Hay quienes utilizan los esfuerzos de la Escuela de Kioto para facilitar un intercambio intelectual entre Oriente y Occidente como una excusa conveniente para promover el llamado multiculturalismo. Sin embargo, aunque la actitud más abierta de Japón hacia Occidente desde finales del siglo XIX en adelante llevó a muchos de sus principales pensadores a explorar la filosofía y la metafísica de Kant, Schelling, Hegel, Nietzsche, Heidegger y otros con cierta profundidad, la Escuela de Kioto fue una reacción a la invasión del mundo moderno y, por lo tanto, permanece firmemente en desacuerdo con los perniciosos valores del mundialismo. Como explica el filósofo de tercera generación del movimiento, Ueda Shizuteru:
“Hay que decir que la sombría realidad global de hoy es la formación de un mundo unico que hace sin sentido las diferencias entre Oriente y Occidente, y que por lo tanto invalida la empresa histórica de Nishida y Nishitani por igual. Una hiper-sistematización del mundo está trayendo consigo un rápido y poderoso proceso de homogeneización, superficial pero profundo, que a su vez está generando fricciones e incluso confrontaciones entre los grupos étnicos y sus culturas; la destrucción acelerada de la naturaleza; las irregularidades y desórdenes fisiológicos humanos, así como la profundización de fisuras psicológicas internas; la propagación de un sentimiento de vacío; y un interminable frenesí loco de actividad vacua. A pesar de los esfuerzos por lograr un mundo lleno de diversidad que todavía está unificado por medio del contacto entre diferentes tradiciones, no parece tal. Los esfuerzos de hoy son capaces de despejar el camino para un movimiento contracultural mundial que se opondría a la contemporánea híper-sistematización del mundo y su homogeneización concomitante”.Hay poco aquí con lo que un liberal de izquierda promedio pueda sentirse cómodo, a pesar del hecho de que los trabajos contemporáneos sobre la Escuela de Kioto están invariablemente infundidos con esfuerzos para combinar las ideas tradicionales de sus principales protagonistas con nociones de multiculturalismo, feminismo y otras formas de corrección política que, en última instancia, sirven a la agenda capitalista global.
La repentina exposición de Japón hace un siglo y medio, después de siglos de aislamiento, no significa que las principales figuras de la Escuela de Kioto iniciaran una búsqueda de conceptos filosóficos que los alejaran del pasado de su país hacia un nuevo futuro occidentalizado. Por el contrario, la Escuela de Kioto fue una reacción a la globalización y buscó defender los propios valores tradicionales de Japón examinando el pensamiento occidental con ojos orientales. Como continúa Ueda:
“El uniforme sistema mundial cubre cada vez más una variedad de áreas y escenarios, de modo que esta variedad en sí misma se está volviendo insignificante. Al igual que el asfalto en una metrópoli, el concreto del uniforme sistema mundial está cubriendo gradualmente pero densamente el mundo entero, incluso el llamado espacio exterior, y el espesor de esta cubierta corresponde al hueco del vacío que se está extendiendo. Es como si, sin tener en cuenta este momento históricamente vital de plantear y responder a la cuestión de la nada, esta nada —situada en el punto de contacto entre las espaldas del cuestionamiento y la respuesta— se hubiera vaciado ella misma, y el concreto del sistema uniforme mundial ha sido vertido para llenar este vacío de nada. Y ahora, ahogando las voces tanto de los que preguntan como de los que responden si, sin taparles la boca y barrerlos, este concreto se esparce sin fin”.La noticia de que las inmediaciones que rodean la famosa Acrópolis de Atenas acaba de ser cubierta con hormigón, para consternación de los conservacionistas, tal vez sirva como una analogía adecuada para esta declaración sumamente pertinente. Mientras tanto, debe quedar claro que sigue existiendo un enorme abismo entre aquellos que desean crear un proceso de mejora mutua entre las filosofías de Oriente y Occidente y aquellos que, alternativamente, buscan imponer el grisáceo monótono de la uniformidad mundialista.
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