sábado, 20 de enero de 2024

La Operación Militar Especial Rusa en Ucrania: ¿qué nos espera y hasta dónde llega?

Rafael Machado, Jornal Puro Sangue

A pesar del retraso, ahora hay un consenso en los medios occidentales: la ofensiva ucraniana del verano de 2023 fue un rotundo fracaso. Fuentes ucranianas, como el general de división Sergey Krivonos, hablan de 500.000 muertes de soldados ucranianos desde febrero de 2022, lo que confirman analistas independientes como Scott Ritter y el coronel estadounidense Douglas MacGregor.

Es significativa, por ejemplo, la cobertura de “Business Insider”, que en un artículo del 7 de diciembre de 2023 dice que “Ucrania esperaba que su gran contraofensiva se mantuviera como un 'puño de hierro', pero en lugar de eso, las cosas se descarrilaron desde el principio, posiblemente incluso antes de que comenzara”. Y el 12 de diciembre de 2023, el mismo “Business Insider” publicó un artículo con el título “Las expectativas poco realistas de Estados Unidos ayudaron a llevar la contraofensiva ucraniana al fracaso, según los líderes militares”, en el que se expone el mismo argumento.

En la práctica, en cinco meses de combates, Ucrania capturó sólo aproximadamente 400 km². Mientras tanto, Rusia avanza en las afueras de Artyomovsk (Bakhmut), Avdeekva, Marinka y Kremmina, y a pesar de los enfrentamientos que se desarrollan en una zona gris, ya parece que en un mes Rusia ha tomado más territorio que la contraofensiva ucraniana en toda su duración.

Al mismo tiempo, se hizo pública información sobre el reclutamiento de mujeres en el frente, así como de personas mayores y adolescentes de entre 16 y 17 años. Los actos de desobediencia civil contra reclutadores siguen aumentando en frecuencia, mientras medios rusos publican imágenes y vídeos de miembros del Batallón “Bogdan Khmenlytskyi”, integrado por prisioneros de guerra ucranianos que juraron lealtad a Rusia.

Los signos apuntan a un colapso de las Fuerzas Armadas de Ucrania, a medida que la capacidad de combate de las Fuerzas Armadas de Rusia (que abarca tanto la capacidad de Rusia para rotar tropas y reemplazar bajas como la productividad militar-industrial de Rusia) comienza a superar la capacidad de combate de Ucrania es abrumadora (dificultades de reclutamiento debido a falta de personal y número excesivo de bajas, falta de una industria armamentista ucraniana activa, dificultad para recibir las armas y municiones necesarias en las cantidades necesarias).

Sin embargo, no es posible predecir cuándo se producirá este colapso ni qué sucederá después.

La narrativa proucraniana dominante ya es que Ucrania debe pasar a una fase defensiva en este conflicto, construyendo trincheras y fortaleciendo posiciones defensivas para resistir el ataque ruso. Diríamos que se trata de una orientación occidental que llega demasiado tarde, ya que Ucrania ya no tiene suficiente mano de obra, materias primas ni capacidad de coordinar la logística para garantizar la rápida construcción de líneas defensivas similares a las Líneas Surovikin, contra las que los ucranianos fracasaron..

Ante esta situación, por tanto, se especula sobre una posible “gran ofensiva rusa” que podría llegar, aprovechando los recién movilizados, así como los tanques recién salidos de fábrica, para grandes avances masivos, en 3 o 4 puntos del teatro de operaciones de guerra (incluso, quizás, de nuevo desde Bielorrusia o desde Belgorod hasta Jarkov). Sin embargo, no hay consenso al respecto. Scott Ritter dice que no ve evidencia de preparación para ninguna ofensiva importante que avance como una “flecha” hacia el corazón de Ucrania..

Por lo tanto, por ahora, incluso en las actuales condiciones extremadamente favorables en las que Rusia tiene una gran reserva de hombres movilizados, un nivel de productividad industrial-militar (tanques, piezas de artillería, infantería blindada, drones, municiones, etc.) superior a la de Occidente, todo ha apuntado a avances repartidos por el teatro a través de pequeñas incursiones tácticas, intentando imponer asedios a las ciudades ucranianas, con un uso extensivo de artillería y drones antes de los asaltos de infantería. Esto es al menos en lo que respecta a Zaporizhia, Donetsk, Luhansk y la orilla oriental del río Oskil en Jarkov. En cuanto a Jersón, por ahora lo previsible es el mantenimiento del río Dniéper como frontera defensiva por parte de los rusos..

Sin embargo, las especulaciones sobre entradas limitadas de tropas rusas que salen directamente del territorio de la Federación Rusa en Sumy o en el norte de Jarkov, con fines puramente de distracción, tienen sus méritos..

Aún así, persiste la pregunta de cuánto tiempo más Rusia pretende llevar a cabo esta operación militar especial en Ucrania y cuándo se podrá lograr la paz. Aquí puede resultar conveniente volver a los objetivos declarados de la operación militar especial rusa en Ucrania..

En su discurso “Sobre la realización de una operación militar especial” del 24 de febrero de 2022, Vladimir Putin afirma sucintamente que Ucrania estaba siendo transformada en un estado antirruso por la OTAN (que, a su vez, no sería más que una herramienta de política exterior estadounidense), y que para proteger a los rusos de Donbass, Rusia llevaría a cabo una operación militar especial destinada a la “desnazificación” y la “desmilitarización” de Ucrania.

Los fundamentos y objetivos expuestos siguen vigentes. Lo que cambia son las condiciones objetivas, que a su vez modifican los métodos a utilizar para alcanzar los objetivos.

Los primeros ataques de la operación militar especial tenían un objetivo más político que militar. Estos ataques se basaron en la certeza de que Ucrania capitularía ante la revuelta de parte de sus Fuerzas Armadas y/o sectores de las élites oligárquicas. Esto no sucedió, y el fracaso de las conversaciones de Estambul en marzo de 2022 indicó a Rusia que sus objetivos tendrían que alcanzarse militarmente, primero, antes de poder imponerse políticamente como un hecho consumado.

“Desnazificación” significa, en la práctica, la deconstrucción de todas las formaciones políticas y paramilitares neonazis (es decir, cultivadas en el odio a Rusia), así como de las estructuras sociales, culturales y pedagógicas que alimentaron el fortalecimiento de este neonazismo. Se trata de algo amplio, porque implica la existencia o inexistencia de determinados partidos políticos, hasta el currículum escolar y las celebraciones oficiales y públicas promovidas y financiadas por el Estado ucraniano.

En el terreno especulativo podemos señalar que el objetivo de la desnazificación sólo podrá alcanzarse mediante una victoria aplastante de Rusia, condición en la que la dirección ucraniana del momento tendrá que cumplir con todas las posibles exigencias rusas: extinción de los partidos políticos rusófobos, prohibición de organizaciones neonazis, posible pérdida de los derechos políticos de todos los principales líderes rusófobos y neonazis, derogación de toda la legislación rusofóbica y antiortodoxa, revisión de los planes de estudio escolares, implementación de legislación anti-ONG para detener la penetración del soft power atlantista, etc.

Se trata de cambios profundos y de gran escala que no pueden implementarse sin mayores avances militares y que quizás, en un sentido realista, incluso requieran algún período de ocupación militar para garantizar el cumplimiento del eventual tratado de paz.

Así lo confirma el otro objetivo principal señalado: la desmilitarización de Ucrania. No se sabe qué quedará de Ucrania al final de la operación militar, pero lo que quedará, si es independiente, será un territorio privado de fuerza militar con capacidades ofensivas, más con gendarmería que otra cosa, como las fuerzas militares alemanas y japonesas en la era inmediatamente posterior a la Segunda Guerra Mundial.

Y la desmilitarización, de hecho, se ha implementado con suficiente eficacia como para que podamos considerar que en caso de un abandono total de Ucrania por parte de los países occidentales, el país duraría entre 2 y 3 meses en confrontación con Rusia, según un reciente artículo de Vox. Ucrania, recordemos, ya no tiene una industria armamentista: depende de Occidente para prácticamente todos los insumos militares.

El entusiasmo occidental por Ucrania se ha desvanecido, pero no hay señales de que el apoyo occidental a Ucrania esté a punto de terminar. Por el contrario, Occidente está a punto de entregar los F-16 a los ucranianos. En este sentido, lo que ya ha dejado claro Dmitry Medvedev es que cuanto mayor sea el alcance de los misiles y armas en general entregados por Occidente a Ucrania, más tendrá que avanzar Rusia para crear una zona de protección para su territorio.

A esto se suman algunas otras consideraciones políticas y geopolíticas.

La primera, la más obvia, es que los territorios de Donetsk, Luhansk, Kherson y Zaporizhia son constitucionalmente parte de la Federación Rusa en su totalidad, no sólo lo que actualmente ocupa Rusia. En este sentido, retomar las partes de estas regiones que aún están en posesión de Ucrania no es una cuestión de elección, interés u opción, sino un deber constitucional.

A continuación, debemos recordar el papel geopolítico que Zbigniew Brzezinski y otros geopolitólogos de la OTAN atribuyen a Ucrania, para justificar no sólo su separación de Rusia, sino su instrumentalización contra Rusia.

Por su tamaño, su población, su parque industrial, sus tierras fértiles, sus recursos minerales y casi todo el control sobre el norte del Mar Negro, la separación da Ucrania de Rusia hizo imposible la restauración imperial de Rusia y su recuperación del estatus de gran potencia.

La cuestión del Mar Negro es especialmente relevante para los geopolitólogos porque es el control sobre el Mar Negro lo que garantizaría a Rusia el acceso a los mares cálidos, desde el Mediterráneo hasta los grandes océanos. La búsqueda de la “ruta ártica” es un intento de sortear esta cuestión, especialmente dada la baja confiabilidad del actual gobierno turco, pero persiste la necesidad estratégica de hegemonía en el Mar Negro.

Hasta 2013, Rusia sólo contaba con el puerto de Novorossiysk y su acceso a los mares cálidos era extremadamente limitado. El problema de Novorossiysk es que es un puerto fundamentalmente económico, centrado en la economía local e incapaz de albergar a la Flota del Mar Negro. La excepción fue el puerto de Sebastopol, en Crimea ucraniana, pero con autorización de uso otorgada a Rusia.

La recuperación de Feodosia en Crimea y Mariupol en Donetsk mejora la posición de Rusia en el Mar Negro, pero el objetivo de lograr la hegemonía en el Mar Negro, así como impedir el suministro militar de cualquier futuro hipotético estado ucraniano por parte de los enemigos de Rusia, sólo puede lograrse mediante la reintegración de Odessa, con sus grandes instalaciones portuarias.

También es necesario señalar como factor el hecho de que más allá de los objetivos oficiales literales, el conflicto ucraniano se ha convertido en un enfrentamiento contra la OTAN. No es tanto Ucrania a la que se enfrenta Rusia, sino a 40 países en territorio ucraniano.

En este sentido, se puede decir que extraoficialmente e indirectamente, los objetivos de “desmilitarización” y “desnazificación” también se extienden más allá de Ucrania en el sentido específico de debilitar la maquinaria de guerra de la OTAN y la UE. Aquí es donde Hungría y Serbia desempeñan papeles potencialmente importantes en la geopolítica europea y tienen sus destinos vinculados al resultado de la operación militar especial. Hungría, que es miembro de la OTAN y de la UE, es considerada un paria en estas organizaciones, debido a la postura soberanista de su presidente Viktor Orban. Esta postura, por tímida que sea, viola las expectativas de sumisión total que se imponen a los jefes de Estado europeos. El problema, sin embargo, es que Hungría es un país sin salida al mar y, por lo tanto, extremadamente dependiente de sus relaciones europeas para evitar la asfixia económica a través de sanciones.

El caso serbio es similar. Serbia no es parte de la OTAN ni de la UE. De hecho, en la geopolítica clásica el país es considerado como una cuña euroasiática (es decir, rusa) a las puertas de la Mitteleuropa.

Sin embargo, su gobierno se ha visto cada vez más presionado para unirse a los dos bloques atlantistas, y el presidente Vucic juega con estas expectativas, tratando de adoptar una posición favorable a Occidente, preservando al mismo tiempo los vínculos con Rusia (por ejemplo, negándose a sancionar al socio euroasiático).

Después de todo, Serbia, al igual que Hungría, no tiene salida al mar y ya conoce la experiencia de ser un país marcado para la destrucción, véase lo que ocurrió en los años 90 y la primera década del nuevo milenio. La única manera de que estos países alcancen suficiente seguridad para que puedan asumir posturas soberanas frente a la OTAN y la UE es si Rusia avanza lo suficiente en Ucrania para permitir que estos dos países accedan al Mar Negro (recordando que Serbia y Hungría son vecinos), incluso si Rusia no anexa permanentemente toda Ucrania.

¿Y por qué sería interesante para Rusia? Pues porque un giro de este tipo podría generar una reacción en cadena en todo el continente europeo.

Al contrario de lo que dicen algunos analistas, la ruptura entre Rusia y Europa no es irremediable y no puede serlo. El fundamento material de la geopolítica es la geografía, y la geografía es el destino. No elegimos nuestro continente ni a nuestros vecinos nacionales. De una forma u otra, debemos abordar nuestra posición y cómo nos relacionaremos con nuestros vecinos que no podemos simplemente ignorar.

Por lo tanto, el restablecimiento de las relaciones con Europa, comenzando con un nuevo pacto de seguridad regional, es la prioridad geopolítica rusa inmediata que trasciende la propia cuestión ucraniana. El esfuerzo de Putin en esta dirección se remonta al comienzo de su primer gobierno. La diferencia entre entonces y hoy es que Putin estaba dispuesto a subsumirse y adaptarse al mundo occidental. Hoy esta restauración y este pacto se llevarán a cabo según los términos de Putin y Rusia.

En otras palabras, la OTAN, si continúa existiendo, tendrá una forma y un alcance completamente diferentes.

En definitiva, ante el fracaso de la contraofensiva ucraniana y el crecimiento de las capacidades tácticas y operativas rusas, podemos señalar los escenarios mínimo, intermedio y máximo, respectivamente:
  • La liberación completa de Kherson, Zaporizhia, Donetsk y Luhansk y la decisión de tomar Kharkov y Odessa, con el resto de Ucrania bajo un nuevo gobierno ucraniano neutral;
  • El avance hacia la ocupación de toda la orilla oriental del Dniéper, con o sin Kiev, con el resto de Ucrania como satélite ruso;
  • El avance hacia el oeste de Ucrania, con la anexión de la mayor parte de Ucrania, y la autorización táctica de la anexión de territorios ucranianos reclamados por Polonia, Hungría y Rumania, o la construcción en el oeste de Ucrania de un estado neutral.
Veremos la viabilidad de estos escenarios en 2024, con la predicción más prematura de que el conflicto terminará en la primera mitad de 2025, dependiendo de los resultados de las elecciones estadounidenses.

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