martes, 18 de febrero de 2014

Larry Elliott: La próxima crisis podría llegar pronto

Larry Elliott, Sin Permiso

Las crisis financieras se repiten cada siete años como media. Tuvimos el crac del mercado bursátil de 1987, el derrumbe del mercado emergente a mediados de los años 90, el reventón de la burbuja de las puntocom en 2001 y el colapso de Lehman Brothers en 2008. Si la historia sirve en algo de guía, la próxima crisis debería llegar próximamente en algún momento.

El hecho de que los mercados financieros estén apostando por que la recuperación global se convierta en algo más firmemente establecido en los próximos dos años no significa verdaderamente gran cosa. En torno al cambio de milenio los inversores se negaron a hacer caso de las advertencias de que las acciones de las tecnológicas estaban extremadamente sobrevaloradas. Ben Bernanke despreció la idea de que el mercado de hipotecas “sub-prime” era un estropicio que estaba cantado y se negó a admitir la idea de que un problema del mercado inmobiliario norteamericano pudiera tener ramificaciones globales.

Vamos a proceder entonces a un experimento mental. Asumamos que el FMI, el Banco Mundial y los mercados financieros se equivocan todos ellos cuando dicen que los EE.UU. se encaminan a un periodo de robusto crecimiento, que Europa está convaleciente y que China puede llevar a cabo la transición a una economía con menor planificación centralizada sin un brusco aterrizaje.

Hay razones para pensar (empresas con mucha liquidez, más de un lustro de políticas económicas de ultraestímulo, la copiosa provisión de nuevos avances científicos) que el consenso está en lo cierto y que el pronóstico para varios años es de crecimiento regular y sostenido. Pero imaginemos por un momento que el consenso se equivoca y que la economía global sigue sujeta al ciclo familiar de los siete años.

En estas circunstancias hay que hacerse tres preguntas. La primera es dónde resulta probable que tenga la crisis su origen, y en esto el dinero avispado se decanta por los mercados emergentes. Los datos económicos de China no son siempre fiables al 100% , pero queda claro que las restricciones al crédito están teniendo repercusiones. La segunda mayor economía del mundo se va ralentizando y probablemente con algo más de rapidez de lo que sugerirían las cifras oficiales. Otros mercados emergentes – India, Brasil, Turquía – parecen, si acaso, aun más vulnerables si los mercados responden de forma negativa a los movimientos políticos de los EE. UU. La velocidad a la que Reserva Federal vaya reduciendo su estímulo mensual dependerá de las condiciones de los EE.UU., no del resto del mundo y es real el potencial de evasión de capitales de países con grandes déficits por cuenta corriente.

La segunda pregunta consiste en saber con qué medidas se respondería si esa segunda conmoción se produjera antes de que la economía global se hubiera recuperado de la primera. Tradicionalmente, los bancos centrales y los ministerios de finanzas utilizan el alza para reabastecer sus arsenales. Elevan los tipos de interés para que puedan rebajarse cuando los tiempos sean duros y reducen el déficit presupuestario para que puedan apoyar la demanda mediante recortes de impuestos o aumentos del gasto público.

Un renovado acceso de turbulencia comenzaría con tipos de interés a niveles ya históricamente bajos, déficits presupuestarios altos y bancos centrales repletos de bonos comprados con sus programas de ajuste cuantitativo. La política monetaria convencional ya ha dado bastante de sí y parece haber pocas ganas de expansión fiscal coordinada, de modo que la opción consistiría en una política monetaria nada convencional en forma bien de mayor ajuste cuantitativo, bien de lanzamiento de efectivo desde helicópteros.

Un documento de trabajo del Banco de Inglaterra, uno de cuyos autores es David Miles, uno de los nueve miembros del comité de política monetaria de la calle Threadneedle [sede del Banco en la City londinense] sugiere que el ajuste cuantitativo puede ser eficaz cuando los mercados financieros son disfuncionales, como sucedería casi con certeza en caso de una segunda parte de la crisis más grave de los últimos cien años.

Miles también prevé, un tanto heroicamente, que la relajación del ajuste cuantitativo tendrá poco o nulo impacto sobre la economía real, puesto que sucederá cuando los mercados ya no sean disfuncionales. Cuándo llegará ese bendito día está por ver.

La última pregunta, que pone de relieve el estudio sobre el mercado del empleo global publicado ayer por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), es qué suerte de repercusiones tendría una segunda recesión sobre un tejido social ya en tensión. El desempleo está aumentando, los empleos que se crean son insuficientes para enfrentarse a las demandas de la población mundial en aumento y se ha atascado la mejoría respecto a la pobreza de los que trabajan.

Tenemos todos los ingredientes del descontento social, razón por la cual a Guy Ryder, de la OIT, no le falta razón al pedir a las empresas que empleen sus crecientes beneficios en inversiones productivas en lugar de usarlos para la recompra de acciones.
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Artículo publicado originalmente en The Guardian

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