David Brooks, La Jornada
La crueldad de las políticas impulsadas por el nuevo gobierno trumpista se revela cada día, y la semana pasada, con la presentación de su propuesta para el presupuesto, la anulación de la reforma de salud y la promoción de medidas antimigrantes, quedó clara la guerra contra los más vulnerables y contra el planeta mismo (obviamente incluida la humanidad, entre otros seres vivientes).
La perversa narrativa que acompaña esto –recuperar la "grandeza" de Estados Unidos y la defensa contra las múltiples amenazas que provienen de extranjeros– tal vez sigue funcionando, pero pronto los efectos nocivos, tóxicos y hasta fatales de estas políticas no podrán ser ocultados o disfrazados. Entre los que sufrirán estarán amplios sectores de sus propias bases, sobre todo los trabajadores blancos y pobres.
Las noticias están llenas de las maniobras ineptas de Trump, sus acusaciones sin pruebas (la más dramática del momento, de que Obama ordena el espionaje de la oficina de Trump, que ha sido descalificada por su propio Departamento de Justicia, la FBI, los comités de inteligencia y el ex presidente, pero aun así insiste), denuncias de todo lo que no se subordine a su versión de las cosas, incluso dentro del propio gobierno, pero a veces el circo sirve de distracción respecto de las políticas para robarse el pan del pueblo.
Por ejemplo, el proyecto de ley para el desmantelamiento de la reforma de salud –prioridad para los republicanos– resultará en que 14 millones pierdan su seguro de salud el año entrante, y 24 millones para 2026, pero eso no es todo. Esa misma iniciativa de ley incluye –a cambio del sacrificio de los más necesitados– una gloriosa reducción de 600 mil millones de dólares en impuestos para los ricos, en un momento en el cual los mas prósperos ya concentran más riqueza que nunca.
En el presupuesto federal –el cual es una propuesta del Ejecutivo siempre modificada por el Poder Legislativo– se expresan los deseos concretos del nuevo gobierno. Un resumen relámpago: incremento histórico del gasto militar, ya de por sí el más alto del mundo, por 54 mil millones de dólares, y para el aparato de seguridad nacional internacional y doméstico, incluyendo medidas antimigrantes, mientras se reducen casi todos los rubros de asistencia social para los sectores más vulnerables (programas para vivienda pública, asistencia de alimentos para viejos y para nuevas madres, asistencia legal, y hasta fondos para calefacción), aniquilación del financiamiento federal para las artes, humanidades y medios públicos; reducción del financiamiento de investigaciones científicas y médicas (incluso sobre cáncer y sida), y anulación de todo lo que tiene que ver con el cambio climático.
El director de la oficina del presupuesto de la Casa Blanca, Mick Mulvaney, comentó ante medios que en torno al cambio climático, yo creo que el presidente fue bastante directo: ya no vamos a gastar dinero sobre eso. Consideramos que eso es un desperdicio de dinero... Por varias agencias del gobierno, lo relacionado al cambio climático está bajo ataque. La Agencia de Protección Ambiental, encabezada por un cuate del presidente que dice que no está de acuerdo con el consenso científico mundial sobre el cambio climático, enfrenta un recorte de casi un tercio de su presupuesto.
Dentro de ese presupuesto se asigna un primer gasto para la construcción del muro fronterizo, así como financiamiento para medidas antimigrantes, incluida la creación de más centros de detención. El clima de pánico que sigue creciendo entre las comunidades inmigrantes es festejado por Trump, al darse crédito por una reducción de 40 por ciento en las detenciones en la frontera. A la vez, propuestas como la de separar de inmediato a madres de sus hijos menores al capturarlos cruzando la frontera de manera ilegal son defendidas abiertamente.
Promover tanto sufrimiento y daño no es necesariamente un detalle nuevo en esta "democracia" donde la opinión mayoritaria suele ser ignorada por la cúpula (las últimas encuestas, por ejemplo, reafirman que la mayoría favorece la legalización de inmigrantes indocumentados y se opone al muro), pero sí el afán y el odio con que se está haciendo.
Vale recordar que las perspectivas derechistas, antimigrantes y racistas de estas políticas son construidas por algunos de sus asesores mas íntimos, sobre todo Steve Bannon –el Rasputín de la Casa Blanca–, quien es admirado por agrupaciones ultraderechistas nacionalistas y supremacistas, y Sebastian Gorka, quien supuestamente es asesor antiterrorista del presidente. El periódico judío The Forward reportó la semana pasada que funcionarios de Vitezi Rend, grupo neonazi húngaro, afirman que Gorka es uno de sus miembros. De hecho, si lo es, podrá poner en jaque su esencia migratoria en este país si resulta que mintió sobre esa asociación, ya que el Departamento de Estado clasifica esta organización como vinculada a los nazis.
La semana pasada Trump seleccionó como su contraparte histórico al presidente Andrew Jackson (1829-1837), afirmando que ese presidente se opuso a "la élite arrogante", igual que él. Fue figura complicada, con nociones parecidas al "populismo nacionalista" de Trump, y también un enamorado de su propia imagen machista. Pero más revelador es que fue defensor de la esclavitud y promotor de lo que se conoce como la "remoción indígena" –la expulsión de los pueblos indígenas de sus tierras–, que fue una especie de limpieza étnica. De hecho, sus políticas culminaron en el Camino de Lágrimas, donde 4 mil indígenas cheroquis, incluidos niños, murieron de hambre y frío durante su obligado éxodo al oeste.
"Trump está impulsando una orgía de crueldad... esto es moralmente repugnante. Viola todos los ideales más valorados de esta nación. Tenemos una responsabilidad moral para frenarlo", afirma Robert Reich, escritor que fue secretario de Trabajo del gobierno de Clinton.
La octava enmienda de la Constitución prohíbe los castigos "crueles e inusuales". Es la descripción precisa de las políticas contra los más vulnerables, los inmigrantes, los refugiados, los pobres, los niños y el planeta mismo que se anuncian con tanto gusto desde la Casa Blanca.
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