Bill Van Auken, wsws
La operación de cambio de régimen orquestada por Estados Unidos continuó intensificando las tensiones en Venezuela el viernes, acercando al país a una guerra civil o invasión estadounidense.
El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, y Juan Guaidó, el líder del partido derechista Voluntad Popular y presidente de la Asamblea Nacional del país que se proclamó el miércoles "presidente interino" del país con un respaldo inmediato de Washington, se pronunciaron simultáneamente el viernes en diferentes lugares de Caracas.
Maduro, hablando en una conferencia de prensa en el palacio presidencial de Miraflores, declaró que su Gobierno se estaba enfrentando a "un golpe de Estado que promueve y financia los Estados Unidos de Norteamérica". Acusó a Guaidó de ser un títere de Washington, incapaz de tomar decisiones sin órdenes del Departamento de Estado.
Reveló que, en vísperas de la autoproclamación del político de derechas como "presidente", Guaidó se había reunido con dos representantes principales del Gobierno, entre ellos Diosdado Cabello, un exoficial militar y líder del partido gobernante PSUV, que es ampliamente visto como un rival de Maduro dentro del campo chavista, para discutir la iniciación de un diálogo.
Guaidó había negado que tal reunión hubiera tenido lugar, pero el viernes el Gobierno publicó una cinta de video que lo mostraba a él y a Cabello entrando al lugar de la reunión.
Maduro reiteró el llamado a un diálogo, tanto con los Estados Unidos como con Guaidó, al mismo tiempo que insistió en que su anuncio de una ruptura en las relaciones diplomáticas con Washington no impediría que Venezuela vendiera petróleo a los Estados Unidos, que representa el 75 por ciento del dinero que recibe Venezuela de ventas del crudo.
Según informes, los funcionarios estadounidenses están discutiendo sanciones al sector petrolero, que tendrían el efecto de "hacer que la economía grite", el término utilizado por el Gobierno de Nixon durante las operaciones de desestabilización económica contra Chile antes del golpe fascista-militar de 1973.
Por su parte, Guaidó habló en un mitin en el este de Caracas, descartando cualquier diálogo con el Gobierno actual, prometiendo que se convocarán más manifestaciones contra el Gobierno la próxima semana y pidiendo que los militares lo apoyen y derroquen a Maduro.
Esta es la principal preocupación de la derecha venezolana y sus patrocinadores estadounidenses, pero hasta ahora, el alto mando militar, que ha sido un pilar de los Gobiernos de Maduro y su predecesor, el fallecido Hugo Chávez, dirige una gran parte de los ministerios, así como las agencias estatales más lucrativas, no ha mostrado signos de abandonar al Gobierno.
Mientras tanto, Washington ha intensificado su ofensiva contra el Gobierno de Maduro. El asesor de seguridad nacional, John Bolton, anunció que EEUU desviaría todos los activos en control del Gobierno venezolano en los EEUU al llamado "Gobierno interino" de Guaidó. Esto incluye depósitos bancarios, así como las propiedades mantenidas por Citgo, la rama de refinación en Estados Unidos de la empresa petrolera estatal venezolana, PDVSA.
La empresa de análisis financiero, S&P Global Platts, citó a fuentes cercanas a la oposición de derechas en Venezuela que afirman que Guaidó se estaba preparando para nombrar una nueva junta directiva para Citgo y enviar a sus representantes para que asumieran el control de la sede de la empresa en Houston. Goldman Sachs informó que el golpe corporativo se llevaría a cabo junto con la proclamación de una nueva Ley Nacional sobre Hidrocarburos, que abriría las reservas de petróleo en Venezuela a una explotación extranjera más directa y completa.
El hecho de que esta sea una de las primeras acciones del "presidente interino" respaldado por Estados Unidos no es un accidente. El restablecimiento del dominio de los yacimientos de petróleo en Venezuela, los más grandes del mundo, por parte de los conglomerados energéticos con sede en Estados Unidos ha sido un objetivo estratégico perseguido por Washington bajo Gobiernos tanto demócratas como republicanas durante las últimos dos décadas.
Mientras tanto, el Banco de Inglaterra, a instancias de Washington, ha bloqueado un intento del Gobierno venezolano de retirar $1,2 mil millones en reservas de oro de sus arcas.
El otro objetivo principal del golpe orquestado por Estados Unidos es el retroceso de la influencia en América Latina de China y Rusia, las cuales han establecido estrechos vínculos económicos, políticos y militares con Caracas. Por lo tanto, la operación de cambio de régimen encaja con el cambio anunciado en la estrategia de Estados Unidos hacia conflictos entre "grandes potencias" y conlleva el peligro de una confrontación en las Américas entre las mayores potencias nucleares del mundo.
Mientras los diversos Gobiernos capitalistas y los medios de comunicación corporativos que apoyan y promueven a Guaidó afirman que su victoria sobre Maduro daría paso a un renacimiento de la "democracia" venezolana, la realidad es que la oposición de derecha que representa nunca ha gozado de un amplio apoyo popular en Venezuela y no tiene compromiso ninguno con los derechos democráticos de las amplias masas de los trabajadores. Por el contrario, su ascenso al poder seguramente estaría acompañado por un baño de sangre represivo y la institución de formas dictatoriales de gobierno requeridas para imponer los dictados de Washington y el capital financiero internacional.
En una señal inequívoca de las verdaderas intenciones de Washington en Venezuela, el secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo, nombró a Elliot Abrams como el enviado especial del Gobierno en Venezuela. Abrams, un veterano de derechas de las Administraciones de Reagan y Bush, es la personificación del carácter criminal, embustero y malvado de las políticas del imperialismo estadounidense a nivel mundial y, sobre todo, en América Latina.
Era conocido principalmente por defender las dictaduras respaldadas por Estados Unidos en América Central en la década de 1980 y encubrir sus sangrientas masacres, torturas y asesinatos. Durante el mismo período, desempeñó un papel central en la creación de una red encubierta e ilegal para financiar las "Contras" terroristas organizadas por la CIA para atacar a Nicaragua. Fue declarado culpable de mentirle al Congreso sobre la operación ilegal, pero fue indultado por el presidente George H.W. Bush.
Washington ha preparado el escenario para un sangriento ajuste de cuentas en Venezuela al desafiar la orden del Gobierno venezolano de retirar a todo su personal diplomático del país dentro de 72 horas, un plazo que vence el domingo. Si bien el Departamento de Estado ha ordenado la evacuación de todo el personal "no esencial" del país, ha dejado en su lugar a una base esquelética de diplomáticos como cebo para una posible intervención militar.
Bolton dijo el viernes que el Gobierno de Trump ha desarrollado planes para defender la embajada, pero no dio detalles. Trump y sus asesores han declarado repetidamente que "todas las opciones están sobre la mesa" en términos de una intervención militar en Venezuela. El Washington Post informó el viernes que el Pentágono se está negando a comentar sobre cualquier operación relacionada con Venezuela o la posición de los buques de guerra en las cercanías del país, refiriendo todas las preguntas al Consejo de Seguridad Nacional, que también ha rechazado los comentarios.
El golpe de Estado en Venezuela no es de ninguna manera el primer intento de este tipo por parte de Washington. En 2002, la CIA y el Pentágono respaldaron un abortado golpe militar organizado por secciones del ejército y los círculos financieros gobernantes, junto con la federación sindical relacionada con la AFL-CIO, que destituyó al presidente Hugo Chávez por 48 horas e instaló a Pedro Carmona, el presidente de la Federación Venezolana de Cámaras de Comercio, como "presidente interino".
En ese entonces no hubo acusaciones creíbles de que la Presidencia de Chávez fuera "ilegítima"; había sido reelegido dos años antes con una mayoría del 60 por ciento. Sin embargo, el golpe y el arresto del presidente electo de Venezuela fueron retratados en Washington como un triunfo para la "democracia".
El New York Times aplaudió este golpe de Estado "democrático" en una forma verdaderamente orwelliana, escribiendo que, con el derrocamiento militar de un presidente electo, "la democracia venezolana ya no está amenazada por un posible dictador". En oposición al golpe, Carmona y sus secuaces militares se vieron obligados a retirarse, y Chávez fue devuelto al palacio presidencial.
El Times ha contribuido una vez más a apoyar el actual golpe venezolano con un editorial titulado "Entre el Sr. Maduro y un lugar difícil". Reflejando el giro a la derecha de la antigua élite política "liberal" que representa el periódico, la palabra "democracia" no aparece en ni una sola vez.
Más bien, se ocupa de cuestiones más prácticas de ejecutar una operación exitosa de cambio de régimen. Su principal preocupación es "cómo sacar al Sr. Maduro sin un baño de sangre", al tiempo que señala que reconocer a un presidente rival respaldado por Estados Unidos plantea "las terroríficas posibilidades de una matanza, especialmente si el ejército apoya al Sr. Maduro", como lo ha hecho hasta ahora.
No obstante, el editorial del Times se solidariza con la intervención imperialista, escribiendo: "La Administración de Trump tiene razón en apoyar al Sr. Guaidó", mientras aconseja que, dado el largo y sangriento récord de golpes por la CIA y dictaduras respaldadas por Estados Unidos en la región, Washington "debe verse participando en una amplia coalición de naciones sudamericanas y otras democráticas ...".
En otras palabras, otra "coalición dispuesta" para enmascarar el hecho de que, en el caso de Venezuela, como en los 16 años de Irak, "democracia" se deletrea "PETRÓLEO".
El Washington Post publicó un editorial similar respaldando la unción del títere del Departamento de Estado, Guaidó, como presidente. Describía al político de derechas de 35 años como "un nuevo líder joven y dinámico", mientras que el Times lo había considerado como un "nuevo líder joven".
El Post establece escenarios de intervención directa militar de Estados Unidos. "A menos que las vidas de los estadounidenses estén en peligro y no haya otro recurso, la intervención militar sería una locura".
Por supuesto, el desafío del Gobierno de Trump a la orden del Gobierno venezolano de cerrar la embajada de los Estados Unidos en Caracas sienta las bases para justificar tal afirmación de que "las vidas de los estadounidenses están en peligro".
Cabe recordar que las dos últimas invasiones de Estados Unidos en América, Panamá en diciembre de 1989 y Granada en octubre de 1983, se llevaron a cabo con el pretexto de proteger las vidas de estadounidenses.
Continúa sugiriendo que "una operación multilateral para entregar suministros humanitarios a Venezuela o a sus fronteras, en cooperación con la Asamblea Nacional, es una posibilidad" para instalar a Guaidó en el poder. El Post concluye que la principal esperanza para el cambio de régimen es que “los militares desafíen a sus comandantes y apoyen” a Guaidó, es decir, que lleven a cabo un golpe de Estado.
Estos puntos de vista coinciden en gran medida con los de la dirección del Partido Demócrata, que, después de haber emprendido una amarga campaña contra el Gobierno de Trump por la presunta "intromisión" rusa, se ha lanzado a apoyar a la Casa Blanca en su intervención real y mortal en los asuntos de Venezuela.
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