domingo, 15 de julio de 2012

Quienes se apresuraron a celebrar los resultados de la Cumbre del viernes 29 de junio, ni siquiera comprenden la crisis de la política europea

Wolfgang Münchau, Sin Permiso

¿Triunfo de Monti, derrota de Merkel? ¡Ni hablar! En la Cumbre de la UE de la pasada semana, la Canciller no cedió en ninguna posición decisiva. Lo que también significa: la probabilidad de que la Unión Monetaria se desintegre, lejos de disminuir, ha aumentado.

Para unos, el viernes 29 de junio trajo el desbloqueo. Se alegran de que Monti pusiera contra las cuerdas a la Canciller en el Consejo Europeo, obligándola a una serie de concesiones. Para otros, fue un viernes catastrófico. Angela Merkel había dibujado en la arena una serie de líneas rojas, dos de las cuales fueron rebasadas. La CSU [bávara] amaga incluso con romper la coalición de gobierno.

No estoy de acuerdo con ninguna de estas interpretaciones. Lo que se dio fue un combate de boxeo con sombras. Monti no ha vencido, y Merkel no ha cedido en nada significativo. Las compras de deuda a través del paraguas protector del Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEE), acordadas en la cumbre, carecen de todo sentido mientras el MEE disponga sólo de 500 mil millones de euros. Italia tiene deuda por valor de 2 billones de euros; la de España monta 800 mil millones. La única institución que podría llevar a cabo en Europa compras de deuda por esos enormes montantes es el Banco Central europeo (BCE), porque está en posesión de recursos infinitos. Pero al BCE, salvo en situaciones excepcionales muy definidas, no le está permitido comprar deuda de los Estados. Ni tiene tampoco voluntad de hacerlo.

La otra decisión tomada en Bruselas consistió en permitir que el paraguas protector del MEE pueda ayudar directamente a los bancos. Pero eso sólo podrá ocurrir cuando se haya acordado una supervisión bancaria común. Lo que tampoco se logrará antes de 12 meses. Yo apuesto a que Angela Merkel tiene ideas muy distintas a las de sus colegas meridionales sobre lo acordado entre todos. Es lo más seguro que quienes se apresuraron a celebrar los resultados de la Cumbre del viernes 29 de junio, ni siquiera comprendan la crisis de la política europea. Tampoco quienes salieron decepcionados.

El paquete de medidas acordadas en las primeras horas de la mañana del viernes fue un triunfo del parecer sobre el ser. La positiva reacción de los mercados el mismo viernes no debería sorprender a nadie. Hasta ahora, los mercados han reaccionado alegremente ante casi todas las cumbres, hasta que han empezado a leer la letra pequeña de los acuerdos, o a reflexionar un poco sobre los mismos. Por lo demás, los agentes de los mercados, como los reyes del esquí, se las prometen felices con los descensos de intereses del BCE y de la Fed estadounidense. La cumbre de la UE no era, así pues, la única invitación a la euforia.

En los tres últimos años habría podido ganarse mucho dinero apostando a una subida de los mercados tras cada cumbre europea seguida de una fase de retraimiento. Esa fase ha empezado ya esta misma semana. Los intereses de la deuda italiana y española vuelven a subir, y mi predicción es la siguiente: la fase de aguda de la crisis volverá este mismo verano. Si el jueves el BCE vuelve a bajar los tipos de interés [como efectivamente ocurrió; T.], entonces no habrá ya nada más que pueda alegrar a los mercados. Habrá, entonces, mucho tiempo para reflexionar. Los mercados han reaccionado a menudo con retraso en la euro-crisis; pero cuando lo han hecho, han sido siempre inclementes.

La probabilidad de una desintegración del euro ha aumentado

Cuando regrese la crisis, ¿podrá Monti volver a presionar a Merkel? ¿Se rebasará la siguiente línea roja y dará Merkel una licencia bancaria al MEE, permitiéndole hacerse con todo el dinero del BCE que precise? ¿Cederá también en el asunto de los eurobonos? Me parece improbable. El problema es que la Canciller federal ha terminado por quedar encajada en un rincón del que apenas hay posibilidad de escapar.

La sentencia del Tribunal Constitucional alemán, cuando llegue, no hará verosímilmente sino enquistar la posición alemana. No quiero decir que el alto Tribunal vaya a declarar inconstitucional la ley del MEE. Podría ser, pero no lo espero. Sí espero, en cambio, que el Tribunal reduzca todavía más el margen de maniobra del gobierno federal. Con la política de rescate nos hallamos ya desde hace mucho tiempo en la zona gris del derecho constitucional alemán. Yo ni siquiera excluiría que el Tribunal entrara a limitar retroactivamente las decisiones tomadas en la cumbre. Me sorprendería, por ejemplo, que el Tribunal Constitucional se tragara sin más la recapitalización bancaria directa por parte del paraguas protector. Tampoco se ensanchan los márgenes de maniobra políticos, como se infiere de las reacciones de los liberales y de los cristiano-sociales bávaros. Y precisamente en esa coyuntura se debilita la economía mundial, desde los EEUU hasta la China. Eso significa un empeoramiento inmediato de la dinámica de la crisis. En los Estados con problemas de la UE fracasarán todos los objetivos presupuestarios fijados para este año, y las deudas seguirán creciendo.

Yo no veo otra solución que la de la introducción de los eurobonos, o cuando menos, una ampliación del paraguas protector. No habrá ninguna de las dos cosas mientras no cambie el estado de la opinión jurídica y política en Alemania.

Infiero, entonces, que la probabilidad de una desintegración del euro ha aumentado todavía más después de la Cumbre.
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Wolfgang Münchau es coeditor del Financial Times en Londres y columnista estrella del más importante semanario alemán, el Spiegel de Hamburgo.

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