Barack Obama, en su conferencia de ayer posterior a la elección, anunció que pedirá una Autorización para el Uso de Fuerza Militar (AUMF, por sus siglas en inglés) del nuevo Congreso, que autorice su campaña de bombardeo en Iraq y Siria – que comenzó hace tres meses. Si uno fuera generoso, diría que pedir autorización del Congreso para una guerra que comenzó hace meses es por lo menos mejor que librar una guerra incluso después que el Congreso rechazara explícitamente su autorización, como lo hizo Obama ilegalmente en el ahora colapsado país de Libia.
Cuando Obama comenzó a bombardear objetivos dentro de Siria en noviembre, señalé que era el séptimo país con preponderancia musulmana que había sido bombardeado por EE.UU. durante su presidencia (lo que no incluía el bombardeo por Obama de la minoría musulmana en las Filipinas). También señalé previamente que esta nueva campaña de bombardeo significa que Obama se ha convertido en el cuarto Presidente consecutivo de EE.UU. que ordenó que se lanzaran bombas sobre Iraq. Considerados por sí solos, ambos hechos son sorprendentemente reveladores. La violencia es tan corriente y continua que ya apenas nos damos cuenta. Precisamente esta semana, un drone estadounidense lanzó un misil que mató a 10 personas en Yemen, y los muertos fueron rápidamente calificados de “presuntos militantes” (lo que en realidad significa solo que son “varones en edad militar”); esos asesinatos apenas merecieron ser mencionados.
Para obtener una visión total de la violencia estadounidense en el mundo, vale la pena formular una pregunta más amplia: ¿cuántos países en el mundo islámico ha bombardeado u ocupado EE.UU. desde 1980? La respuesta fue suministrada en un reciente artículo de opinión en el Washington Post del historiador militar y ex coronel del ejército de Estados Unidos, Andrew Bacevich:
“Mientras los esfuerzos de EE.UU. por “degradar y finalmente destruir” a los combatientes del Estado Islámico se extienden a Siria, la III Guerra de Iraq se ha transformado discretamente en el Campo de Batalla XIV del Gran Medio Oriente. Es decir, Siria se ha convertido en por lo menos el 14º país en el mundo islámico que fuerzas estadounidenses han invadido, ocupado o bombardeado, y en los cuales soldados estadounidenses han matado o han sido muertos. Y eso es solo desde 1980.La cuenta de Bacevich excluye el bombardeo y ocupación de otros países predominantemente musulmanes por aliados clave de EE.UU. como Israel y Arabia Saudí, realizados con crucial apoyo estadounidense. Excluye golpes contra gobiernos democráticamente elegidos, tortura, y encarcelamiento de personas sin acusación. También, por supuesto, excluye todos los demás bombardeos e invasiones y ocupaciones que EE.UU. ha realizado durante este período en otras partes del mundo, incluyendo Centroamérica y el Caribe, así como varias guerras por encargo en África.
Enumerémoslos: Irán (1980, 1987-1988), Libia (1981, 1986, 1989, 2011), Líbano (1983), Kuwait (1991), Iraq (1991-2011, 2014-), Somalia (1992-1993, 2007-), Bosnia (1995), Arabia Saudí(1991, 1996), Afganistán (1998, 2001-), Sudán (1998), Kosovo (1999), Yemen (2000, 2002-), Pakistán (2004-) y ahora Siria. ¡Vaya!.
Hay muchísimo más que decir sobre las facciones en Occidente que dedican una inmensa parte de su tiempo y atención a predicar contra el supremo primitivismo y violencia de los musulmanes. No hay bares gay en Gaza, proclaman los polemistas obsesivamente anti-islámicos– como si eso (en lugar de los niveles de violencia y agresión desencadenados contra el mundo) fuera el estándar más importante para juzgar una sociedad. Reflejando la determinada obsesión con la demonización de los musulmanes (exactamente al mismo tiempo, por coincidencia, sus gobiernos libran una incesante guerra contra países musulmanes y sus sociedades marginan a los musulmanes), notablemente dejan de mencionar las exitosas comunidades gay en sitios como Beirut y Estambul, o su ausencia en la cristiana Uganda. Empleando la táctica definidora de la intolerancia, gustan de destacar la peor conducta de individuos musulmanes como un medio para atribuirla al grupo en su conjunto, mientras ignoran (a menudo expresamente) la peor conducta de individuos judíos y / o sus propios grupos (citan de la misma manera los preceptos más extremos del Islam mientras ignoran los similarmente extremos del judaísmo). Eso es debido a que, como Rula Jebreal dijo a Bill Maher la semana pasada, si esos tan valerosos guerreros de la racionalidad dijeran lo que dicen de los musulmanes sobre judíos, serían despedidos.
Pero de todas las cosas que se puedan decir sobre este grupo, siempre la más sorprendente es que: esa misma gente, que gusta de denunciar la violencia del Islam como una especie de máxima amenaza, vive en países cuyos gobiernos desencadenan de lejos mucha más violencia, bombardeos, invasiones y ocupaciones que cualquier otro. No es más que un hecho.
Aquellos que en EE.UU. o el Reino Unido se dedican a arremeter interminablemente contra el mal del Islam, presentándolo como la fuente de la violencia y del mal (la “veta madre de las malas ideas”), mientras pasan muy poco tiempo hablando de las adicciones a la violencia y la agresión de sus propias sociedades, o sus propios impulsos religiosos y nacionalistas, han llegado al colmo del tribalismo auto-cegador. En realidad son semejantes a tener un vecino en tu propia calle quien constantemente asesina, roba y saquea, y luego pasar tu tiempo libre denunciando ostentosamente por sus malos actos a gente a miles de kilómetros de distancia. Una persona semejante sería considerada como intelectualmente auto-engañada, un término que también describe a las facciones políticas e intelectuales que imitan esa conducta.
La simple despreocupación con la cual Obama pidió ayer una nueva AUMF refleja cuán centrales, cuán comunes, son la violencia y el militarismo en la administración imperial del mundo por EE.UU. El que algunos ciudadanos de ese país se dediquen primordial si no exclusivamente a denunciar la violencia y el salvajismo de otros es una prueba más de cuán poderoso y auto-cegador es el tribalismo como impulso humano.
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Tomado de Rebelión
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