetivos universales, el wokismo fomenta divisiones y enfrentamientos internos que benefician al sistema capitalista. Además, descalifica a la izquierda marxista como «eurocéntrica» y «decolonial», ocultando su legado de luchas por la justicia global y por los derechos universales de toda la humanidad.

Hacia una Recuperación del Proyecto Emancipador Universal

El avance del wokismo plantea un desafío crucial para quienes abogamos por una transformación radical de la sociedad en perspectiva de la construcción del socialismo. La censura, la cultura de la cancelación y la fragmentación identitaria representan un obstáculo para la construcción de un proyecto emancipador que incluya a las mayorías. Frente a esta deriva, es urgente recuperar los principios de la izquierda soberanista, clasista y universalista, que sitúa las contradicciones sociales en el marco del capitalismo y lucha por la emancipación de todos, sin importar su identidad.

El verdadero progreso radica en superar la fragmentación impuesta por las luchas identitarias y volver a centrar la política en los derechos universales y en la lucha contra la explotación capitalista. Solo así será posible construir un futuro basado en la igualdad, la libertad y la justicia social para toda la humanidad, sin exclusiones ni censuras


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