jueves, 31 de octubre de 2019

La guerra de Sebastián Piñera y su gobierno en Chile


Marcos Roitman Rosenmann, Público

Mientras el pueblo chileno se desangra y sus recursos se venden al mejor postor, Sebastián Piñera declara que el país está en guerra “contra un enemigo implacable, que no respeta a nadie ni a nada, que está dispuesto a usar la violencia y la delincuencia sin ningún límite”. Empresario de la generación pinochetista, realizó su fortuna en tiempos de la dictadura. Su hermano José, quien ocupó las carteras de Trabajo, Previsión Social y Minería con Pinochet, fue su mentor y escudo. La dictadura fue el espacio donde creció al amparo de los crímenes de lesa humanidad. Su condición de hermanísimo era suficiente. Sebastián no desaprovechó la ocasión. Defraudó, robó y acumuló capital gracias al negocio de las tarjetas de crédito, convirtiéndose en uno de los hombres más ricos de Chile. Mientras tanto, José, el ministro, privatizó la seguridad social, liberalizaba el mercado laboral y creaba el sistema privado de pensiones, para regocijo de bancos y financieras. Reconocido como gurú de las pensiones privadas, el gobierno de José Maria Aznar lo llamó, prestando sus servicios al Partido Popular. Sin empacho, en colaboración con Alejandro Weinstein, patrocinado por la CEOE y el Círculo de empresarios, publico el recetario: Una propuesta de reforma del sistema de pensiones en España. Manuel de culto de la derecha española. Tampoco perdió el tiempo en Chile, redactando en 2005, el libelo contra el gobierno constitucional de Salvador Allende: Una casa dividida, como la violencia política destruyó la democracia en Chile. Sus recomendaciones finales han marcado el quehacer de su aplicado hermano: “ He escrito este ensayo como una contribución a la causa de que nunca más se quiebre la democracia en Chile, para lo cual estimo imprescindible conocer las razones que la destruyeron y concordar hacia el futuro tres principios fundamentales para una convivencia pacífica: a) bajo ninguna circunstancia, con ninguna justificación, y en ninguna forma, un grupo debe propugnar, y mucho menos iniciar, la violencia como mecanismo de cambio económico, social o político bajo un régimen democrático, b) iniciada la violencia por algún sector, ella debe ser atajada de inmediato por el gobierno de ese momento, dentro de la ley pero aplicando toda la fuerza de la ley, y c) el rechazo a los que propician y ejercen la violencia, y el apoyo al gobierno que la combate con mano firme, debe contar con el apoyo unánime y decidido de la sociedad política y sociedad civil.”

miércoles, 30 de octubre de 2019

La explicación económica de la revuelta en Chile


Umberto Mazzei, Alai

Un amigo me cuenta que en la OCDE están perplejos sobre lo que sucede en Chile y que tratan de contradecir la realidad distribuyendo datos sobre las cifras macroeconómicas de Chile porque Chile es un alumno modelo de la escuela neoliberal desde la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990) y en efecto el crecimiento económico de Chile como país es indudable y hoy día es uno de los países más ricos de América Latina. Quienes no entienden el descontento es que no han leído a Sismondi.

La escuela neoliberal de Chicago es sólo la última proyección de la doctrina que David Ricardo, quien distorsionó los principios casi naturalistas de Adam Smith. Para asombro de algunos izquierdistas poco leídos. El descubrimiento más importante de Adam Smith es que la fuente de la riqueza no es el oro (mercantilismo) ni la tierra (fisiócratas). ¡Smith encuentra la fuente de la riqueza en el trabajo!

Ricardo (era agente de aduanas) aboga por derogar las Corn Laws que protegían la producción inglesa y abrir las puertas a la importación de trigo barato (ruso y polaco) para abaratar el precio del pan; no para favorecer a los trabajadores, sino para favorecer a los patrones, porque con eso el costo de la subsistencia baja y se pueden reducir los salarios, para aumentar el beneficio que la producción deja a la clase patronal. Ese es más o menos el razonamiento original de Ricardo que lo lleva a abogar por el libre comercio y la ausencia de injerencia del gobierno en la economía.

martes, 29 de octubre de 2019

Chile quiere una Asamblea Constituyente


María García Arenales, Sin Permiso

La manifestación del viernes pasado fue considerada la mayor desde el fin de la dictadura chilena; organizaciones sociales se unen para exigir una Asamblea Constituyente en Chile.

Para poder entender por qué miles de personas, principalmente jóvenes, protestan en las calles de Chile desde el 6 de octubre basta con escuchar una breve conversación telefónica entre la primera dama del país, Cecilia Morel, y una amiga.
“Adelantaron el toque de queda porque se supo que la estrategia es romper toda la cadena de abastecimiento [...] intentaron quemar un hospital y tomarse el aeropuerto, o sea, estamos absolutamente sobrepasados. Es como una invasión extranjera, alienígena, no sé cómo se dice, y no tenemos las herramientas para combatirla. Por favor, mantengamos nosotros la calma, llamemos a la gente de buena voluntad, aprovechen de racionar la comida, y vamos a tener que disminuir nuestros privilegios y compartir con los demás”
, dijo la esposa del presidente Sebastián Piñera.

Se trata de un audio de Whatsapp, de menos de un minuto de duración, que fue filtrado en la tarde del domingo. Más tarde, el martes, Morel lamentó en Twitter su “desacierto” y dijo que al sentirse “sobrepasada por las circunstancias hizo que su estado de ánimo personal pareciera el de un estado general de gobierno”. En esa misma red social añadió que Chile no está para más divisiones e instó a que todos los actores de la sociedad trabajen por “disminuir la desigualdad y ser más humildes”.

Pero lejos de calmar los ánimos, las palabras de la primera dama sólo generaron polémica y añadieron más leña al fuego. Porque no se trata de un simple desacierto, ni de una invasión alienígena, como indicó Morel, sino de una auténtica desconexión entre las élites políticas y empresariales chilenas y el resto de la población, los sectores populares.

lunes, 28 de octubre de 2019

Revuelta popular en Chile


Karol Morales, Viento Sur

Tal como se ha difundido ampliamente, el alza de la tarifa del metro –el principal medio de transporte público en la capital– sumado a las insultantes declaraciones de los ministros de gobierno en torno a las necesidades sociales fueron la gota que colmó el vaso de la sociedad chilena. Con ella comenzaron las manifestaciones hace más de una semana en las calles de varias ciudades del país.

"No son 30 pesos, son 30 años." Así reza uno de los múltiples virales compartidos en las redes sociales, en referencia a los 30 pesos de aumento del pasaje de metro versus los 30 años de “transición a la democracia”, pactada en el plebiscito de reforma a la Constitución de 1989 entre los partidos políticos (todos menos el Partido Comunista, por entonces todavía ilegalizado) y el régimen militar. Es precisamente esa democracia pactada, tutelada y amarrada a los pilares dictatoriales consagrados en la Constitución pinochetista aún vigente en el país la causa del enorme malestar contenido, que ahora explota con una fuerza inusitada.

La superexplotación de la fuerza de trabajo, con bajos salarios sostenidos por la negación de la negociación colectiva sectorial y el derecho a huelga efectiva; la privatización de los recursos naturales y el caso único en el mundo en que el agua es un bien privado; la inexistencia de un sistema de seguridad social que se expresa en la administración privada y lucrativa de los ahorros individuales para pensiones vía las Administradoras de Fondos de Pensiones (Afp); el desmantelamiento de la educación pública y la enorme deuda educativa para acceder a la educación superior son algunos de esos pilares dictatoriales sostenidos y profundizados por los gobiernos del duopolio (las dos principales fuerzas políticas de Chile: derecha y ex-concertación o centro-izquierda) que dan como resultado un Chile con índices macroeconómicos que lo sitúan en el club de los países de altos ingresos, pero con una enorme y dolorosa desigualdad.

Chile, la revuelta popular que tardó 20 años en estallar


Alfredo Jalife-Rahme, La Jornada

Se puede discutir si la revuelta chilena debió haber ocurrido hace 20 años –pronosticada por el economista del MIT y funcionario del FMI Rudiger Dornbusch, quien decretó otra década perdida para Latinoamérica, incluyendo Chile (https://bit.ly/31BaOsc)– o hace cinco años (https://bit.ly/35T9jJr) cuando aduje que el estallido del mito chileno era inevitable (https://bit.ly/2JilnKg).

Rudiger Dornbusch colocó en forma despectiva a Chile hace 20 años –con todo y el experimento de los Chicago Boys que Milton Friedman catalogó de milagro– como un restaurante de quinta.

Dornbusch fue maestro de dos fracasados secretarios de Hacienda itamitas: Pedro Aspe y su pupilo Luis Videgaray encargado de la ignominiosa reforma energética en México y quienes, por lo visto, no le hicieron caso a su maestro en Boston debido a su adicción al pernicioso modelo neoliberal que hoy hace agua por doquier.

domingo, 27 de octubre de 2019

Cuando un sistema enseña a saquear


Enrique Winter

Como millones me entusiasmé con la rabia legítima de quienes volvieron a manifestarse. Con una claridad abrumadora, el capitán de la selección de fútbol se refirió el sábado a la excesiva apropiación de plusvalía detrás de esta rabia: “Vendieron a los privados nuestra agua, luz, gas, educación, salud, jubilación, medicamentos, nuestros caminos, bosques, el salar de Atacama, los glaciares, el transporte. ¿Algo más? ¿No será mucho? No queremos un Chile de algunos pocos. Queremos un Chile de todos. Basta”. Agrego aquí una asimetría sencilla que había de explotar: tenemos un país con tarifas del primer mundo y sueldos del tercero.
El detonante fue un alza en el pasaje del metro que apenas supera el valor de un euro y que ya fue revocada. Si uno compara esta tarifa con la de otros países y considerando la calidad del servicio dista de ser un alza inaceptable, pero en los demás existen descuentos semanales, mensuales y de grupos desprotegidos. Sorprende que nadie haya trasladado el problema desde el boleto unitario al saqueo acumulado del trabajador que debe cruzar la ciudad todos los días, o al componente sexista de una tarifa que perjudica a la trabajadora una segunda vez al no ofrecer el pase diario que le evitaría pagar el doble y el triple que los hombres por cada pasada al consultorio, escuela y mercado de las labores de la crianza comúnmente cargadas por ellas.

Las empresas privadas proveen el transporte, la electricidad y otros servicios de muchos países, pero con una regulación extensiva en protección de los usuarios, pues se reconoce que tratan con derechos humanos básicos. En Chile, en cambio, conocemos los saqueos con los cuales se arreglaron las ventas de las empresas estatales, y en varios de ellos, recuerden el caso Chispas o el banco de Talca, participó el actual presidente de la república. En los últimos años han procesado a varios de sus ministros por situaciones similares. Se trata de un gobierno que ha llegado ahí, entre otros factores, gracias a una suma de saqueos profusamente documentados y permitidos por el sistema. A sus votantes les prometieron más riqueza sin decirles cómo se logra honradamente y han hecho lo posible porque ni siquiera se enteren eliminando las cátedras escolares de filosofía, educación cívica e historia. Si no es ahí, ¿dónde enseñará el Estado a no robar a sus ciudadanos?

Noam Chomsky: «Era previsible tras 40 años de saqueo neoliberal a la población»


Xan Pereira Castro, desInformemonos

Noam Chomsky, lingüista, filósofo, politólogo y activista estadounidense, es ampliamente reconocido como una de las figuras intelectuales más importantes del siglo por su activismo político, caracterizado por una fuerte crítica del capitalismo contemporáneo y de la política exterior de los Estados Unidos. Por ese estatus, siempre es interesante saber su opinión sobre la política internacional y económica, y en consonancia con esto, se ha referido la crisis política y social que se ha desatado en Chile.

En una entrevista con El Mostrador, Chomsky afirmó que no le sorprende para nada lo que ocurre en el país latinoamericano, ya que los hechos “eran perfectamente previsibles tras el asalto neoliberal a la población en los últimos 40 años, verificadas constantemente en todo el mundo”.

El intelectual agregó que uno de los principales riesgos en la actualidad es que esa ira, esa rabia, está “creando oportunidades para los demagogos de ultraderecha como Trump, Bolsonaro, Orban, Salvini y otros que buscan desviar la ira justificada hacia chivos expiatorios, como inmigrantes, negros, musulmanes, etcétera. Una táctica milenaria, con graves consecuencias”.

viernes, 25 de octubre de 2019

Chile: Tres escenarios probables que se abren


Paul Walder, Rebelión

“No son 30 pesos, son 30 años”. Esta consigna, levantada entre cientos de pancartas durante unas movilizaciones que tienen perplejo al país, expresa un clima, una percepción temporal. A casi una semana del estallido del 18 de octubre, que algunos artistas y creadores han comenzado a llamar la Revolución de Octubre, vemos pasar en nuestras conversaciones, en las lecturas y declaraciones, los procesos e incidentes políticos y económicos de los últimos 30 años. En una semana han caído máscaras, ídolos con pies de barro, el discurso del mercado como el dogma religioso de un orden que ha cruzado generaciones y demuestra, minuto a minuto, su impudicia y falsa moral. El modelo de mercado, aquel dios ritualizado, parece yacer derribado y humeante.

Hasta el momento, hay no pocos elementos que hacen pensar que se trata de una movilización que expresa el rechazo a un orden, a una institucionalidad degradada, y la demanda de mutaciones radicales, de cambio de ciclo y de régimen. La fuerza y las demandas públicas no apuntan a a reivindicaciones puntuales, lo que ha quedado en evidencia tras la indiferencia y rechazo de la población al paquete de medidas que ofreció Sebastián Piñera a inicios de este semana.

De ser así, y es muy probable que lo sea, a partir de estos días la sociedad organizada debiera poner en marcha una estrategia para la canalización de las fuerzas y elevarlas desde la acción social a la política. Un primer paso ha sido la oportuna presencia e intervención de las principales organizaciones sociales y sindicales bajo coordinadoras y plataformas que este miércoles llamaron a manifestaciones en las principales plazas del país y este jueves a jornadas de organización con la creación de asambleas y cabildos que en un primer momento tienen un carácter comunal y territorial. Juntas de vecinos, centros culturales y barriales, clubes deportivos están convocados para recoger las principales demandas de la población. La respuesta ha sido enorme pero no incluye a todos ni se compara con la expansiva multitud en marchas y concentraciones.

jueves, 24 de octubre de 2019

Chile y la insurrección popular


Cristóbal León Campos, Rebelión

Cacerolas en mano y dignidad en el corazón, la insurrección popular en Chile se suma a la ola de resistencia latinoamericana que marca el último trimestre del año 2019, un año que inició con las abiertas agresiones imperialistas sobre Venezuela y Cuba, y que va cerrando con la reorganización de las fuerzas sociales, que poco a poco van parando o confrontando la avanzada agresiva de las contrarreformas neoliberales, políticas anti-populares que tras haber sido suspendidas o reducidas unos años en algunos países, ahora se quieren reimponer para beneplácito del Fondo Monetario Internacional (FMI), el imperialismo estadounidense y las oligarquías regionales vestidas de burguesías usureras. La estrategia es la misma, decretar por parte de los gobiernos conservadores una serie de medidas económicas, sociales y laborales, cuya afectación va directamente sobre las clases proletarias y sectores sociales más necesitados, estas medidas son acompañadas por acciones represivas con el objetivo de poner a todos los aparatos violentos del Estado (policía y militares) en contra de los manifestantes que por razones naturales protestan ante el daño que causa o causarían los decretos neoliberales, frente al aumento de la protesta y las movilizaciones, su extensión en diferentes ciudades, los neofascistas decretan sin ningún tipo de preocupación moral estados de excepción y toques de queda, lanzan la fuerza brutal del poder sobre la resistencia del pueblo, violentan los derechos humanos, las libertades más elementales y asesinan a gusto a decenas de personas, encarcelan a miles y los acusan de ser los causantes de la crisis, la criminalización se sirve del papel servil y domesticado de los medios de comunicación que reproducen y difunde una y otra vez las mentiras de los gobernantes supuestamente en nombre de la democracia.

miércoles, 23 de octubre de 2019

La carta de Baltasar Garzón a Piñera, el neoliberal de los "tiempos mejores" para Chile

Cuelgo aqui la valiente carta que el juez Baltazar Garzón envió a Sebastián Piñera, el Presidente más insensible e inepto de los últimos 30 años


Señor Presidente:

Soy Baltasar Garzón, el juez español que ordenó la detención de Augusto Pinochet en Londres el 16 de octubre de 1998. No le conozco, ni he mostrado interés en hacerlo. Sí lo he hecho con todos los demás presidentes democráticos de su país, al que tanto quiero. Quizás por el cariño hacia el pueblo chileno y por la defensa que siempre he hecho de las víctimas, mi defensa de los pueblos originarios y de los más vulnerables, he decidido dirigirle esta misiva con profundo dolor e indignación por lo que está ocurriendo en Chile.

Señor Presidente, tal parece que chilenas y chilenos han dicho basta. Y lo están diciendo fuerte y claro. Se trata de un estallido social espontáneo que no está dirigido por partido político alguno. Una simple protesta estudiantil por el alza en el billete de metro, severamente reprimida por la policía, Carabineros de Chile, fue la mecha que encendió la rabia y la ira acumulada durante casi treinta años. Ellos han sido los ejecutores de una medida política ordenada por su gobierno.

Señor Presidente, convendrá conmigo que, debajo del pretendido milagro económico que muchos atribuyen a Pinochet, un modelo de desarrollo mantenido por la transición chilena y la posterior democracia, se esconde el triste récord de ser uno de los diez países más desiguales del mundo, al mismo nivel de Ruanda, según el índice Gini aplicado por el Banco Mundial. Es cierto que en el país existe desarrollo y mucha riqueza, pero sólo para una reducida élite política y empresarial. Asimismo, Chile posee también unas cifras macroeconómicas inmejorables, con un sostenido crecimiento durante décadas, pero con un paulatino y constante empobrecimiento y endeudamiento de la inmensa mayoría de la ciudadanía, que este año alcanzó su máximo histórico, según la prensa y el propio Banco Central. Su país, señor Presidente, también ingresó hace años en el selecto club de las naciones ricas, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), como flamante país desarrollado, con altos niveles de productividad y competitividad, pero, nuevamente, a costa de bajos salarios de los trabajadores y de una casi total desprotección social.

El tsunami chileno, Piñera y la represión


Atilio A. Boron, Rebelión

El régimen de Piñera -e insisto en lo de “régimen” porque un gobierno que reprime con la brutalidad que todo el mundo ha visto no puede considerarse democrático- se enfrenta ante la más seria amenaza popular jamás enfrentada por gobierno alguno desde el derrocamiento de la Unidad Popular el 11 de Septiembre de 1973. Las ridículas explicaciones oficiales no convencen ni a quienes las divulgan; se oyen denuncias sobre el vandalismo de los manifestantes, o su criminal desprecio por la propiedad privada, o por la paz y la tranquilidad para ni hablar de las oblicuas alusiones a la letal influencia del “castro-madurismo” en el desencadenamiento de las protestas que culminaron con la declaratoria del “estado de emergencia” por parte de La Moneda, argumento absurdo y falaz antes esgrimido por el corrupto que hoy gobierna al Ecuador y abrumadoramente desmentido por los hechos.

El estupor oficial y el de los sectores de la oposición solidarios con el modelo económico-político heredado de la dictadura carece por completo de fundamento, a no ser por el anacronismo de la opulenta partidocracia dominante (una de las mejor remuneradas del mundo), su incurable ceguera o su completo aislamiento de las condiciones en que viven -o sobreviven- millones de chilenas y chilenos. Para un ojo bien entrenado si hay algo que sorprende es la eficacia de la propaganda que por décadas convenció a propios y ajenos de las excelsas virtudes del modelo chileno. Este fue ensalzado hasta el hartazgo por los principales publicistas del imperio en estas latitudes: politólogos y académicos del buen pensar, operadores y lobistas disfrazados de periodistas, o intelectuales coloniales, como Mario Vargas Llosa, quien en un reciente artículo fustigaba sin piedad a los “populismos” existentes o en ciernes que atribulan a la región a la vez que exaltaba el progreso “a pasos de gigante” de Chile /1.

El mito del desarrollo sustentable


Alejandro Nadal, La Jornada

En 1987 se publicó el informe de la Comisión Mundial sobre Desarrollo y Medio Ambiente. El documento, intitulado Nuestro futuro común, consagró la definición del desarrollo sustentable como la satisfacción de las necesidades de la generación presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades. Desde entonces, el desarrollo sustentable se ha convertido en la referencia más importante de la agenda internacional sobre política económica, social y ambiental.

El desarrollo sustentable (DS) es la pieza central de tratados internacionales, como la Convención de Diversidad Biológica y la Convención Marco sobre Cambio Climático. En 2015 se adoptaron los Objetivos del Desarrollo Sustentable por todos los miembros de Naciones Unidas. Se trata de un llamado para erradicar la pobreza, proteger el planeta y asegurar que toda la población goce de paz y prosperidad para el año 2030.

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