miércoles, 20 de enero de 2021

La hora de Biden

David Penchyna Grub, La Jornada

Estados Unidos había tenido elecciones cerradas y polarizantes en su historia, pero nunca una en la que una buena parte del electorado creyera firmemente que los comicios se dieron bajo un proceso de fraude. La arquitectura de las redes sociales ha recreado el mundo bipolar, pero ya no entre comunismo y capitalismo, sino entre dos bandos –los que sean– que simplemente no pueden escuchar, y por ende, entender a quien piensa diferente. La diferencia se entiende como un agravio insoportable, un error a corregir, y no una característica propia de la sociedad y de la democracia.

A tal grado ha llegado la incapacidad de diálogo entre ciudadanos que hay un dato aterrador: 30 por ciento de quienes se identifican con el todavía presidente Trump apoya la toma del Capitolio de la semana antepasada por increíble que parezca. Ese es el país que va a gobernar Joe Biden, un hombre de 78 años (baby boomer) que tal vez llegó tarde a la presidencia pero, para las condiciones actuales, llega justo a tiempo. Biden es un político de carrera, legislador, diplomático, generador de consensos. El opuesto perfecto al empresario –no político, radical, disruptivo y provocador histriónico– que abandonará la Casa Blanca.

El saldo del trumpismo es brutal. Sus palabras, pero sobre todo sus acciones, despertaron a grupos supremacistas que estaban en la marginalidad y la sombra, para luego sentirse representados, alentados y, finalmente, traicionados por el sistema electoral estadunidense. Llenos de ira y de frustración, pertenecientes a una clase media pauperizada en las pasadas tres décadas, estos grupos decidieron llevar a la práctica lo que muchos temimos y advertimos a lo largo de 2020. La irrupción en el Capitolio es la prueba más nítida del disenso, de la ruptura entre una parte de la sociedad estadunidense y la representación democráticamente electa.

¿Por qué fue tan atractivo Donald Trump para este amplio segmento de la población, por qué lo sigue siendo, a pesar de su derrota, de sus errores como gobernante y de sus desplantes como mandatario?, porque Trump supo vender fácil y claramente el regreso a una era dorada (la posguerra) en la que Estados Unidos era menos diverso, menos multicultural, menos igualitario, pero más dominante en el escenario global y próspero en el plano económico interno. Este nostálgico argumento de la tradición ha probado su eficacia a lo largo de los siglos en esa nación. Los llevó a librar una guerra civil para defender el modelo económico sureño basado en la esclavitud, y a postergar hasta la década de los años 60 el entramado legal que puso a los afroestadunidenses en condiciones de iguales. Ese Estados Unidos profundo, que le gusta conspirar, aislado del mundo, fanatizado, digitalizado y azuzado, es el que rompió las puertas del Congreso y, con ello, un sentido histórico de civilidad y concordia.

Ese es el país y el momento que le toca sortear a Joe Biden. Su éxito no estará medido en términos de desarrollo económico, poderío global u otros estándares tradicionales.

Su éxito habrá de medirse en la capacidad de unir aquello que está roto, de hacer notar las coincidencias entre ciudadanos que durante cuatro años solamente han escuchado sobre aquello que los hace diferentes del otro. Trump usó el sentimiento de agravio para fomentar el odio y la división; Biden deberá encontrar valores compartidos para tratar de fomentar la unidad. No es recurso retórico, de ello depende el rol de Estados Unidos en el siglo XXI. De ello depende si logra reposicionarse como una nación multicultural, diversa, democrática y de oportunidades, o si se deja seducir por la nostalgia, el puritanismo y la tradición (un eufemismo usado a lo largo del siglo XX para evitar hablar de raza).

Hillary Clinton lo dijo hace unos días en un artículo para The New York Times. Estados Unidos debe decidir cuál es la premisa que une a sus ciudadanos. Para algunos, la amalgama es la América blanca. Para otros –los más– es la democracia. Afortunadamente para el mundo, para el medio ambiente, pa-ra los derechos humanos, para los mexicanos, Joe Biden representa a los segundos. Una mayoría que supo hacerse escuchar en las urnas y que recuperó a Estados Unidos del reality show en el que se había convertido. Una mayoría democrática que toma la palabra este miércoles. Habrá que estar atentos del curso del nuevo gobierno que este 20 de enero arranca en Estados Unidos, máxime siendo vecinos de ellos, donde todo repercute de una u otra forma en nuestro país. Al tiempo.

1 comentario:

  1. Correspondera a Biden restablecer la unidad nacional sin posibilidad de cambiar nada y de resucitar el sueño americano sin posibilidad de ofrecer nada. En las calles para asimilar eso se necesitaran muchas mas drogas.

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