domingo, 29 de junio de 2014

La mayor revelación del Mundial de Brasil

Emir Sader, Público

Pese a los favoritos de siempre, ningún equipo ha logrado destacar de manera contundente más que los otros. Hasta el punto que, ya en su primera fase, el Mundial de Brasil ha traído muchas sorpresas. La primera de ellas es la precoz eliminación del combinado español, un equipo que ya había dado señales de que su mejor momento había pasado. La salida de Inglaterra, menos sorprendente que la anterior, también resulta inesperada. Más positiva es la participación de Costa Rica, que ha logrado el paso a octavos en el grupo más difícil.

Brasil y Argentina todavía no han jugado un gran fútbol, Alemania y Holanda comenzaron bien, pero no han mantenido el nivel, mientras que Francia ha ido de menos a más. Pero más allá de las críticas que se hayan podido hacer a los equipos nacionales, parece que desde el principio había una certeza: el Mundial de Brasil sería un caos.

Las fuentes parecían seguras: los medios de comunicación brasileños lanzaban al unísono mensajes alarmantes sobre todo lo que ocurría. Los corresponsales venían con sus informaciones ya elaboradas y parecían confirmarlas en el lugar de los hechos. Todo hacía prever lo peor.

Los estadios no estarán listos hasta 2038, titulaba literalmente la revista semanal brasileña Veja, —una de las publicaciones con mayor difusión en el país—, incapaz de imaginar cómo sería posible jugar partidos mientras 18 estadios estaban en proceso de construcción y con los problemas de todo orden que se anunciaban tenían.

En los aeropuertos reinaría el “caos aéreo”, proclamaban los medios opositores —prácticamente todos lo son—, los vuelos no serían capaces de cubrir la demanda, habría retrasos, los visitantes no llegarían a tiempo a los partidos, etc.

El transporte sería un obstáculo fundamental para que las cosas funcionaran bien. Embotellamientos, buses que no llegarían puntuales, equipos que se retrasarían para los entrenamientos y hasta para los partidos, hinchadas sin posibilidad de desplazarse, un caos terrestre.

Las manifestaciones, con gran participación popular y enfrentamientos diarios con la policía, pondrían en riesgo la disputa de los partidos y serían la tónica habitual durante la celebración del Mundial de Brasil. Los cineastas y fotógrafos venían con la consigna de poner tanto o más énfasis en esos choques que en los propios partidos.

Sin embargo, las sorpresa está siendo mayúscula para los visitantes que han ido llegando: los aeropuertos funcionan muy bien, prácticamente no hay retrasos de vuelos, todo lo contrario de lo que se anunciaba. Los 18 campos de fútbol, todos listos, muy bonitos, admirados por todos los que los han visitado, permiten que Brasil tenga el mejor conjunto de estadios en el mundo. El transporte terrestre funciona igualmente muy bien, cubriendo las necesidades que han podido surgir. En cuanto a las manifestaciones, han sido cada vez mas pequeñas, más inexpresivas, hasta el punto que ni los medios internacionales se ocupan de ellas.

La visión política de un país en plena crisis social se desvaneció en poco tiempo. La declaración del Ministerio de Relaciones Internacionales de Alemania de que Brasil sería “un país de alto riesgo” suena ridícula. Los jugadores alemanes y la hinchada de ese país son de los que más se divierten, sin problema alguno.

La operación política de generar una imagen caótica de Brasil tuvo el efecto boomerang. Como la gente llegaba con la peor de las expectativas, todos elogian todavía mucho más lo que se encuentran. Y se confirma lo que dijo Lula: tienen un encuentro extraordinario con lo mejor que tiene Brasil, su pueblo.

Cualquiera que sea el resultado del Mundial, Brasil ya ganó, fuera del campo, el Mundial del 2014. Le dio la vuelta a una odiosa campaña –consciente por parte de los que discrepan de las políticas del Gobierno brasileño, ingenua por parte de los que simplemente han reproducido lo que los grandes medios decían— en su contra y sale con su imagen fortalecida del Mundial del 2014.

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