El problema de la economía internacional está centrado en el impacto de las políticas de ajuste en las economías líderes: Japón, Estados Unidos y Europa. La caída del consumo en estas economías tiene un efecto depresivo en la demanda de materias primas y de comercio internacional en general.
Lo que eso significa es que los precios de las materias primas son precios débiles, sujetos a vaivenes financieros y que los exportadores de materias primas la están pasando mal, con tasas de crecimiento menores de lo que eran hace cinco años.
El otro lado de los precios de las materias primas son las tasas de interés que, estando en niveles negativos desde hace casi ocho años, están impactando sobre los niveles de arbitraje que se están llevando a cabo. Esto es serio porque levantó exageradamente los precios y ahora los deprime, mucho más allá de lo que lo harían la oferta y demanda reales.
Al otro lado, el consumo de bienes finales ha bajado en los tres espacios mencionados y eso ha impactado sobre el comercio exportador de China, que crece liderado por exportaciones. Todos han indicado que las exportaciones no lideran más el crecimiento pero el tiempo de virar las políticas de exportadoras orientadas al mercado interno no es corto ni sencillo. Para virar se necesita que los salarios suban, el empleo crezca y la tasa de inversión se mantenga alta, orientada a actividades internas.
China tiene una tasa de crecimiento muy alta, no obstante lo que dice la prensa occidental, pero el largo enfriamiento mundial está afectando su comercio. No hay nada que indique que este largo enfriamiento occidental vaya a recuperarse, a pesar de que la prensa occidental habla del auge europeo cuando pasa de 0.3 a 0.4% de crecimiento y de recesión cuando la economía china desciende de 7.1% a 7%. Ese tipo de manejo desinformativo lo que hace es encubrir el desconcierto que hay con lo que pasa y con las teorías que lo sostienen. Si todo estuviera bien, Estados Unidos no habría pasado al segundo lugar en la economía mundial medido en paridad de poder adquisitivo (PPP, por sus siglas en inglés) según el CIA World Factbook, ni Gran Bretaña hubiera descendido del segundo lugar en el mundo al décimo primero entre 1975 y 2015.
Hay un problema de incomprensión y de desconcierto de cómo hacerlo. Si Janet Yellen anuncia que el FED (Reserva Federal estadounidense) sube la tasa de interés, el consumo en Estados Unidos se cae, y el PIB con él. La tasa de crecimiento del consumo es frágil y muy volátil. Si no lo hace, los bancos se meten en un lío. No pueden estar más tiempo con tasas de interés cero que no les permite prestar. Les permite invertir y hacer arbitraje, pero no prestar y sin préstamos no hay inversión real ni recuperación de la tasa de inversión. Quizás por esto es que se ha visto tanto fraude en los mercados cambiarios, de commodities y de tasas de interés. Es la desesperación por tener ganancias a toda costa, aunque deban pagar multas multimillonarias. Pero eso no puede ser indefinido. Los nueve bancos más grandes han pagado 300 mil millones de dólares en multas en los últimos tres años. Eso equivale a la suma del PIB del Perú más Ecuador más Panamá; o Colombia más Ecuador.
Las tasas de interés
Nunca en la historia la tasa de interés ha sido negativa por tanto tiempo. Esto no pasaría de ser un dato anecdótico si no fuera porque tarde o temprano debe regresar a su nivel histórico del 6%. ¿Se puede sostener una tasa tan alta con crecimientos que rondan entre 0 y 2% en las economías líderes? O diremos, las ex economías líderes. Hay un problema allí. Si Estados Unidos sube su tasa y no Europa ni Japón, entonces el dólar se fortalece aún más y se debilita más a Europa y a Japón. Como Estados Unidos casi no exporta en relación a su PIB (11% del PIB), no le interesa mucho el asunto. A la inversa, comprar barato en dólares es mucho más importante sobre todo si se compra la planta productiva del mundo, que es la idea del TPP y TTIP (Acuerdo de Asociación Transpacífico y Asociación Transatlántica para el Comercio y la Inversión, respectivamente); y los derechos para brindarle los servicios al mundo.Si se mira el PIB de Estados Unidos, es más fuerte que el crecimiento de Europa o Japón, pero es como decir que un paciente con cáncer al páncreas está mejor que uno con leucemia, o alguna otra enfermedad muy grave.
El resto del mundo empresarial que ha tomado dinero prestado en dólares, euros y yenes a tasas cero va a resentir cuando éstas suban a, digamos, 3%. La cartera de los bancos en ese momento va a sentir el peso de operaciones efectuadas en un mercado distorsionado. Por eso los bancos prestan muy poco para producción y lo hacen más para consumo a tasas muy altas
El negocio de la guerra
La escalada de la guerra es evidente. Lo que comenzó como la invasión a Irak, montada como una película sobre una gran aventura para ver si Estados Unidos conseguía agilizar el multiplicador fiscal, no lo logró. Sí logró agilizar los índices precio/ganancias de las empresas que cotizan en bolsa que están relacionadas a las actividades de defensa y alta tecnología de comunicaciones y transporte. Así, los índices financieros suben, mientras el PIB no va a ninguna parte y el desempleo se maquilla detrás de las personas que dejaron de buscar empleo.La política de sembrar vientos ha dejado una cosecha de tempestades que ha regresado a casa y Europa se ha convertido en el primer blanco. Como en Siria, Europa es un blanco para Estados Unidos, que se lo quiere sacar de encima para quedarse en una relación bilateral con China; y es un blanco para los sectores musulmanes más radicales, que son gente joven, pobre, que no tiene nada que perder. Todos recordamos que fue la CIA quien inventó Al Qaeda para frenar la presencia rusa en Afganistán hace treinta años. Se les fue de las manos. La multiplicidad de grupos derivados de ese radicalismo ha abierto una guerra de guerrillas mundial que es fenomenal para las empresas de alta tecnología, pero fatal para la vida cotidiana en Europa, hasta ahora. Esto es, fuera de Oriente Medio, donde en nombre de la democracia ahora hay regímenes religiosos intolerantes en casi todas partes donde se produjo una de esas insurrecciones “democráticas”. Extraña definición de democracia.
Lo que está claro es que el multiplicador fiscal de estas guerras de guerrillas es inexistente. Los PIB no crecen en ninguno de los países occidentales metidos en la guerra, arrastrados por el gasto en defensa. En cambio, los efectos sobre desplazamientos poblacionales derivados de la guerra están a la vista. Hay tantos desplazados como en la segunda guerra mundial. Estados Unidos sembró vientos en Medio Oriente y las tempestades llegaron a las costas europeas. La mitad de Siria está desplazada.
América Latina
La navegación por instrumentos de los bancos centrales de América Latina parece estarse alineando con la próxima reconversión del Banco Central de la República Argentina a la línea “correcta”. El único problema es que si el mundo no crece, por lo dicho al inicio, América Latina tampoco, y se puede retornar a las políticas que tenía Argentina antes y que la llevaron a la crisis del 2001, y eso no va a garantizar crecimiento económico.Esa es la desesperación en el Perú en la campaña electoral. Los tres candidatos de derecha que podrían ganar están atados al mantra de la eficiencia del mercado, a pesar de haber pasado por el 2008 con los ojos abiertos y haber visto cómo el “mercado” fue rescatado. México es un caso patético donde la falta de crecimiento va acompañada por la necesidad de darle un margen de ganancia a los inversionistas de corto plazo en un mercado desregulado e integrado con Estados Unidos. Así, las probabilidades que suban la tasa de interés en América Latina cuando suba en Estados Unidos son todas, con el impacto negativo sobre el consumo mexicano y del resto. Los efectos en Brasil están a la vista.
Sea quien sea el gobernante, no va a haber mucho crecimiento económico. Lo peligroso es que dejemos de pensar y se sienten los bancos centrales sobre teorías que no están teniendo resultados en las economías más avanzadas. El proceso crítico que se inició en el 2008 ya llegó a América Latina y está para quedarse hasta que se relance la economía mundial, salvo que alguien retome la idea de mercados internos en América Latina, como lo ha hecho Bolivia.
En suma, no se ve bien ni está claro el horizonte. Lo cierto es que marchamos hacia el futuro con la derecha a pie firme, y con la garantía de mayor concentración del ingreso y tasas muy bajitas de crecimiento que podrían converger con las europeas en el mediano plazo.
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