lunes, 23 de mayo de 2011

¿Economía política o “ciencia económica”? - Una crítica a la doctrina Neoliberal

La doctrina neoliberal enjauló el libre pensamiento de la política económica. No sólo no ha habido una autocrítica, sino que se avanza en el intento de formar economistas menos capaces aún de descubrir las relaciones de poder.

La deshumanización


Por Mariano Kestelboim *

En contra del proceso de recuperación de la soberanía nacional, iniciado tras la gran crisis de la convertibilidad, la propuesta de reforma del plan de estudios de la carrera de la Licenciatura en Economía de la Universidad Nacional de La Plata representa un anacrónico intento de profundizar el arraigo de nichos de antidesarrollismo.

Detrás de la engañosa bandera del liberalismo, se pretende incorporar en el programa una más rigurosa matematización, derivada de abstracciones, que operan bajo supuestos simplificadores de la realidad. De ese modo, los propulsores de la reforma buscan recortar de la disciplina buena parte del contenido social, político, histórico y de los principales instrumentos metodológicos para el desarrollo de investigaciones.

La estrategia para encubrir los cambios consiste en agregar un sistema de asignaturas optativas. De un total de quince materias bajo esa nueva modalidad, los alumnos deberían aprobar diez para cumplir el programa. No obstante, de las quince materias propuestas como no obligatorias, trece de las que tienen contenidos sociales o instrumentos de investigación básicos pasarían a ese sistema, quedando sólo cuatro bajo el régimen obligatorio de veintidós materias. Además, la carrera se acortaría en casi un 10 por ciento, lo que estimularía más la realización de cursos arancelados de posgrado. Asimismo, el nuevo plan pretende seguir orientando las capacidades de los estudiantes a desarrollar el lucro privado individual, a pesar de que esa fórmula alimentó la decadencia de economía nacional.

Ahora bien, las políticas económicas neoliberales, caracterizadas por su valorización de las reglas de mercado como ordenadoras del funcionamiento de la sociedad, se impusieron en el país desde el terrorismo de Estado a mediados de los años setenta. No obstante, su estrategia fue integral; operaron, de modo simultáneo, no sólo invadiendo la “ciencia económica” (así renombraron a la economía política) sino también afectando la prensa, la cultura y la administración pública. Esas áreas fueron complementarias para cumplir los objetivos de desintegrar la industria, romper con la organización obrera, despolitizar a la sociedad, exacerbar el consumismo, promover el individualismo, controlar los recursos nacionales y desprestigiar el rol del Estado.

Lo sorprendente del poder antidesarrollista ha sido tanto el ocultamiento de las relaciones de fuerza como también el mantenimiento de su legitimidad, a pesar de su ineficacia para responder a favor de los intereses nacionales en las crisis. En efecto, mientras el país ingresaba, desde 1998, a la peor recesión de su historia, el monopólico paradigma neoliberal no era capaz de ofrecer explicaciones consistentes y propuestas de cambio que no agravaran la creciente depresión y desigualdad social.

Recién en la última fase de la crisis surgió el Plan Fénix, que constituía el primer espacio académico que, sin salirse de la lógica capitalista, trataba un plan, publicado en diciembre de 2001, de recuperación de la economía alejándose de la ortodoxia.

La consolidación del neoliberalismo se logró, principalmente, a través de la admiración a los centros de poder mundial de una academia dominante y vacía de nacionalismo. Ella desacreditó a todo aquel que se animara a desafiarla. A su vez, su lógica discriminatoria se ha ido reforzando a través de premios (becas, subsidios y pasantías) que las universidades de las naciones más desarrolladas otorgan a los graduados con mejores promedios de los países periféricos, quienes perfeccionan su estoico conocimiento en sus casas matrices.

Las inconsistencias del modelo de estudio neoliberal han fracasado también en el resto del mundo. La crisis internacional actual y los enormes costos sociales que acarrea son una clara muestra de la incapacidad de la teoría neoliberal para prevenir las crisis y diseñar políticas que las resuelvan. De hecho, hoy en el mismo mundo desarrollado se están replanteando estas cuestiones. En consecuencia, el plan de estudios propuesto revela la gran desactualización de sus impulsores.

Lamentablemente, los contenidos debatidos en la universidad platense agravarán la deshumanización del estudio de la disciplina. La doctrina neoliberal enjauló el libre pensamiento de la política económica a través del estudio encriptado de una pretendida ciencia dura. La academia está en deuda. No sólo no ha habido una autocrítica, sino que hay quienes avanzan en el intento de formar economistas menos capaces aún de descubrir las relaciones de poder. Si no los detenemos, ellos estarán más obstaculizados en el cumplimiento de su principal deber profesional: desarrollar investigaciones sobre los problemas existentes y potenciales que permitan elaborar políticas públicas que alteren relaciones de fuerza y generen cambios estructurales promotores del desarrollo.

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* Mariano Kestelboim, es Economista de la Gran Makro y director de la Fundación ProTejer.
Tomado de Página 12

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