Hubo una fecha fatídica, el 30 de mayo de 1982, en la cual España ingresó formalmente en la OTAN. Entonces, se convirtió en el estado número 16 de la organización militar internacional. Adherirse a este club se ha convertido en «tendencia»: hoy, muy pronto, se superará la treintena de países incorporados.
Carlos X Blanco, Adaraga
Gracias a las infografías dinámicas y los mapas interactivos que tanto se prodigan hoy en internet, cualquiera puede comprobar el ritmo y el sentido de la expansión. Santones de la paz, apóstoles de la desnuclerarización, líderes de la «tercera vía», la educación en pacificismo y el Estado del bienestar (como ciertos países nórdicos), han transmutado su piel de serpiente, y hoy se presentan como belicistas «natos», nunca mejor dicho lo de NATOs. Un abrazo con ojivas de muerte cada vez más cerrado, un cerco cada día más estrecho y redondo se cierne sobre la Federación Rusa y sus aliados (Bielorrusia).
Toda la palabrería que un día fue patrimonio de los socialdemócratas alemanes, escandinavos, etc. ha quedado almacenada en el contenedor de la basura, y el prestigio de mil y una fundaciones y oenegés «para la paz», se ha tirado por el váter. Una vez más se ha puesto todo en evidencia: la clase política, sindical, empresarial, oenegista, etc. quiere la guerra contra Putin.
En España hace mucho tiempo que hemos visto el tingladillo que se ha montado la izquierda con el tema de «OTAN no, bases fuera». Todo ese tingladillo del PSOE e Izquierda Unida significó, en realidad, “OTAN hasta el cuello” y «Lo que diga el amo». El amo de Europa, desde 1945 es Estados Unidos, y el amo de la OTAN, desde su fundación en 1949, son los Estados Unidos.
El PSOE y su habitual perro caniche, Izquierda Unida, no han hecho otra cosa que profesar un atlantismo vergonzante. Sus publicaciones, sus foros de debate, las revistas y las extensiones sindicales (UGT y CC.OO.) claman contra el imperialismo yanqui, pero los hechos, los descarnados y sangrantes hechos, a saber, participar de las poltronas atlantistas y no colabrorar con gobiernos imperialistas, lo desmienten. Los herederos de aquella izquierda atlantista vergonzante que creó Felipe González, siguen hoy en La Moncloa. Todos los perritos de aguas, Podemos, Sumar, Más Madrid, Más Villaconejos, etc. son iguales. El atlantismo se lo guardan para las redes sociales, donde desmelenan, y para unas cuantas webs mugrientas, cuyos cinco euros de pago por dominio se los paga el tío Soros.
El hecho es que se están dando pasos terribles hacia una escalada bélica mundial. Una sola bomba nuclear táctica, o menos que eso, una bomba impactando en territorio extra-ucraniano, y nuestra civilización puede irse al garete. Margarita Robles se suma al coro de cuervos de la muerte, pajarracos que graznan más que hablan. Una élite corrupta, y degenerada gobierna en Europa sólo y únicamente porque el Pentágono les deja estar ahí. Preparan a la gente para el belicismo contradiciendo toda su retórica de pacifismo desde la rendición de Alemania. Ese pacifismo, como los burger, la liberación sexual, la coca-cola y el internet para todos… es propaganda e ingeniería social. Los americanos no se limitaron a instalar medio millar de bases norteamericanas en suelo europeo. Lo que hicieron fue una castración psicológica total del Homo europaeus.
Altas instituciones de nuestro ejército y del ministerio nos piden que «nos preparemos para combatir en Europa del Este». ¿De veras están hablando en serio? No tenemos guardias civiles suficientes para contener a los asaltantes de las vallas de Ceuta y Melilla, y a los que hay no se les da armas ni respaldo legal para defender nuestro suelo soberano… pero en cambio quieren enviar unidades militares cerca de Ucrania.
El pueblo debería salir en masa a las calles, exigiendo dimisiones, depurando responsabilidades y organizando una salida exprés de la OTAN. Pero no, los perrillos de aguas de la izquierda, los chihuahuas con lazo fucsia en la cabeza, las empoderadas y los ecofeministas quedarán en casa, a ver qué pasa. Sacarán su paraguas ante la inminente lluvia radiactiva. Confieso al lector que se acrecienta en mí la sensación de asco.
El tingladillo que se montó en España al inicio de la «Transición», que no tuvo lugar en 1978 sino en 1973, con la muerte de Carrero, debe inscribirse en el contexto más amplio, el despliegue de construcción imperial ideado por los norteamericanos desde 1945. El imperio yanqui esperó hasta el último momento para intervenir en la Segunda Guerra Mundial, para hacer que los británicos se desgastaran luchando contra el Eje. Mientras tanto, habían estado enriqueciéndose vendiéndole petróleo a Hitler. La Operación Barbarroja, el ataque alemán a Rusia, fue una operación germano-americana. Después, tras el lanzamiento de las bombas atómicas sobre Japón, los yanquis previeron la posibilidad de arrojarlas sobre ciudades rusas y así, su aliado comunista contra los nazis y nipones, quedaría barrido del mapa.
Sólo Dios evitó la Tercera Guerra Mundial justo al acabar la Segunda… Enseguida, por sustitución, elaboraron la ideología de las «sociedades abiertas», la religión del mercado y del sionismo, y hablaron genérica y machaconamente del «totalitarismo». La palabrita, «totalitario» se aplicó por igual al nazi y al bolchevique. Hoy, todo el que no sea atlantista es igualmente «totalitario». Tenga usted cuidado: si no es amigo de la OTAN, engrosará una lista negra… Pero más negro es nuestro futuro.
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