Una mirada no convencional al modelo económico de la globalización, la geopolítica, y las fallas del mercado
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domingo, 13 de marzo de 2011
Terremoto en Japón pudo desplazar el eje de la Tierra
El terremoto de Japón ha sido actualizado a magnitud 9.0 y pudo haber desplazado unos 10 centímetros el eje de la Tierra, según un comunicado del Instituto Nacional de Geofísica y Vulcanología de Italia (INGV). El impacto del sismo sobre el eje de la Tierra ha sido mucho mayor que el del terremoto de Sumatra de 2004, cuando el eje resultó desplazado seis centímetros.
Los sismólogos italianos consideran que el terremoto en Japón es el segundo mayor después del terremoto de Chile de 1960, cuya magnitud fue de 9,3 ó 9,5 grados segundas distintas fuentes. "El sismo de Japón fue más débil que el de Sumatra, pero se produjo en una latitud que aseguró el mayor efecto posible", comentó Giuseppe Bianco, director del Centro de Geodesia Espacial de la Agencia Espacial Italiana.
El año pasado, tras el terremoto de 8,8 grados en la escala Richter que sacudió a Chile el 27 de febrero, el geofísico de la NASA Richard Gross señaló que el movimiento había desplazado el eje de la Tierra acortando el día en 1,26 microsegundos. De acuerdo a Gross el desplazamiento del eje en aquella ocasión fue de aproximadamente 8 centímetros debido a la latitud y al ángulo acentuado del choque de las placas.
_________
* Terremoto en Chile cambió el eje de la Tierra
* El terremoto modificó la geografía y desplazó a ciudades completas
Imagen | The Big Picture
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jueves, 6 de mayo de 2010
Video de la ONEMI a dos horas del Terremoto
Este es un video exclusivo grabado la madrugada del 27 de febrero, a 2 horas del terremeto que sacudió seis regiones de Chile a lo largo de 800 kilómetros. En este video se aprecia la total ausencia de información veraz por parte de la Armada, mientras la presidenta Bachelet intenta encontrar respuestas sobre los riesgos de tsunami.
miércoles, 7 de abril de 2010
La reconstrucción y sus dilemas de poder
Alexis Guardia comenta en El Mostrador los actuales dilemas que envuelven a la economía post terremoto y la falta de un plan concreto para enfrentar la reconstrucción. Este es el momento en que el país puede dar un salto al desarrollo y superar aquellos problemas como la desigualdad de los ingresos que el sismo dejó al descubierto. Como he señalado en otros artículos, somos top ten en desigualdad. Superar esa brecha es uno de los desafíos.
El reciente terremoto no solo derribó viviendas, puentes, y caminos también develó los límites de la organización social y técnica que los chilenos hemos ido construyendo. El más obvio fue la vulnerabilidad de nuestra conectividad, particularmente de las telecomunicaciones, que en situación crítica dejó al poder político y a las Fuerzas Armadas aislados por varias horas.
Hoy se sabe que es posible construir una red exclusiva para los organismos de emergencia del país y que podría costar hasta US$ 50 millones. No menos importante es darse cuenta de la gran debilidad que tiene la sociedad civil, entendiendo por esta las asociaciones voluntarias que no son creadas o dirigidas por el Estado, no tienen ánimo de lucro y son tan diversas como las motivaciones humanas. Esta red protege a la sociedad en circunstancias de catástrofe y contrapesa el estado de anomia (ausencia de normas) como la que vivimos en Concepción.
jueves, 25 de marzo de 2010
martes, 23 de marzo de 2010
Campaña: Ayudemos a Cauquenes!
Una de las formas de ayudar, es que a la hora de sacar su permiso de Circulación,lo haga en Cauquenes, una de las zonas más afectadas por el reciente Terremoto en Chile
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En Cauquenes hay muchas familias, muchas ancianas y ancianos con sus casas en el suelo. Una de las formas de cooperar es por esta vía.
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En Cauquenes hay muchas familias, muchas ancianas y ancianos con sus casas en el suelo. Una de las formas de cooperar es por esta vía.
domingo, 21 de marzo de 2010
Despidos en Chile aumentan 3000% tras el terremoto
Las empresas chilenas despidieron a 6.111 personas en la primera quincena de marzo aduciendo "caso fortuito o fuerza mayor", lo que implica no pagar indemnizaciones, tras el terremoto del pasado 27 de febrero, cifra que supone un aumento de un 3.000% respecto al mes anterior.
Según informa el Diario Financiero, la región del Biobío, la más afectada por el sismo, acumula el 61% de despidos, amparados por el artículo 159 del Código del Trabajo, normativa que permite despedir a empleados en casos de que una catástrofe natural afecte al sector productivo.
La ministra de trabajo, Camila Merino, advirtió que los despidos por fuerza mayor pueden ser invocados únicamente por las empresas que están imposibilitadas para continuar con su actividad. "Es malo que las empresas se aprovechen para despedir trabajadores, usando esta causa sin pagar indemnizaciones. Estamos cautelando que no haya abusos en eso", aseguró Merino.
La ministra estimó que la situación de desempleo en las zonas afectadas puede extenderse durante los próximos seis meses, hasta que las plantas de producción estén recuperadas de los desperfectos causados por el sismo de 8,8 grados en la escala Richter.
En la Región Metropolitana, los despidos por fuerza mayor pasaron de 51 en febrero a 1.357 en la primera quincena de marzo, lo que representa un aumento del 2.645%. En las regiones de Valparaíso, O'Higgins y el Maule, la cifra total se incrementó de 33 a 906 casos.
Según informa el Diario Financiero, la región del Biobío, la más afectada por el sismo, acumula el 61% de despidos, amparados por el artículo 159 del Código del Trabajo, normativa que permite despedir a empleados en casos de que una catástrofe natural afecte al sector productivo.
La ministra de trabajo, Camila Merino, advirtió que los despidos por fuerza mayor pueden ser invocados únicamente por las empresas que están imposibilitadas para continuar con su actividad. "Es malo que las empresas se aprovechen para despedir trabajadores, usando esta causa sin pagar indemnizaciones. Estamos cautelando que no haya abusos en eso", aseguró Merino.
La ministra estimó que la situación de desempleo en las zonas afectadas puede extenderse durante los próximos seis meses, hasta que las plantas de producción estén recuperadas de los desperfectos causados por el sismo de 8,8 grados en la escala Richter.
En la Región Metropolitana, los despidos por fuerza mayor pasaron de 51 en febrero a 1.357 en la primera quincena de marzo, lo que representa un aumento del 2.645%. En las regiones de Valparaíso, O'Higgins y el Maule, la cifra total se incrementó de 33 a 906 casos.
sábado, 20 de marzo de 2010
Cuestionan datos del gobierno sobre las pérdidas del terremoto
A las pocas horas del terremoto que sacudió a Chile la madrugada del 27 de febrero, la firma estadounidense especializada en catástrofes naturales, EQECAT, publicó un informe que estimaba las pérdidas en el rango de 15 mil a 30 mil millones de dólares cálculo que fue difundido por Bloomberg y Business Week. A los pocos días, Alicia Bárcena, ejecutiva de la Cepal, señaló que era "prematuro e irresponsable" dar esas cifras sin hacer una evaluación real en terreno. La ejecutiva de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe lo explicó así claramente:
El gobierno de Bachelet, en sus últimos días de mandato, no quiso entrar en el detalle de la cuantificación de las pérdidas. Sin embargo, apenas asumió el gobierno de Piñera se instaló colectivamente el costo de las pérdidas en el techo del rango dado por EQECAT: 30 mil millones de dólares. ¿Corresponde esta cifra a la realidad?
Un informe entregado ahora por IM Trust, cuestiona los datos del gobierno de Piñera y señala que los daños del sismo llegarían como máximo a 8 mil millones de dólares, bastante lejos de los 30 mil millones de dólares que se han establecido oficialmente, suma equivalente a un 17% del PIB.
Los nuevos datos aportados por IM Trust rebajan a un máximo del 5% del PIB los daños del sismo, es decir, menos de un tercio de lo que está difundiendo el gobierno de Piñera. La cifra de IM Trust coincide, además, con otros estudios privados que afirman de manera concluyente que la autoridad está "abultando la cifra".
El economista de Harvard, Matias Braun, en un reporte que recoge hoy el diario La Tercera, afirma;
De acuerdo a Braun, el gobierno de Piñera ha multiplicado por tres los daños y secuelas que dejó el terremeto de 1985, equivalentes al 6,5% del PIB. Así y todo, los 8 mil millones de dólares son una cifra bastante alta. De esa suma, 2.500 millones de dólares corresponderían a daños en infraestructura habitacional, 2.000 millones a infraestructura pública y 1.500 millones a edificación comercial e industrial.
Con estos nuevos datos, ¿sincerará el gobierno de Piñera la cifra de los daños del terremoto? Habrá que estar alerta.
Más información | La Tercera, Terremoto en Chile
"Dar esas cifras es inadecuado, y nos parece hasta un poco irresponsable, porque para hacer una evaluación especifica de los daños económicos hay que efectuar visitas a terreno y evaluar la infraestructura. Nosotros tenemos un método para calcular los daños por desastres naturales que seguimos al pie de la letra. Un cálculo adecuado no se puede efectuar desde lejos, sino con un buen análisis de campo. Todavía no hay una evaluación precisa de las pérdidas materiales. En una semana tendremos el costo económico de este desastre".
El gobierno de Bachelet, en sus últimos días de mandato, no quiso entrar en el detalle de la cuantificación de las pérdidas. Sin embargo, apenas asumió el gobierno de Piñera se instaló colectivamente el costo de las pérdidas en el techo del rango dado por EQECAT: 30 mil millones de dólares. ¿Corresponde esta cifra a la realidad?
Un informe entregado ahora por IM Trust, cuestiona los datos del gobierno de Piñera y señala que los daños del sismo llegarían como máximo a 8 mil millones de dólares, bastante lejos de los 30 mil millones de dólares que se han establecido oficialmente, suma equivalente a un 17% del PIB.
Los nuevos datos aportados por IM Trust rebajan a un máximo del 5% del PIB los daños del sismo, es decir, menos de un tercio de lo que está difundiendo el gobierno de Piñera. La cifra de IM Trust coincide, además, con otros estudios privados que afirman de manera concluyente que la autoridad está "abultando la cifra".
El economista de Harvard, Matias Braun, en un reporte que recoge hoy el diario La Tercera, afirma;
Si efectivamente toda la carretera Panamericana se hubiese destruido, y además todos los hospitales, todos los malls y todos los autos que se venden en el año en Chile, junto a los inventarios de todos los supermercados y el 10% de todas las casas del país, sólo así podríamos llegar a la cifra entregada por el gobierno.
De acuerdo a Braun, el gobierno de Piñera ha multiplicado por tres los daños y secuelas que dejó el terremeto de 1985, equivalentes al 6,5% del PIB. Así y todo, los 8 mil millones de dólares son una cifra bastante alta. De esa suma, 2.500 millones de dólares corresponderían a daños en infraestructura habitacional, 2.000 millones a infraestructura pública y 1.500 millones a edificación comercial e industrial.
Con estos nuevos datos, ¿sincerará el gobierno de Piñera la cifra de los daños del terremoto? Habrá que estar alerta.
Más información | La Tercera, Terremoto en Chile
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miércoles, 17 de marzo de 2010
Terremoto en Chile de 1835 ayudó a Darwin a crear teoría de la evolución
Un historiador británico afirma que el hecho de que Charles Darwin haya presenciado un terremoto de magnitud 8,2 en Chile, en 1835, lo ayudó a desarrollar la teoría de la evolución de las especies.
En entrevista con la BBC, John van Wyhe, fundador del sitio Darwin Online, explica que el famoso naturalista británico estuvo en el país sudamericano en 1835, en medio de su expedición en barco que lo hizo recorrer medio mundo durante cinco largos años.
El día 20 de enero de aquel año, según el Servicio Geológico de Estados Unidos, US Geological Survey, un terremoto de magnitud 8,2 afectó la región causando la muerte a 500 personas.
Aquel sismo ocurrió alrededor de las 11:00 am (hora local) y duró cerca de dos minutos. Igual que el terremoto del pasado 27 de febrero, el movimiento telúrico de hace 175 años afectó principalmente la ciudad de Concepción, que quedó destruida en apenas seis segundos.
El profesor de Historia de la ciencia de la Universidad Nacional de Singapur explica que, en el momento del terremoto, Darwin se encontraba cerca de Valdivia, ubicada a 322 kilómetros del epicentro.
"Yo estaba en tierra firme descansando en un césped. (El terremoto) vino de repente y duró dos minutos (aunque pareció mucho más). El sismo era muy notable; a mí y a mi sirviente nos pareció que la ondulación venía del este (...) Un terremoto como este destruye las asociaciones más antiguas, el mundo, el emblema de todo aquello que es sólido", describió Darwin en su diario.
El investigador viajó entonces a la ciudad de Concepción, donde llegó el día 4 de marzo para observar los daños del terremoto de 1835.
"Es lo más terrible, y sin embargo, el espectáculo más interesante que jamás haya presenciado", escribió Darwin tras encontrar la ciudad en ruinas. Como se muestra en la ilustración de arriba, la catedral de la ciudad se había desmoronado.
"Combinando sus propias observaciones con la de muchos residentes locales, Darwin intentó reconstruir el evento y entender por qué había ocurrido. Él descubrió que tres volcanes habían entrado en erupción a lo largo de la costa chilena casi simultáneamente en el momento del terremoto", explicó van Wyhe.
Darwin observó que, debido al terremoto, la costa había aumentado en relación al nivel del mar. En el punto donde rompían las olas contra las piedras de la isla de Santa María, por ejemplo, era tres metros más bajo que lo normal.
Aquella observación llevó al investigador a estar de acuerdo con las teorías que defendían que el planeta Tierra está en una constante y lenta mutación.
"Esa experiencia fue muy importante para Darwin porque él ya había leído mucho sobre las constantes alteraciones del planeta Tierra, pero es en Chile donde puede presenciar y estudiar ese fenómeno con sus propios ojos", le dice van Wyhe a la BBC.
"(Esa observación) fue una de las principales influencia que llevaron a Darwin a preguntarse cómo los seres vivos sufrían mutaciones para adaptarse a un mundo siempre en mutación. Su respuesta fue, está claro, evolución, o que las nuevas especies son descendientes genealógicas de antepasados, adaptadas de acuerdo a la selección natural del ambiente de cada una", señala van Wyhe.
"El reciente trágico terremoto demuestra, como bien sabía Darwin, que nuestra Tierra no es estática. Ella está cambiando, está evolucionando", concluye el historiador.
Fuente | BBC Mundo
En entrevista con la BBC, John van Wyhe, fundador del sitio Darwin Online, explica que el famoso naturalista británico estuvo en el país sudamericano en 1835, en medio de su expedición en barco que lo hizo recorrer medio mundo durante cinco largos años.
El día 20 de enero de aquel año, según el Servicio Geológico de Estados Unidos, US Geological Survey, un terremoto de magnitud 8,2 afectó la región causando la muerte a 500 personas.
Aquel sismo ocurrió alrededor de las 11:00 am (hora local) y duró cerca de dos minutos. Igual que el terremoto del pasado 27 de febrero, el movimiento telúrico de hace 175 años afectó principalmente la ciudad de Concepción, que quedó destruida en apenas seis segundos.
El profesor de Historia de la ciencia de la Universidad Nacional de Singapur explica que, en el momento del terremoto, Darwin se encontraba cerca de Valdivia, ubicada a 322 kilómetros del epicentro.
"Yo estaba en tierra firme descansando en un césped. (El terremoto) vino de repente y duró dos minutos (aunque pareció mucho más). El sismo era muy notable; a mí y a mi sirviente nos pareció que la ondulación venía del este (...) Un terremoto como este destruye las asociaciones más antiguas, el mundo, el emblema de todo aquello que es sólido", describió Darwin en su diario.
El investigador viajó entonces a la ciudad de Concepción, donde llegó el día 4 de marzo para observar los daños del terremoto de 1835.
"Es lo más terrible, y sin embargo, el espectáculo más interesante que jamás haya presenciado", escribió Darwin tras encontrar la ciudad en ruinas. Como se muestra en la ilustración de arriba, la catedral de la ciudad se había desmoronado.
"Combinando sus propias observaciones con la de muchos residentes locales, Darwin intentó reconstruir el evento y entender por qué había ocurrido. Él descubrió que tres volcanes habían entrado en erupción a lo largo de la costa chilena casi simultáneamente en el momento del terremoto", explicó van Wyhe.
Darwin observó que, debido al terremoto, la costa había aumentado en relación al nivel del mar. En el punto donde rompían las olas contra las piedras de la isla de Santa María, por ejemplo, era tres metros más bajo que lo normal.
Aquella observación llevó al investigador a estar de acuerdo con las teorías que defendían que el planeta Tierra está en una constante y lenta mutación.
"Esa experiencia fue muy importante para Darwin porque él ya había leído mucho sobre las constantes alteraciones del planeta Tierra, pero es en Chile donde puede presenciar y estudiar ese fenómeno con sus propios ojos", le dice van Wyhe a la BBC.
"(Esa observación) fue una de las principales influencia que llevaron a Darwin a preguntarse cómo los seres vivos sufrían mutaciones para adaptarse a un mundo siempre en mutación. Su respuesta fue, está claro, evolución, o que las nuevas especies son descendientes genealógicas de antepasados, adaptadas de acuerdo a la selección natural del ambiente de cada una", señala van Wyhe.
"El reciente trágico terremoto demuestra, como bien sabía Darwin, que nuestra Tierra no es estática. Ella está cambiando, está evolucionando", concluye el historiador.
Fuente | BBC Mundo
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sábado, 13 de marzo de 2010
El terremoto como metáfora de la transición
Raúl Zibechi
"El naufragio siempre es el momento más significativo, escribió Fernand Braudel para explicar los "puntos de ruptura" que presentan las "estructuras profundas de la vida". En efecto, el naufragio es el momento privilegiado para observar qué cosas y en qué lugar fallan, y qué efectos tienen en cada uno de los actores. El reciente terremoto en Chile, como otras catástrofes naturales, nos muestra miserias y virtudes del género humano y, en especial, los puntos fuertes y débiles del sistema y de los movimientos antisistémicos. Nos desafía a pensar en términos de caos.
Hasta ahora venimos concibiendo la transición a una sociedad poscapitalista como un proceso ordenado y dirigido. Sin embargo, como alerta Immanuel Wallerstein, la desintegración del capitalismo debe hacernos pensar en una transición caótica, no necesariamente desastrosa. Mientras una transición ordenada tiende a reproducir la explotación, la caótica implica bifurcaciones en que las fuerzas antisistémicas tienen mayores posibilidades de incidir en los resultados. Propongo observar las catástrofes creadas por terremotos como los de Chile y Haití, y por el huracán Katrina en Nueva Orleáns, como metáforas de transiciones caóticas.
En Chile durante varios días de-sapareció el Estado. También el capital. Sin energía no hay circulación de dinero, bancos y cajeros no funcionan, tampoco supermercados y farmacias que dependen del sistema informático y de las tarjetas de crédito y débito. La población no puede abastecerse, porque los grandes supermercados erradicaron comercios de barrio. Los pobres suelen tener muy limitada cantidad de alimentos en su casa. Los pobres de Concepción –epicentro del terremoto– que hoy habitan las periferias de la ciudad, fueron trasladados allí a la fuerza por el régimen de Pinochet, que expulsó a los pobres que vivían en campamentos (asentamientos irregulares) y también a los que habitaban en barrios formales.
Entre 1983 y 1985 el régimen realizó una gigantesca limpieza social como respuesta a las protestas que arreciaban en las periferias urbanas. En Boca Sur, un gran barrio de 60 mil habitantes arrinconado entre el Pacífico y el río Bío Bío, los mayores aún recuerdan cómo fueron erradicados a sitios remotos, donde sus protestas pudieran ser aisladas y reprimidas sin alterar el orden de la ciudad burguesa. "Nos dieron una semana y nos trajeron a la fuerza a este sitio que era como una isla, sin luz, pavimento ni teléfono", recordaba meses atrás una vecina. Los niños te-nían que levantarse dos horas antes para llegar a tiempo a la escuela. Aún hoy, la polvareda de tierra negra que levanta el viento lastima la vista y ensucia la ropa.
Boca Sur es casi un castigo. La humedad, densa, pesada y gélida, se mete en el cuerpo aumentando la sensación de frío e incomodidad. Las viviendas son casi celdas para prisioneros: casitas de 36 metros cuadrados y una sola pieza para familias de ocho personas, paredes de volcanita (tiza y papel) y baño de dos por uno. Y pagan por vivir allí. En el año 2000 se realizaron las últimas erradicaciones forzosas, por el gobierno de la Concertación Democrática. La desocupación ronda 50 por ciento.
El terremoto derribó los tres puentes que unen Boca Sur con la ciudad de Concepción. Las islas que son hoy las barriadas periféricas quedaron más aisladas que nunca. Esperaron ayuda durante 48 horas. Luego, sin alimentos ni medicinas, entraron a los supermercados a llevarse comida. Detrás de ellas –porque siempre son las mujeres las que toman la delantera, empujadas por el llanto de sus hijos– vinieron camionetas cuatro por cuatro con varones a cargar electrodomésticos y televisores plasma. A unos y otras los llaman saqueadores. Por cierto, los medios que clamaron mano dura no dijeron una palabra del otro saqueo: el que sufrieron esos mismos pobladores al ser expulsados por la fuerza a islas remotas. En dictadura y en democracia. Como si aquello no tuviera ninguna relación con esto. Se hizo alarde de los 58 millones de dólares que juntó la Teletón del inefable Don Francisco. Apenas un poquito más de los 48 millones que embolsan diariamente las multinacionales de la minería. De este otro saqueo, ni palabra.
Para los movimientos antisistémicos las catástrofes naturales iluminan zonas de sombra. Uno: nadie se va a ocupar de los de abajo, si los de abajo no nos ocupamos de nosotros mismos. Los vecinos de La Legua, barrio de Santiago que resistió el golpe de Pinochet, llevaron un camión con miles de kilos de alimentos hasta Boca Sur, y los entregaron sin intermediarios a otros iguales a ellos. Llegaron antes que la "ayuda" disciplinadora de los militares. Dos: el único principio de orden en medio del caos, es el ejército arriba y la comunidad abajo. Tres: "ellos" van a intentar salvarse como sea, apelando a cualquier recurso, legal o ilegal, pacífico o violento, sin excluir el genocidio. Cuatro: eso que llaman "orden" es lo que el capital necesita para no interrumpir su acumulación incesante; eso que llaman "caos", son los de abajo adueñados de la vida cotidiana.
En El capitalismo organizado, Pablo González Casanova expone con brillante sencillez los desafíos que enfrentan los movimientos antisistémicos en una era de caos creciente como ésta: “Los sistemas de redes autónomas con subsistemas de mandos centrales y de centros coordinadores tendrán en los movimientos alternativos más importancia que los sistemas de ‘partidos’ y organizaciones relativamente homogéneos propios de los sistemas simples”. La comunidad es una organización compleja, insustituible, capaz de asegurar la vida en medio del caos sistémico. Falta mucho más.
Falta la autodefensa. Luis Razeto, chileno precursor de la economía solidaria, dijo estos días que puede ser eficaz para afrontar las catástrofes. Pero admitió: "No tenemos resuelta la seguridad, la protección de la economía solidaria". La experiencia chiapaneca es la única, por ahora, que conjuga comunidad y autoprotección.
Fuente | La Jornada
"El naufragio siempre es el momento más significativo, escribió Fernand Braudel para explicar los "puntos de ruptura" que presentan las "estructuras profundas de la vida". En efecto, el naufragio es el momento privilegiado para observar qué cosas y en qué lugar fallan, y qué efectos tienen en cada uno de los actores. El reciente terremoto en Chile, como otras catástrofes naturales, nos muestra miserias y virtudes del género humano y, en especial, los puntos fuertes y débiles del sistema y de los movimientos antisistémicos. Nos desafía a pensar en términos de caos.
Hasta ahora venimos concibiendo la transición a una sociedad poscapitalista como un proceso ordenado y dirigido. Sin embargo, como alerta Immanuel Wallerstein, la desintegración del capitalismo debe hacernos pensar en una transición caótica, no necesariamente desastrosa. Mientras una transición ordenada tiende a reproducir la explotación, la caótica implica bifurcaciones en que las fuerzas antisistémicas tienen mayores posibilidades de incidir en los resultados. Propongo observar las catástrofes creadas por terremotos como los de Chile y Haití, y por el huracán Katrina en Nueva Orleáns, como metáforas de transiciones caóticas.
En Chile durante varios días de-sapareció el Estado. También el capital. Sin energía no hay circulación de dinero, bancos y cajeros no funcionan, tampoco supermercados y farmacias que dependen del sistema informático y de las tarjetas de crédito y débito. La población no puede abastecerse, porque los grandes supermercados erradicaron comercios de barrio. Los pobres suelen tener muy limitada cantidad de alimentos en su casa. Los pobres de Concepción –epicentro del terremoto– que hoy habitan las periferias de la ciudad, fueron trasladados allí a la fuerza por el régimen de Pinochet, que expulsó a los pobres que vivían en campamentos (asentamientos irregulares) y también a los que habitaban en barrios formales.
Entre 1983 y 1985 el régimen realizó una gigantesca limpieza social como respuesta a las protestas que arreciaban en las periferias urbanas. En Boca Sur, un gran barrio de 60 mil habitantes arrinconado entre el Pacífico y el río Bío Bío, los mayores aún recuerdan cómo fueron erradicados a sitios remotos, donde sus protestas pudieran ser aisladas y reprimidas sin alterar el orden de la ciudad burguesa. "Nos dieron una semana y nos trajeron a la fuerza a este sitio que era como una isla, sin luz, pavimento ni teléfono", recordaba meses atrás una vecina. Los niños te-nían que levantarse dos horas antes para llegar a tiempo a la escuela. Aún hoy, la polvareda de tierra negra que levanta el viento lastima la vista y ensucia la ropa.
Boca Sur es casi un castigo. La humedad, densa, pesada y gélida, se mete en el cuerpo aumentando la sensación de frío e incomodidad. Las viviendas son casi celdas para prisioneros: casitas de 36 metros cuadrados y una sola pieza para familias de ocho personas, paredes de volcanita (tiza y papel) y baño de dos por uno. Y pagan por vivir allí. En el año 2000 se realizaron las últimas erradicaciones forzosas, por el gobierno de la Concertación Democrática. La desocupación ronda 50 por ciento.
El terremoto derribó los tres puentes que unen Boca Sur con la ciudad de Concepción. Las islas que son hoy las barriadas periféricas quedaron más aisladas que nunca. Esperaron ayuda durante 48 horas. Luego, sin alimentos ni medicinas, entraron a los supermercados a llevarse comida. Detrás de ellas –porque siempre son las mujeres las que toman la delantera, empujadas por el llanto de sus hijos– vinieron camionetas cuatro por cuatro con varones a cargar electrodomésticos y televisores plasma. A unos y otras los llaman saqueadores. Por cierto, los medios que clamaron mano dura no dijeron una palabra del otro saqueo: el que sufrieron esos mismos pobladores al ser expulsados por la fuerza a islas remotas. En dictadura y en democracia. Como si aquello no tuviera ninguna relación con esto. Se hizo alarde de los 58 millones de dólares que juntó la Teletón del inefable Don Francisco. Apenas un poquito más de los 48 millones que embolsan diariamente las multinacionales de la minería. De este otro saqueo, ni palabra.
Para los movimientos antisistémicos las catástrofes naturales iluminan zonas de sombra. Uno: nadie se va a ocupar de los de abajo, si los de abajo no nos ocupamos de nosotros mismos. Los vecinos de La Legua, barrio de Santiago que resistió el golpe de Pinochet, llevaron un camión con miles de kilos de alimentos hasta Boca Sur, y los entregaron sin intermediarios a otros iguales a ellos. Llegaron antes que la "ayuda" disciplinadora de los militares. Dos: el único principio de orden en medio del caos, es el ejército arriba y la comunidad abajo. Tres: "ellos" van a intentar salvarse como sea, apelando a cualquier recurso, legal o ilegal, pacífico o violento, sin excluir el genocidio. Cuatro: eso que llaman "orden" es lo que el capital necesita para no interrumpir su acumulación incesante; eso que llaman "caos", son los de abajo adueñados de la vida cotidiana.
En El capitalismo organizado, Pablo González Casanova expone con brillante sencillez los desafíos que enfrentan los movimientos antisistémicos en una era de caos creciente como ésta: “Los sistemas de redes autónomas con subsistemas de mandos centrales y de centros coordinadores tendrán en los movimientos alternativos más importancia que los sistemas de ‘partidos’ y organizaciones relativamente homogéneos propios de los sistemas simples”. La comunidad es una organización compleja, insustituible, capaz de asegurar la vida en medio del caos sistémico. Falta mucho más.
Falta la autodefensa. Luis Razeto, chileno precursor de la economía solidaria, dijo estos días que puede ser eficaz para afrontar las catástrofes. Pero admitió: "No tenemos resuelta la seguridad, la protección de la economía solidaria". La experiencia chiapaneca es la única, por ahora, que conjuga comunidad y autoprotección.
Fuente | La Jornada
viernes, 12 de marzo de 2010
Réplica del Congreso en la portada de The New York Times
Chile atraviesa días altamente sensibles y las réplicas del terremoto persisten a intensidad tan variable como imprudente. Ayer se produjeron más de diez réplicas sobre los seis grados en la escala Richter. Cuatro de ellas, las más violentas, irrumpieron en los instantes previos a la transmisión del mando, quizá para recordar a Piñera que debió vender antes las acciones de sus empresas, o para fustigar a la Concertación por no hacer nada por la desigualdad en Chile, o a la clase política en general por el mito de la clase media chilena.
Sea como fuere, la portada de hoy de The New York Times, muestra la espontánea expresión de los presidentes Fernando Lugo de Paraguay, y Rafael Correa de Ecuador, ayer, en el Congreso Nacional, durante la ceremonia de transmisión del mando a Sebastián Piñera, en una de estas réplicas.
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miércoles, 10 de marzo de 2010
martes, 9 de marzo de 2010
El terremoto modificó la geografía y movió a ciudades completas
El violento y destructivo sismo de 8.8 grados Richter del pasado 27 de febrero no sólo habría afectado el eje de la tierra, sino que también habría modificado el territorio, de acuerdo a las estimaciones de expertos de distintas universidades de Estados Unidos. De hecho, a causa del movimiento telúrico, Santiago y Buenos Aires estarían entre dos y cuatro centímetros más cerca.
El sismo de 8.8 grados de magnitud en la escala de Richter registrado a las 03:34 horas del sábado 27 de febrero no será recordado sólo por la gran destrucción que ocasionó en la zona centro y sur del país, ya sea por el derrumbe de viviendas o el posterior tsunami que barrió con numerosas localidades costeras. A medida que transcurren los días, van surgiendo nuevos antecedentes científicos sobre los efectos del movimiento telúrico, que ocupa el quinto lugar entre los más poderosos de los que se tiene registro a nivel mundial.
La semana pasada informamos que el terremoto había modificado muy ligeramente el eje de la tierra, y ayer lunes varios científicos aseguraron que el fuerte movimiento desplazó varios centímetros e incluso varios metros a ciudades completas.
La información, que aparece en la página de la Universidad de Ohio asegura, de hecho, que la geografía del cono sur de América cambió la madrugada del sábado y que incluso el movimiento de las placas tectónicas hizo que Santiago y Buenos Aires se acercaran entre dos y cuatro centímetros.
Concepción, una de las ciudades más golpeadas por el sismo, que se ubica pocos kilómetros al sur de su epicentro, estaría en este momento 3,44 metros más hacia el oeste. Otras ciudades que se desplazaron son Valparaíso (28 centímetros) y Santiago (24 centímetros). Otras zonas más lejanas donde el terremoto no se sintió también habrían experimentado cambios después de la madrugada del sábado. Es el caso de zonas tan distintas como Fortaleza, en Brasil, o las islas Malvinas, en el Atlántico sur.
Pero ¿cómo se puede determinar si una ciudad se movió o no después de un sismo? Los expertos lo hicieron comparando en detalle y con gran precisión distintas imágenes satelitales tomadas antes y después del sismo, y a la vez comparando la información con los datos de sistemas GPS. Las mediciones estudiadas fueron reunidas por científicos de las universidades de Ohio, Memphis y Hawai, y también por especialistas del Instituto de Tecnología de California. En Chile proporcionaron información la Universidad de Concepción, el Centro de Estudios Científicos de Chile y el Instituto Geográfico Militar, que está a cargo de mantener actualizada toda la información cartográfica del país.
El sismo del 27 de febrero se produjo por la misma razón que se produce la mayoría de los temblores que sacuden con frecuencia el territorio nacional: la energía que libera la presión de la placa de Nazca al introducirse bajo la placa Sudamericana. El profesor de la Universidad de Ohio Mike Bevis explicó que desde 1993 hay un equipo de expertos que monitorea y estudia el movimiento y la deformación de Los Andes centro sur. Se trata de una red de GPS que mide el eventual movimiento de la Tierra, que está en proceso de ser ampliada próximamente. Al construir nuevas estaciones, el proyecto puede monitorear las deformaciones postsísmicas que se espera ocurran durante muchos años, dándonos nuevos datos sobre la física de los procesos del terremoto.
Imagen | Natasha Pisarenko, en The Big Picture
Enlaces lunes 8 de marzo
- Chile respira profundo y encara la catástrofe, Ricardo Lagos Escobar, Ex-Presidente de Chile. El Clarin de Argentina
- El terremoto deja al descubierto la profunda brecha social de Chile, Manuel Fuentes. El Mundo
- El programa económico de Piñera: ¿terremoto neoliberal?, Paul Walder. Clarin
- En la capital de Chile, el daño es interior e invisible: In Chile’s Capital, Damage Is Inside and Invisible, The New York Times
-Las razones del terremoto social o el país que hemos construido, Francisco Herreros
- Haití: el desafío de reconstruir la economía, James Melik, BBC
- La reforma de Obama languidece, Sandro Pozzi. El País.
- Islandia rechaza a los banqueros, El Magma
- El terremoto deja al descubierto la profunda brecha social de Chile, Manuel Fuentes. El Mundo
- El programa económico de Piñera: ¿terremoto neoliberal?, Paul Walder. Clarin
- En la capital de Chile, el daño es interior e invisible: In Chile’s Capital, Damage Is Inside and Invisible, The New York Times
-Las razones del terremoto social o el país que hemos construido, Francisco Herreros
- Haití: el desafío de reconstruir la economía, James Melik, BBC
- La reforma de Obama languidece, Sandro Pozzi. El País.
- Islandia rechaza a los banqueros, El Magma
lunes, 8 de marzo de 2010
Economía, catástrofes naturales y desastres humanos
La reciente destrucción producto de las catástrofes naturales que han tenido lugar en Chile y Haití ofrece un poderoso contraste para el análisis económico. Más aún en momentos altamente candentes donde este drama continúa. Hoy lunes, día de la mujer, hubo un terremoto grado 6,0 en Turquía, el viernes uno grado 6,5 en Indonesia y el jueves otro 6,2 en Taiwán. Los movimientos telúricos no cesarán.
Lea mi artículo en El Blog Salmón
domingo, 7 de marzo de 2010
Más trigo que cizaña
Un relato vivencial desde la zona cero por Patricia Arancibia Clavel
Convencida de estar viviendo un momento histórico, llegué al grupo 10 de la FACH a las 11:30 de la mañana con la finalidad de viajar a Concepción y hacerme una idea personal del drama. Cuatro aviones de la FACH estaban listos para despegar, pero no podían hacerlo debido a la visita de Hillary Clinton y Alan García. La espera fue larga. Recién a las 5 de la tarde comenzaron a salir algunos vuelos con numeroso contingente militar, proveniente de Iquique, Antofagasta y Santiago, como también un puñado de aviadores argentinos, bomberos y rescatistas. Me subí con un grupo de soldados en un Hércules, ya cargado de suministros, sobre todo agua. Uno de los uniformados me contó la frustración e impotencia de quienes habían quedado en el cuartel: todos estaban ansiosos por ir a socorrer a los más necesitados.
La coordinación de la FACH para este puente aéreo me pareció excelente. La ayuda que transportaba este avión pudo haber salido antes. Los pilotos se notaban nerviosos y molestos, querían salir de inmediato, pero la burocracia de las instituciones gubernamentales y de algunos funcionarios de la Onemi, lo impedía. Aunque parezca increíble, ya cargados los aviones, solicitaban que se bajara la carga para hacer un nuevo conteo.
Me fui en la cabina y antes de una hora estábamos aterrizando en Carriel Sur. Pude observar desde el aire la destrucción del borde costero, desde Cobquecura al sur, pero el primer impacto real fue llegar al aeropuerto bajo toque de queda, sin electricidad, sin agua, baños colapsados y un grupo de civiles intentando embarcar en un vuelo para salir del lugar. Un oficial de la FACH me entregó un salvoconducto ya que hasta las 12 del día siguiente no se puede circular por las calles. Como no tenía forma de llegar a la ciudad, me acerqué a un jeep del Ejército pidiendo ir en un camión con los soldados con que había viajado. No me pusieron inconvenientes, pero debido a que las comunicaciones son malas y los transportes escasos, fueron pasando las horas sin que llegara nadie a recogernos. En el intertanto, los suboficiales a cargo de ese vehículo me acogieron y permitieron cargar el celular a través de su equipo electrógeno. Llevaban más de doce horas de turno y deseaban conocer noticias frescas sobre lo que estaba pasando en otras regiones del país. Ahí fui testigo de la denuncia de un robo de armamento militar que un joven en bicicleta vino a formularles. Si bien dieron cuenta de inmediato, más tarde supe que, como ésta, muchas denuncias de este tipo eran producto de la imaginación y del miedo de los habitantes.
Recién pasadas las 22:00 horas y gracias al concejal de la UDI Fernando González, quien había ido a dejar a un familiar de las víctimas del accidente de la avioneta, pude acercarme al centro de la ciudad. La oscuridad era total, pero justo en esos momentos comenzaron a encenderse algunas luces en la carretera, sólo pequeñas zonas iluminadas. Nos detuvimos en la morgue a buscar a una tanatóloga que llevaba días sin poder regresar a su casa. Habían llegado refuerzos médicos desde Valdivia ya que el trabajo era intenso. Más de 50 cadáveres habían sido identificados recientemente, algunos de ellos provenientes del criminal incendio que hacia pocas horas había consumido la tienda La Polar. Un nuevo contraste fue observar el buen estado de este edificio y, a pocos metros, la cárcel total y absolutamente destruida y quemada.
Con salvoconducto en la mano, que nos fue solicitado durante todo el trayecto por militares apostados en las esquinas, logramos llegar al COT (Comando de Operaciones Terrestres del Ejército), cuartel general del jefe de plaza, general Guillermo Ramírez Chovar. Ahí la actividad era febril. Recién a la 1:30 de la mañana estaba terminando una reunión de coordinación con autoridades civiles y militares, desde el Hogar de Cristo al Cuerpo de Bomberos. A la salida pude conversar con el diputado Jorge Ulloa, uno de los pocos políticos de la zona en terreno. Él me reafirmó que el drama mayor se vivía en Talcahuano. El puerto había sido dañado severamente, ASMAR estaba inoperativo y más de cien oficiales de marina que vivían en la base naval, seriamente damnificados. Lo perdieron todo. En la madrugada del 27, el agua superaba los dos metros al interior de sus casas.
Mientras esperaba conversar con el general Ramírez, pregunté dónde podría alojar y comer algo. Resultó un chiste de mal gusto: simplemente no hay dónde. Un cigarrillo es oro, más aún un vaso de agua o un pedazo de pan. Alguien me comentó que se habían establecido puntos de mercados negros donde los inescrupulosos que el día anterior habían saqueado tiendas y supermercados, vendían las cajetillas de cigarrillos en $ 5.000. También comprobé que muchos periodistas duermen en los autos o en carpas ubicadas cerca de la zona cero, donde se lleva a cabo el rescate de posibles sobrevivientes de uno de los edificios en ruina. La solidaridad entre los medios de prensa es fuerte y todos tratan de ayudarse. De hecho, siempre estuve acompañada y protegida por un periodista y un fotógrafo de La Tercera, un corresponsal del Miami Herald y un fotógrafo de La Nación.
Cerca de las 2.30 hrs. nos pudo recibir por pocos minutos el Jefe de Plaza, acompañado por su Jefe de Estado Mayor, coronel Juan Antonio Silva, quienes nos entregaron un balance de la situación. Las cosas estaban más calmadas, el toque de queda había surtido efecto y las patrullas tenían el control de las calles. El cansancio se reflejaba en sus rostros, sin embargo, pese a las dificultades del momento, se notaba en ellos un gran dominio de la situación. Es evidente la serenidad y el don de mando que ejerce el general Ramírez, una virtud tan importante en circunstancias críticas. Se impone por presencia y su abnegación y capacidad de trabajo, al igual que la de su equipo, es increíble.
Alrededor de las 3:00 de la mañana nos dirigimos al regimiento Chacabuco, que en tiempos normales cuenta con 500 efectivos y esa noche acuartelaba a 5.000. Esta sobredotación, sin embargo, no se notaba gracias a la organización y disciplina que caracteriza a las Fuerzas Armadas. A cargo de la función operativa en esta zona está el general Eleuterio Ramirez Beyza –descendiente del héroe de Tarapacá- quien a esa hora de la noche y en medio de una enorme actividad, nos dedicó el tiempo suficiente para explicarnos lo que estaban haciendo. Me llamó la atención que el patio de honor del cuartel estuviera repleto de carpas donde estaban alojando familias de civiles y uniformados que habían perdido sus casas. Terminé esa larga jornada durmiendo un par de horas, sobre una colchoneta, en el enorme casino de tropa.
Antes de las 6:00 de la mañana se iniciaron las actividades y los soldados, entre los que se encontraban 57 mujeres, comenzaron a recibir su ración de desayuno –un tacho de café y un pan- antes de salir a cumplir sus obligaciones, reemplazando al turno de la noche. Pese a la carencia de agua y de luz, el contingente lucía correctamente. A las 7:00 de la mañana –ya estábamos a miércoles 3 de marzo- volvimos al COT. La luz del día muestra en toda su magnitud la catástrofe. El silencio sobrecoge y la bruma de la mañana le da un aspecto fantasmal a la ciudad. La recorrí bajo toque de queda y al ver la basura acumulada, los escombros en las calles, los perros husmeando entre las ruinas, pensé en todo el esfuerzo que será necesario hacer para volver a ponerla en marcha e iniciar la reconstrucción. Aquí no bastará sólo dinero, sino voluntad y actitud positiva para emprender juntos una nueva etapa.
Durante toda la noche, en el galpón de un supermercado, efectivos militares han estado clasificando y armando las cajas con alimentos –aceite, arroz, azúcar, agua, leche, conservas- para ser llevados a los puntos más críticos y de difícil acceso. Con la mejor voluntad, me llevó al aeropuerto el abogado de la Intendencia, Lautaro Benítez. Allí la Fuerza Aérea y el Ejército ya tenían montado un sistema logístico de gran efectividad, que había permitido que desde las 7:30 de la mañana, fuera despachada ordenadamente la ayuda. Patricia Muñoz -periodista de la FACH- hizo posible que entre centenares de cajas me hicieran un espacio en un helicóptero para ir a Cobquecura. Los aparatos salen cada 20 minutos. Llegan al lugar siniestrado, bajan la carga y vuelven nuevamente para hacer el mismo recorrido las veces que sea necesario. No hay descanso. El dolor se refleja en los rostros de todos. Continúan las réplicas. En Cobquecura aterrizamos en una cancha de fútbol. Los vecinos están reunidos en tres lugares ubicados en la parte alta del pueblo. Hay miedo. El horror del terremoto sigue presente: lo comprobé cuando alrededor de las tres y media de la tarde el suelo volvió a remecerse allí. Tanto el alcalde como los concejales –independiente del color político- tratan de aliviar las necesidades que son múltiples. Un par de funcionarios de la Municipalidad me llevan en camioneta a recorrer el pueblo. En medio de las ruinas vi actividades lúdicas organizadas para los niños. La gente de allí está choqueada, pero no desmoralizada. Aquí no hubo saqueos y están orgullosos de ello. Saben que van a salir adelante, con sus propias fuerzas y la ayuda de todos. Paradójicamente, el único alimento que pude conseguir en estos dos días, lo compré en el supermercado de Cobquecura que está ahora funcionando razonablemente bien.
En todo este recorrido percibí unidad, entereza y solidaridad. El esfuerzo desplegado por las Fuerzas Armadas en esta zona ha sido vital para garantizar la seguridad y la sobrevivencia de la población. La forma en que la gente ha valorado y agradecido la presencia y cercanía militar en esta hora de prueba se percibe en todo momento y lugar. Vi la confianza depositada en ellos manifestada en mil pequeños detalles. Uno no menor es el aplauso generalizado con que se les ha recibido en todas partes. De ellos lo esperan todo -eficacia, justicia, orden, paz- en contraste con el caos que han soportado. La política pequeña y el aprovechamiento egoísta de unos pocos se ha hecho despreciable, y este sentimiento tendrá consecuencias. Si tuviera que resumir qué aprendí de esta experiencia en terreno, diría que en el corazón de los chilenos hay más trigo que cizaña.
Teletón supera meta y se recaudan casi 60 millones de dólares
Con la presencia de la Presidenta Michelle Bachelet, el Presidente electo Sebastián Piñera, el animador Mario Kreutzberger y decenas de artistas y comunicadores cantando el Himno Nacional sobre el escenario del Teatro Teletón, culminó la jornada solidaria de 24 horas Chile ayuda a Chile que buscaba reunir 15.000 millones de pesos para ir en ayuda de los miles de damnificados que dejó el terremoto y tsunami que afectó al país la madrugada del 27 de febrero.
La iniciativa, en la cual participaron numerosos artistas nacionales y extranjeros, y que contó en la noche inaugural con la presencia del secretario general de la ONU, Ban Ki Moon, duplicó la meta establecida al recaudar más de 30.000 millones de pesos, una cifra cercana a los 60 millones de dólares. Estos recursos serán destinados a ayudar a los miles de damnificados que dejó el terremoto de 8,8 grados y posterior tsunami en las regiones del Biobio y El Maule.
Más información | La Tercera
sábado, 6 de marzo de 2010
El terremoto valórico
Este artículo fue escrito por Patricio Hales, diputado del PPD y fue publicado en ElMostrador
En los saqueos se cayeron varios pedazos del alma de Chile. Pero su estructura fundamental aún está en pie. Al frente de los que robaban televisores, destruían cajeros, asaltaban casas, y desmantelaban autos, aprovechándose del terremoto, aparecía la voluntad de miles de personas que sienten crecer el sentido de sus vidas sacrificándose para ayudar a los que sufren. Con ellos reapareció la solidaridad que Leopoldo Castedo dijo que echaba de menos cuando le preguntaron qué le faltaba si comparaba el Chile de los 90 con el de su llegada en el “Winnipeg”.
Pues, junto con comprender a una madre que roba leche porque su guagua no tiene ni agua limpia para sobrevivir, clamábamos castigo para los que, riéndose frente a la televisión, llenaban carros, camionetas, carretillas de mano, sacos, autos y sus brazos para arrancar con lo que pillaran. A las pocas horas pedíamos a los militares en las calles. Pero los valores no se construyen a balazos. En la “La Tierra Permanece” de Sturgeon, la poca humanidad sobreviviente al desastre nuclear, abusaba del abandono para acaparar el mundo material a su disposición, mientras otro grupo comenzaba a reconstruir la sociedad estableciendo el orden básico desde donde volver a partir. En Chile en cambio, el terremoto no destruyó los valores de la mayoría.
Nótese que la velocidad de respuesta con que la poblada inició el saqueo demuestra además un destape lleno de odio. Una odiosa ansiedad por apropiarse o destruir aquello que representa las desigualdades, las diferencias odiosas. Tenerlo o incendiarlo.
El remezón dejó en evidencia la degradación humana de un grupo de personas que ha ido perdiendo algo profundo de su espíritu que deberemos atender cuando terminemos las primeras tareas materiales. Solo una grieta grave en los cimientos de su formación familiar, puede haberlos llevado a asaltar con alegría, algunos junto a sus hijos para robar en la impunidad de la turba y el descontrol mientras el país sufría la catástrofe.
El terremoto demostró la fragilidad estructural de los valores éticos y morales de una parte de nuestra humanidad de país. En estos días vimos esa falla en algunos pobres y menos pobres, pero que en el día a día, de otra manera, si miramos bien, la veremos en otros abusos de aquellos que tienen buenos ingresos. Una descomposición valórica de pobres y ricos, un poco consecuencia del hedonismo de la cultura del poseer por sobre el respeto mutuo; la felicidad de tener las cosas por cualquier medio, más que las ganas de ayudar al caído o la alegría de dar alivio. El aprecio a la marca del auto, el reloj o la polera por sobre el valor de la persona. Una falla de construcción en el alma que cruza a ricos y pobres. La diferencia está en como la expresan. Unos en masa y gritos de venganza, los otros con silencioso refinamiento.
Nótese que la velocidad de respuesta con que la poblada inició el saqueo demuestra además un destape lleno de odio. Una odiosa ansiedad por apropiarse o destruir aquello que representa las desigualdades, las diferencias odiosas. Tenerlo o incendiarlo. Y no es culpa de la pobreza pues la pobreza no es lo mismo que desigualdad y los pobres no son delincuentes por su condición. La mayoría de ellos se marginó de los saqueos e incluso fueron víctimas. Los asaltantes son los terremoteados del alma, los que sufren las grietas del odio vengativo generado por las desigualdades y el envilecimiento. Son fruto de la descomposición ética de un edificio social cuya estructura diseñamos mal y que construimos mal.
Los saqueos no fueron simplemente falta de policías. Es algo más de fondo que nos falló en la edificación del alma de nuestra sociedad.
Y al frente quedó en pie esa gran mayoría del Chile solidario. El sismo demostró la firmeza de esa gran cantidad de chilenos que están en las calles dando su amor a los demás sin pago de dinero alguno. Los médicos que no duermen, los militares que cuidan en toque de queda más allá de su sueldo, la pobladora de Constitución que solita abrió su patio para dar albergue y arroz caliente a 11 personas, los estudiantes con los que estamos catastrando los daños en cada casa o edificio en el norte de Santiago, los modestos pobladores de la Villa Santa Mónica que cooperaron con mercadería en la misa del Padre Jaime en el atardecer de la Plaza de La Valleja, los Techo para Chile , las redes solidarias en Internet, los que donan calladitos sin aviso en los diarios.
Ese es el gran parque edificado con fierro y hormigón del bueno donde los valores no muestran fisura alguna. Es importante constatar que esas son las fundaciones intactas del Chile bueno, que existe, y que puede ayudar a hacernos pensar qué hemos hecho, o qué hemos dejado de hacer, para que en otros se hayan producido los daños tan dolorosos que agrietaron el alma de Chile.
Impactantes imágenes del tsunami en Penco
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mamvas
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12:12 a.m.
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viernes, 5 de marzo de 2010
Testimonio desde Concepción: Crónica de los dos terremotos
Este es un testimonio desde Concepción, la ciudad más afectada por el terremoto de la madrugada del sábado. Su autor es Carlos Basso Prieto, Periodista, escritor y asesor de prensa de la Fiscalía Regional del Bío Bío. Fue publicado en El Mostrador
Cerca de un mes atrás, conversando con un periodista de El Mostrador en mi oficina de la Fiscalía Regional del Bío Bío, me jactaba de lo maravilloso que era vivir en Concepción y le repetía lo mismo que reiteraba monocorde a cualquier santiaguino que intentara preguntarme por qué no me iba a la capital: porque vivo en una ciudad bellísima, a la cual no le falta nada, donde, junto a mi familia, me podía dar el lujo de residir en un precioso departamento con vista al parque y a 8 minutos a pie del trabajo. Puras ilusiones. Creo que es imposible que alguien que no haya estado en Concepción, Talcahuano, Tomé o Constitución pueda entender a cabalidad lo que vivimos la madrugada del 27 de febrero ni, mucho peor, todo lo que ha sucedido a continuación.
Me desperté con un movimiento muy suave, cadencioso, que tenía pinta de temblor. Hasta hoy en día no sé si tembló o no antes del terremoto, pero nadie me sacará de la cabeza que así fue, aunque en ese momento pensé que probablemente era que simplemente mi esposa Isabel se había movido en la cama. Me quedé despierto unos minutos, y –vaya uno a saber por qué- recordé una conversación que tuvimos unos días atrás con mis hijos, a la hora de almuerzo. Estaban dando algún documental sobre terremotos en el National Geographic y algo les comenté acerca del viaje de Darwin en el Beagle y de sus descripciones acerca del terremoto y maremoto de 1835, más conocido en Concepción como “La ruina”. Asombrados, escucharon de mi boca lo que Darwin contaba acerca de cómo, unos diez días después de producido el sismo, llegó al puerto de Talcahuano.
Estaban dando algún documental sobre terremotos en el National Geographic y algo les comenté acerca del viaje de Darwin en el Beagle y de sus descripciones acerca del terremoto y maremoto de 1835, más conocido en Concepción como “La ruina”.
Los testimonios recogidos por el naturalista describían como, tras el terremoto, el mar se recogió en la poza de Talcahuano, dejando tirados en el suelo marino muchos buques, y como se abrieron verdaderos géiseres por dónde salían chorros de azufre (gas natural, por cierto). Todo ello, antes que el mar regresara y lanzara los barcos hacia las calles de Talcahuano, lo mismo que sucede hoy en día. Los niños no me creyeron mucho.
27 de febrero, 3:35 am
El primer golpe fue tan fuerte que Isabel y yo saltamos de la cama y nos pusimos de pie de inmediato. Mientras me incorporaba, la tierra se pegó un segundo corcoveo de tal fuerza que me tiró a tierra, haciéndome aterrizar sobre mi rodilla derecha. Mientras me levantaba cojeando, Isabel corría al dormitorio de Nicolás, de 5 años, y Antonio, de 11. Partí detrás de ella y cada uno se aferró a uno de los niños, tratando –miren qué absurdo- de suavizarles un poco el asunto, diciéndoles que esto no era nada, que pasaría, etc.
Pero “La ruina” en su versión moderna no cejaba en su intento de mandarnos al infierno. Dicen que fueron 2 minutos y medio, pero parecieron horas. El movimiento subía y subía de intensidad, y junto con este aumentaba el ruido: azote de puertas, alarmas de autos, quebrazones, golpes sordos, llantos apagados. Mientras le miento a Antonio asegurándole que esto es un temblorcito, veo algo que pasa volando por las afueras de su ventana (estábamos en un cuarto piso). Era el brazo de una inmensa grúa de construcción con la cual la empresa Ingevec levanta una torre detrás del sitio en el cual vivo, grúa que, inexplicablemente sigue allí, amenazando con matar a una buena cantidad de penquistas más, frente a la enervante indolencia de los ejecutivos de esa empresa, sentandos en alguna oficina de Vitacura.
El edificio se seguía bamboleando y ya se movía, quien sabe, medio metro de lado a lado. Costaba mantener el equilibrio y no tengo ninguna duda que llegó al límite de su resistencia. De hecho, creí que se caía, pero justo en ese momento la Placa de Nazca parece que terminó de arrebujarse debajo de la continental y la violencia del movimiento cedió.
Hay tramos de esa hora que no recuerdo. Sé que llevamos a los niños a mi dormitorio y los vestimos, echando garabatos porque no teníamos una linterna a mano, a pesar de haber al menos media docena dando vueltas en la casa (anoten). Como pudimos nos vestimos, pero era imposible cruzar el pasillo del departamento, pues el contenido de varios closets que están allí se había volcado, llenando de libros y otras cosas. Con el dolor de mi alma e iluminados por la débil luz del celular (que no había puesto a recargar, pues ese fin de semana no estaba de turno, anoten también), pateé libros y avanzamos hacia la puerta de salida, bloqueada también por cientos de libros caídos desde los estantes que los sostenían, ahora quebrados por la mitad, como si un karateca gigante los hubiera partido con la mano.
27 de febrero, 4:00 am
Estamos en el Parque Ecuador. Mis vecinos del primer y tercer piso lograron sacar sus autos del estacionamiento y los llevaron hacia allá. Yo no pude, por un motivo muy simple: no encontraba las llaves. En los asientos acomodamos a los niños de unos y otros y a la señora Elena, del segundo piso, mientras mi esposa y yo llamamos desesperados a nuestro hijo mayor Sebastián, que se había quedado a dormir en la casa de un amigo en el sector de Los Canelos, en San Pedro; es decir, al otro lado del río. Y era imposible comunicarse con alguien. No había líneas telefónicas, luz ni nada, sólo miedo, temblores, gritos en la oscuridad y una angustia que se hacía cada vez más terrible. Por todas partes se veían columnas de humo y se escuchaban explosiones secas pero no excesivamente fuertes: eran balones de gas. Comenzaron a sentirse las primeras sirenas y a los lejos se notaba la luz de las balizas policiales, de ambulancias y de bomberos.
Alguien captó en su auto una radio, la única chilena que estaba transmitiendo: Pudahuel. Confieso que nunca la había escuchado, pero esa noche fue increíble oír a Pablo Aguilera entregando algunas informaciones, en medio del desbarajuste. A medida que pasaban los minutos, el parque se iba poblando de más y más gente y cada uno llegaba con nuevas informaciones, obviamente sin confirmación alguna: que se cayeron los dos puentes con autos y todo, que se cayó un edificio nuevo en la Costanera, que una torre de oficinas de 25 pisos se está hundiendo en el centro, que se está quemando la Facultad de Física de la Universidad de Concepción, ubicada a unas siete cuadras de donde estábamos, etc.
De pronto se escuchó una explosión inmensa, proveniente de la universidad. Otra, un par de minutos después. Tiembla de nuevo, tiembla más fuerte. En un momento de lucidez, al salir del departamento alargué la mano hacia la cocina y saqué una botella de Coca light. Tomamos unos sorbos con un vecino, mientras veíamos que hacia el fondo del parque se juntaba un grupo de sujetos en actitud agresiva. De hecho, en medio de las sombras los vimos partir hacia la construcción de Ingevec. Se nos desaparecieron de la vista por unos segundos y luego se produjo un ruido muy fuerte, casi como explosión. Mi vecino se percató que provenía de los sujetos, que estaban pateando una suerte de canaleta construida por Ingevec para sacar madera y armar una fogata.
27 de febrero, 7:30 am
Amaneció recién a las 7:20, evento que todos esperamos con un poco más de calma luego que a eso de las 6:00, la radio informara que la Presidenta había descartado un tsunami. A las 7:30 subí al departamento, que ya estaba completamente inundado (pues se rompieron varias cañerías) y debajo de mi colección de libros de James Ellroy, pude encontrar un juego de llaves del auto. Sin pensarlo, nos subimos al vehículo y le pedimos a uno de nuestros vecinos que si Sebastián aparecía, lo retuviera allí. Y partimos a San Pedro. Al entrar a la Costanera, nos encontramos con una pista completamente destrozada. Como pudimos nos cambiamos a la pista contraria y salimos raudos hacia el puente Juan Pablo II, pero poco antes del cerro Chepe unos pobladores nos hicieron señas para detenernos, pues la Costanera estaba destruida desde allí en adelante. Regresamos hacia el nudo que conecta Los Carrera con el Puente Llacolén y estábamos comenzando a subir hacia él, cuando pudimos ver cómo se había caído la conexión principal. Vuelta atrás. Finalmente, encontramos la única oreja que quedaba en pie, subimos y atravesamos el puente con mucho miedo, maximizado por la vista (hacia la derecha) del Puente Viejo, cuyos pilares cayeron unos sobre otros como fichas de dominó.
27 de febrero, 7:55 am
San Pedro está habitualmente cubierto de neblina y esa madrugada no era la excepción. En medio del caos vehicular que intentaba controlar un carabinero, avanzamos varias cuadras hacia el sector de calle Michimalonco, donde se encuentra el corazón comercial de la comuna. Estábamos llegando a él cuando, en medio de los últimos estertores de la nube de neblina, casi atropellé a un sujeto que salió de la nada, corriendo hacia la otra vereda, con un carro de mercadería en las manos. Miramos hacia la izquierda y vimos un supermercado Santa Isabel con su fachada destruida y cientos de personas desvalijándolo. Nunca he tenido muy claro el real significado de la palabra lumpen, más allá del que le damos cotidianamente, pero ahora tengo algo claro al respecto: que se compone indistintamente por delincuentes provenientes de los estratos A, B, C1, C2, C3, D y quizá E. En medio de sujetos de aspecto patibulario que corrían llevando mercadería, de madres muy modestas que corrían llevándose unas cajas de leche y de jóvenes de todas las edades que destruían todo, como si fueran una barra brava, se veía gente muy bien vestida, con parkas Canadien o Columbia, robando igual que los otros, mientras atravesaban hacia el Hyundai Santa Fe en que los esperaban por la otra vía.
Isabel me dice que vaya con cuidado, que no acelere, pero acelero y paso en medio de todos ellos. Estaban tan ocupados robando, que si bien me prodigaron algunas miradas de odio por no haberles respetado su “preferencia” a transitar por las calles con productos robados, me dejaron pasar. Unos minutos más tarde encontramos a Sebastián, en la casa de su amigo, con un tremendo rasmillón en un codo, pero sano y salvo. Después de los abrazos y las lágrimas surtidas, regresamos con él y otro amigo suyo a Concepción, convencidos que lo peor había pasado ya, pero estábamos muy equivocados, pues ni sospechábamos que esos atisbos de agresividad que ya habíamos visto eran el preludio de un segundo terremoto, peor que el primero, un terremoto de pobreza moral, de odio y de mezquindad sobre el cual Darwin, de un modo u otro, ya nos había advertido.
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