Alfredo Jalife-Rahme, La Jornada
Los tuits de Zbigniew Brzezinski, ex asesor de Seguridad Nacional del ex presidente Carter e íntimo de Obama, se acoplan a la intervención rusa en Siria desde el 30/9/15 y a la realidad militar cuando EEUU ha empezado su retirada de Medio Oriente.
Las fechas de sus cuatro tuits (@zbig) son significativas: 1) Con sus 20 millones de musulmanes, Rusia, actuando sola, comete un grave error al pretender su inmunidad doméstica del conflicto de Medio Oriente (11/9/15); 2) El Ártico amenaza convertirse en otra fuente de conflicto en las relaciones de EEUU y Rusia. ¿Existe una política en esta nueva área de contención? (18/9/15); 3) La cooperación de EEUU y Rusia en Siria puede ser benéfica, no sólo para Medio Oriente, sino también para las relaciones de EEUU y China (5/10/15), y 4) La ambigüedad puede ser una cobertura para la estrategia, o una señal de su ausencia. Cada vez más, parece que EEUU busca esta última en Medio Oriente (14/9/15).
Pese a su insufrible rusofobia, en tan sólo 33 días, Brzezinski diluye su vino bélico contra Moscú y teme la apertura de un nuevo frente en el Ártico –detectado por Bajo la Lupa (http://goo.gl/XgoeCf): uno de los puntos más cercanos de los misiles rusos Topol a EEUU– y acepta la retirada de EEUU en Medio Oriente que puede ser benéfica al acercamiento de EEUU y China.
EEUU pierde su supremacía marítima (http://goo.gl/5PgRpA) y NYT admite el salto cualitativo de las armas rusas en el teatro medio oriental, también admirado por China: “Los militares rusos usan a Siria como terreno de prueba, y Occidente toma nota (http://goo.gl/YJkzGo)”.
La tesis de la inevitabilidad del nuevo orden tripolar para el siglo XXI (http://goo.gl/y3CkwT) ha sido adoptada a regañadientes por The Economist, portavoz de la globalización financierista, que sentencia la paradoja del notable incremento del poder financierista de EEUU, mientras su poderío militar es desafiado por China, en el mar del Sur de China, y por Rusia: desde Ucrania hasta Siria (http://goo.gl/BgRxGE).
A mi juicio, la clave radica en que el zar Vlady Putin evite humillar a EEUU como Washington lo hizo con Rusia.
Kissinger, a sus 92 años, sentenció que el acuerdo de EEUU con China hace 40 años sacó a la URSS de Medio Oriente (http://goo.gl/Bg9Obm).
La vez anterior inquirí al respecto: ¿Se puede decir que 40 años más tarde la nueva asociación estratégica de Rusia y China saca a EEUU de Medio Oriente? (http://goo.gl/8FUxsU)”.
Ahora Kissinger formula una salida de EEUU para su colapso de Medio Oriente cuando la estructura geopolítica que duró cuatro décadas se encuentra hecha añicos con la presencia de Rusia en Siria, por lo que EEUU “necesita una nueva estrategia y prioridades (http://goo.gl/egRnb0)”.
La congénita iranofobia de Kissinger, enraizada en su israelocentrismo, lo condujo a pronunciarse contra el creativo acuerdo nuclear del P5+1 con Irán, a diferencia de Brzezinski, quien siempre promovió el acuerdo.
El acomodamiento de EEUU con Irán trastocó la correlación de fuerzas en Medio Oriente.
Para el nonagenario Kissinger, el acuerdo nuclear con Irán desestabilizó la arquitectura estratégica de Medio Oriente cuando el andamiaje geopolítico regional se colapsó, mientras la acción militar unilateral de Rusia en Siria es el último síntoma de la desintegración del papel de EEUU en estabilizar el orden medio oriental que emergió de la guerra árabe-israelí de 1973.
Juzga que se necesitan conceptos estratégicos y el establecimiento de prioridades en los seis siguientes principios:
1) La destrucción de los yihadistas es más urgente que el derrocamiento de Bashar al-Assad, quien ya ha perdido más de la mitad del área que una vez controló. Hay que asegurarse de que este territorio no se convierta en un paraíso terrorista permanente”, cuando el esfuerzo militar (sic) de EEUU sin concluir corre el riesgo de servir como vehículo de reclutamiento para los yihadistas. Critica sucinta: EEUU debe ser congruente entre su falsa retórica y su espuria inacción frente a los yihadistas;
2) EEUU ya ha aceptado un papel militar ruso y existen objetivos compatibles cuando para Rusia “limitar su papel militar a la campaña antiyihadista puede evitar un retorno a las condiciones de guerra fría con EEUU”. Crítica: el caduco acuerdo Sykes-Picot de hace 99 años debe ser sustituido por un acuerdo Lavrov-Kerry mediante un condominio de los nuevos equilibrios a escalas global/regional/local;
3) Los territorios reconquistados deben ser restaurados al gobierno local sunita que existía antes de la desintegración de la soberanía tanto de Irak como de Siria en lo que las petromonarquías de la península Arábiga, así como Egipto y Jordania deben jugar un papel principal en tal evolución, al unísono de Turquía después que resuelva su crisis constitucional. Crítica: hoy, dadas las circunstancias, Egipto (líder militar y poblacional del mundo árabe), en conjunción con Rusia y EEUU, debe garantizar la seguridad de los sunitas;
4) Una estructura federal debe construirse entre las porciones alauita y sunita. Crítica: no existe un sistema federal en el mundo árabe, ni siquiera en Israel, la madre patria de Kissinger;
5) EEUU debe implementar las garantías militares en los países sunitas tradicionales. Crítica: Irán deberá acordar la seguridad de los países ribereños del golfo Pérsico, cuya insana discordia regional beneficia a Israel, y
6) El papel de Irán puede ser crucial y así regresar a su papel como un Estado de Westfalia.
Kissinger desea hoy resolver la muy distinta crisis de Medio Oriente como la solución de la guerra religiosa intraeuropea de los 30 años mediante el tratado de Westfalia de 1648. Crítica: Kissinger regresa a la añeja soberanía de hace 367 años aniquilada por la moderna globalización financierista anglosajona.
El israelocentrismo de Kissinger, debido a su origen jázaro (http://goo.gl/M87L4s), lo extravía en su catatimia (ceguera emocional) que le hace distorsionar los matices y sutilezas inherentes a Medio Oriente al mantener su obsesión teleológica de una guerra religiosa entre chiítas y sunitas, lo cual ha sido el objetivo balcanizador israelí-anglosajón y carece de aplicación universal cuando la lucha entre sunitas turcos y kurdos es más de carácter étnico que religioso.
No se diga el apoyo nada asombroso, que siempre vislumbré de Egipto –máxima potencia militar y poblacional del sunismo en el mundo árabe (88.5 millones)– a la intervención de Rusia en Siria (http://goo.gl/vsukcs).
No se puede soslayar la colisión geopolítica dentro del sunismo entre Turquía –80 millones de habitantes, miembro de la OTAN y del G-20–, en la etapa de Erdogan, quien apoyó las revoluciones árabes de los Hermanos Musulmanes y a los yihadistas, frente al militarismo nacionalista sunita de Egipto: el neonasserismo.
Desde 1279 AC, los choques del faraón Ramsés II y los hititas (de Anatolia, Turquía), en el teatro geopolítico de Siria, ni histórica ni numéricamente sustentan la barata dicotomía entre chiítas y sunitas: característica de la balcanizadora geopolítica israelí-anglosajona.
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