El mundo de ilusiones de Estados Unidos está a punto de concluir en un final horrible; el “establishment" se rehúsa a admitirlo, pero Rusia lo sabe, China lo sabe, y también los países del golfo Pérsico.
Alfredo Jalife-Rahme, La Jornada
En un artículo especial para The American Mind, el connotado analista geofinanciero David P. Goldman, colaborador asiduo de Asia Times (con sede en Hong Kong), aduce que Israel se encuentra a la sombra del declive de EEUU cuando Hamas es una amenaza existencial menos significativa que el colapso del liderazgo estadounidense.
En forma realista, sentencia que no existe competencia entre las 300 mil tropas regulares del ejército israelí y los 30 mil a 40 mil ligeramente armados irregulares de Hamas cuando su entera extirpación de Gaza depende de cuánto pueda Israel resistir la presión de EEUU. De todas maneras, el resultado no variará mucho: la mayoría de los 2 millones de residentes en Gaza pasarán los siguientes años en tiendas de campaña.
En la fase post-Ucrania, emite una hipótesis que pareciera temeraria, pero es más que real cuando vincula que el peligro existencial de Israel proviene de Ucrania, más que de Gaza, lo cual coincide con mi hallazgo sobre la cofradía de la secta cabalística jázara Lubavitch/Chabad) .
Goldman expone el error de la administración Biden al imaginar que forzaría un cambio de régimen en Rusia mediante sanciones devastadoras, que tuvieron un efecto búmerang: en lugar de hundirse un 50 por ciento, como predijo Biden, la economía rusa creció 3 por ciento en 2023.
Por eso sentencia en forma inexorable que el equipo Biden es responsable por el más grave error en la accidentada historia de la política exterior estadounidense. Su resultado ominoso: la posición estratégica de EEUU está a punto de sufrir un golpe más devastador de su colapso de 1975 en Vietnam.
Fustiga el intento de mover los límitesde la OTAN a la frontera de Ucrania con Rusia, lo cual puede haber sido el acto más estúpido del lamentable drama de la política exterior estadounidense, al unísono de la declaración de Biden el 26 de marzo de 2022 de que no se puede permitir que Putin permanezca en el poder, quizá el alarde más ridículo y vacío jamás realizado por un líder estadounidense.
Arremete que “el establishment de la política exterior estadounidense apostó su credibilidad en el resultado” de la guerra en Ucrania contra Rusia.
Cabe señalar que los zelotes jázaros, encabezados por la pugnaz Vicky Nuland, daban por hecho la alucinante derrota estratégica de Rusia, su balcanización en cinco pedazos y el cambio de régimen en el Kremlin.
Hoy la atmósfera en Washington es análoga a la de Viena en 1914, expuesta en la notable obra de Robert Musil Un hombre sin atributos: su mundo de ilusiones está a punto de concluir en un final horrible; el “establishment estadonidense se rehúsa a admitirlo, pero Rusia lo sabe, como también China y los países del golfo Pérsico”.
Goldman advierte en forma trágica: el cambio en el equilibrio del poder mundial después del colapso de Ucrania será tan dramático que todos los jugadores en este juego global serán precavidos en la próxima fase, mientras “Rusia y China prueban las debilidades estadounidenses por debajo del umbral de un casus belli”.
Arguye que Israel sufrirá daño colateral, ya que el declive del poder estadounidense contribuirá a su rodeo estratégico en el tiempo venidero, cuando Rusia voltea a ver ahora a Irán: los rusos juegan ajedrez, mientras los estadunidenses juegan monopoly y el obvio movimiento ruso en respuesta a un intento estadounidense de controlar el centro del tablero en Ucrania es abrir un fianchetto con Irán.
Concluye que si EEUU convierte a Rusia en un adversario estratégico, la supervivencia de Israel caerá en un gran nivel cuando los problemas de Israel en el largo plazo, mucho peores de lo que aparentan, aparecerán en la superficie cuando el polvo se asiente en Ucrania.
El premier Netanyahu lo sabe y, por ello, detrás de la espesa humareda de su Gran Israel, tiene en la mira a Irán
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