Alfredo Jalife-Rahme, La Jornada
Existe una perturbadora convergencia entre el teórico de la guerra permanente mediante el choque de ocho civilizaciones (sic), Samuel Huntington, y el pragmático multimillonario Donald Trump sobre el supremacismo blanco de los WASP (white anglo-saxon protestants: angloestadounidenses protestantes blancos).
La única diferencia es que Huntington es venerado, mientras Trump es abominado, por el complejo militar-industrial.
Huntington, tan mexicanófobo e islamófobo como Trump, fue el coordinador de la planeación de seguridad en el Consejo de Seguridad Nacional con James Carter, además de darling de las universidades Yale, Harvard y de Chicago.
En su libro más reciente, ¿Quiénes somos? (https://goo.gl/2MY7uH), una oda a la mexicanofobia –en la que presuntamente colaboró un efímero canciller del doble cara Vicente Fox–, observa que "en 1930, los angloestadunidenses continuaban siendo el grupo dominante y, posiblemente, el mayor en número de la sociedad estadunidense, pero étnicamente (sic) Estados Unidos había dejado de ser una sociedad angloestadounidense".