Bill Van Auken, wsws
El discurso arrogante y provocativo del presidente estadounidense, Donald Trump, en el que reconoció a Jerusalén como capital de Israel y proclamó la intención de trasladar la embajada de Washington ahí dio sus primeros resultados el jueves en la forma de más de 100 trabajadores y jóvenes palestinos heridos a manos de tropas israelíes, las cuales utilizaron municiones letales, balas de goma y gases lacrimógenos para reprimir las protestas que sobrevinieron a través de los territorios bajo ocupación.
En sus pronunciamientos del miércoles, Trump le dio vuelta a la política de EUA que estuvo vigente por siete décadas y que se basaba en hipocresía. Mientras que el Departamento de Estado ha mantenido formalmente que el estatus de Jerusalén solo se puede determinar a partir de un acuerdo entre israelíes y palestinos, una serie de candidatos presidenciales en EUA, sean demócratas o republicanos, han prometido mover la embajada, pero se han echado atrás al llegar a la Casa Blanca. Igualmente, el Congreso votó a favor de este paso de forma casi unánime, mientras que le dieron una exención al presidente por motivos de seguridad nacional para que posponga el traslado.
El carácter explosivo de las disputas por la jurisdicción de Jerusalén, que alberga algunos de los sitios más sagrados para el islam, el cristianismo y el judaísmo, ha sido reconocido por la diplomacia internacional desde antes de que se fundara el Estado de Israel.