Ernesto Vale, La Vanguardia
Lo que está ocurriendo en Chile trajo a mi memoria un documental de Patricio Guzmán titulado ‘La batalla de Chile’, estrenado en el cine Arkadín de la Travessera de Gracia en la Barcelona de finales de los años 70 y que fui a ver con un amigo.
En todo caso, antes de seguir, debemos subrayar que el enfrentamiento de estos días no es exactamente igual que al que tuvo lugar hace cuarenta y tantos años atrás; aunque pueda parecerlo. Aquella era la época de la Guerra Fría, por lo tanto, los conflictos tenían otra dimensión ideológica y también geopolítica. Pero eso sería otro tema.
A mucha gente le sorprende lo de Chile. Y, en cierto modo, se puede entender, porque fueron muchos años hablando en los medios de su “milagro” económico, sin que mencionaran nunca la otra cara. Y la realidad casi siempre tiene dos o más caras.
El origen del Neoliberalismo
Después del golpe de Estado militar de Pinochet, en 1973, se ensayó allí un experimento económico de corte neoliberal extremo, lo que algunos llamaron el nuevo liberalismo propuesto por el economista Milton Friedman, un anti-keynesiano visceral. Su modelo, hoy en crisis en casi todo el mundo, consistía en la liberalización total de los mercados y en el monetarismo financiero. Lo cierto es que en el experimento chileno se privatizaron casi todas las empresas públicas, además de las pensiones, los servicios de salud, la educación, la vivienda protegida, etcétera.
Todo eso desató una gran avaricia en los grupos económicos nacionales e internacionales, que, protegidos por las leyes de la dictadura, llegaron hasta el extremo de adueñarse del agua y de grandes extensiones de tierras pertenecientes a los nativos mapuches.
Lo chocante es que cuando se restableció allí la democracia continuó rigiendo la misma Constitución pinochetista, la misma que legalizó esos cambalaches económicos, sin que ningún partido ni gobierno se atreviera a cambiarle ni una coma. Eso hizo que la agresividad económica del modelo se perpetuara, dejando sin oportunidades a millones de personas.
Lo curioso es que ni siquiera los socialistas, ahora tan desprestigiados como la derecha de Piñera, hicieron nada para cambiar las cosas. Eso nos da a entender que los gobiernos que se alternaron en La Moneda se limitaron a ser simples gestores, sin que fueran capaces de pedirle a los grupos económicos un mínimo de responsabilidad social, con lo cual consintieron que el crecimiento económico continuara privilegiando a unos pocos mientras la situación para el resto se iba degradando.
El polvorín: las desigualdades sociales
Durante estos años, los pregoneros del tan cacareado milagro prometieron a los chilenos que el crecimiento generaría grandes oportunidades para todos. Pero todo quedó en bellas palabras, porque ni los de abajo, ni los jóvenes ni las clases medias se beneficiaron de la tarta. Así que, desilusionados y cansados de esperar decidieron tomar las calles masivamente y rebelarse.
La realidad es que el país se está enfrentando a una situación social compleja y complicada. No hace falta haber estudiado economía para darse cuenta de que a mayor desigualdad, mayor inestabilidad social. Eso no falla.
Por lo tanto, si el desprestigiado establishment político chileno no hace reformas de cierto calado y se limita solo a cambios “gatopardianos”, el problema continuará y se enquistará cada día más. Los retoques cosméticos ya no funcionarán.
Lo de Chile fue una lección. Nos indica que el crecimiento económico por sí solo no significa que por arte de birlibirloque vaya a producir bienestar general, que es lo que pregonan las corrientes neoliberales. Aun así, todavía hay gente por estos lugares que no entiende que eso solo puede alcanzarse si se establece un sistema de impuestos justo, con medidas sociales decentes y gobiernos que luchen contra la corrupción.
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El impensado y estruendoso estallido contra el homo-oeconomicus chilensis
El neoliberalismo y su colapso en Chile
El Origen del Neoliberalismo
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