Economía Crítica
Recortar para destruir los servicios públicos básicos, reformar para despedir trabajadoras sin límites y rescatar para socializar las pérdidas del mismo sector financiero que desencadenó la crisis. La agenda de medidas que se nos ha impuesto está marcada por un nuevo ciclo de ajuste neoliberal. Después de tres décadas de sufrirlo con la excusa del crecimiento, llegada la crisis el ajuste se ha vuelto definitivamente permanente. Más de lo mismo pero con una renovada intensidad. Estafa de crisis que no hace sino acelerar las tres “R” a la moda. A ministros, directivos y burócratas de la Troika se les llena la boca con la inevitabilidad de sus Recortes, Reformas y Rescates. No quieren oír los gritos que desde la calle luchan para impulsar un cambio y que están levantando los cimientos de propuestas concretas, unitarias y radicales para salir del capitalismo en crisis. La descarada connivencia de nuestros gobernantes con los mal denominados mercados nos precipita hacia un abismo económico y social y debemos actuar YA.
En efecto, la UE, y todos sus gobiernos, entre ellos los nuestros (el pasado y el presente), se han convertido en los alumnos aventajados del FMI, la institución que los años ochenta y noventa fue azote de tantos países de África, América Latina y Asia que perdieron unas décadas que jamás han recuperado. Se hace evidente que el resultado aquí va a ser el mismo que allí: recuperación de la insaciable rentabilidad empresarial a costa de una profundización evitable de la recesión productiva y una pérdida sin par de derechos laborales y sociales.
El rescate de Bankia es la última pieza de un puzzle que ya estaba montado. Los recortes del gasto público se suceden, a nivel estatal y autonómico, obviando que las cifras de deuda pública española sobre el PIB siguen siendo unas de las más bajas de toda la UE. Y al mismo tiempo que se excusa la destrucción de la educación y sanidad de todas en la supuesta insostenibilidad de los gastos que conllevan, no se duda en utilizar el Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria para socializar las pérdidas de un sector financiero que ha privatizado durante años sus pingües beneficios mientras fomentaba un modelo de crecimiento, este sí, totalmente insostenible.
Para justificar lo injustificable economistas y tertulianos intentan argumentar que el saneamiento del sector financiero, con el objetivo de que vuelva a inyectar crédito a la actividad productiva, es la condición para recuperar el crecimiento. Sin embargo, este argumento no se apoya en la realidad. Entre otras cuestiones, para lo único que la banca ha utilizado las facilidades financieras dadas por el Banco Central Europeo desde el comienzo de la crisis no ha sido para estimular la economía, sino para especular con la deuda pública, haciéndola aún más injustamente gravosa.
De manera paralela, la última reforma laboral aprobada por el gobierno del Partido “Anti-Popular” ha puesto en marcha un auténtico atentado contra las clases trabajadoras (perfectamente explicado en varios de los artículos que se incluyen en este número), que se une a los recortes de derechos ya iniciados por el del PSOE. La excusa que ponen en este caso es la necesidad de incrementar la competitividad externa de nuestra economía, obviando que ésta tiene que ver más con la estructura sectorial del modelo de producción, actualmente primaria, deficitaria e insostenible, que con los costes laborales..
Se argumenta que el recorte de derechos sociolaborales y, con ellos, de los salarios permitirá incrementar la contratación y con ella reducir el paro. Sin embargo, mientras nuestro presidente se atreve a afirmar que “austeridad y crecimiento no son incompatibles”, la vuelta del PIB a cifras negativas y lo inhumano del incremento de las cifras de paro muestran a las claras la absoluta falta de eficacia de estas medidas: la leve recuperación de las exportaciones, insostenible a largo plazo, dada la generalización de estas eRRRadas medidas a lo largo y ancho de Europa, no logra compensar la caída de la demanda interna, lastrada por los recortes y sobre todo por la profundización de la nada equitativa distribución de la renta existente en nuestra sociedad desde tiempo atrás.
En realidad, cualquier economista que se plantease seriamente la cuestión, llegaría a la conclusión de que la única alternativa frente a este continuado despropósito es una apuesta por una doble alteración de nuestro modelo productivo: primero, de su patrón distributivo, en especial en lo que al reparto de la renta nacional entre beneficios y salarios se refiere; y, segundo, del mismo aparato de las relaciones sociales de producción, dotándole de una base pública (que no necesariamente estatal) apoyada sobre una socialización del control (que no de las pérdidas) del sector financiero. Medidas, éstas, que están totalmente interrelacionadas. Además, se requiere una apuesta decidida por sectores no deslocalizables (o relocalizables) que produzcan bienestar, intensivos en (la) fuerza de trabajo capacitada (que somos) y que sean la base de una transformación hacia una economía, sostenible social y ecológicamente, generadora de empleos decentes.
Sin embargo, lejos de abrir un debate sobre estas alternativas no sólo posibles, sino sobre todo necesarias, la guinda al proceso de ajuste que estamos sufriendo ha sido la aprobación de una reforma del estatuto de RTVE que le va a permitir al gobierno del PP designar en solitario a su director. Como es obvio para toda persona que no sea cómplice de lo que está ocurriendo, esto no es sino un descarado intento de evitar que se visibilice la falta absoluta de solidez de los argumentos que justifican la dislocación económica y social puesta en marcha.
Ante esta coyuntura, en la que mientras todo lo relatado ocurre las principales empresas del país no dejan de anunciar incrementos de beneficios, no parece que las elites dominantes vayan a bajarse por las buenas del carro de la dictadura de los mercados en el que nos han instalado. Por tanto, abolida toda legitimidad de este régimen en absoluto democrático, necesitamos un plan de acción. O más bien planes, en plural, entendidos como una compilación de luchas y procesos con un rumbo común que nos permita salir del capitalismo. Y esto es URGENTE, pero REQUIERE TIEMPO.
Esto es urgente porque debe llevarse a cabo antes de que nuestras sociedades caigan en la apatía y la desorientación. Hay que ponerse a andar desde ya para que las estructuras productivas generadoras de una nueva economía equitativa y sostenible no se atrofien y puedan canalizar las descapitalización actual de las pequeñas y medianas empresas convencionales en crisis, empezando cada cuál por nuestros entornos locales y próximos. Porque también puede llegar un momento, muy peligroso, en el que las esferas múltiples del cuerpo social no puedan resistir las embestidas del capital y queden sometidas a la marea regresiva y populista. Tenemos que hacernos fuertes, solidificar nuestras redes, desde lo íntimo y cercano hasta las estrategias más amplias de organización e intervención.
Y esto requiere tiempo, porque no se pueden encontrar precipitadamente las pistas de trabajo en común para armar nuevas relaciones económicas liberadas de los actuales grilletes del patriarcado, el capitalismo y de sus gobiernos títeres. Eso estamos aprendiendo desde hace más de un año en el 15M. Menos aún cuándo estas lineas de construcción se tienen que enfrentar cada viernes a nuevas embestidas del frente neo-caciquil que trata de dictar nuestros designios en cada Consejo de Ministros. No en vano, es aquí dónde aparece el riesgo serio de que acabemos todas sumidas en un activismo sin reflexión, efímera vivencia que suele preceder a la reflexión sin acción.
Las economistas críticas, como comunidad heterogénea compuesta de organizaciones, redes y, sobre todo, personas, podemos aportar desde lo concreto pistas de intervención desde y para la práctica. Intuiciones, estudios e investigaciones militantes, diálogos, informes, dosieres y puntos de vista que vayan imaginando un replanteamiento de la vida económica y empresarial, de las actividades y trabajos y su organización en base a nuevos principios y mecanismos, enmarcados en unas relaciones justas y solidarias entre clases, pueblos y sexos. Herramientas útiles para la gente, no para los analistas de salón o los académicos aislados, sino para las trabajadoras y parados, desde la obra o el bar hasta lo más intimo del cuidado. Personas y colectivos, familias, organizaciones, empresas, asociaciones, asambleas o redes que se preguntan una vez más: ¿qué hacer?. Porque muchas somos las personas que creemos que, mientras las malas noticias se suceden y se generaliza una falsa percepción neothatcheriana sobre la inevitabilidad de la actual deriva de la economía, es posible impulsar una alternativa viable. Es ahora más urgente que nunca.
Como dice el ilustre Jose Luis Sampedro «Otro mundo es seguro». Por tanto que no nos pille desprevenidos. “Pensemos el 2030 desde ya” nos decía Ramón Fernández Durán. Abonemos cada día senderos convergentes de gentes de buena fe, de movimientos de ruptura con el actual orden impuesto. Seamos capaces de analizar cada situación concreta y seguir adelante para que se vayan sentando los cimientos de una economía basada en la justa sostenibilidad y en la dignidad de todas las personas. Pese a quién pese, desobedeciendo la leyes y los poderes que corresponda y cueste las hostias que cueste. Cómo decía el poeta “¡A cabalgar, hasta enterrarlos en el mar!”.
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