sábado, 25 de agosto de 2018

No se está luchando contra el calentamiento climático

Las condiciones meteorológicas extremas ya no se pueden seguir ignorando y deberían incitar a tomar medidas draconianas contra el cambio climático. Pero los responsables políticos están dando muestras de una ligereza inverosímil. ¿Sigue siendo adecuado nuestro sistema social para hacer frente al desafío más urgente de nuestro futuro?

Marc Vandepitte, Investig’Action

No podemos hacer como que no lo vemos. Tanto en nuestro país [Bélgica] como en el resto del mundo se suceden los récords de calor. En Atenas los incendios forestales han provocado la muerte más de 90 personas. El año pasado produjeron 100 muertos en Portugal. En Japón una persistente ola de calor mató a más de 120 personas. En California se han producido los incendios forestales más graves de toda su historia. En los EEUU los grandes incendios forestales anuales se han duplicado en relación a 1970. Los incendios asolan en Siberia territorios más grandes que Bélgica, tanto que las columnas de humo han llegado hasta Canadá. En Suecia el territorio incendiado es 40 veces más grande que el promedio anual. Mañana podrán acontecer en todo el mundo situaciones similares a las que se suceden en esos países. ¿Es el anticipo de una tierra reseca?

Hasta hace muy poco los científicos demostraban prudencia destacando que los fenómenos meteorológicos individuales no revelan necesariamente un recalentamiento climático, lo que la opinión pública interpretaba erróneamente como una incertidumbre acerca del calentamiento climático. Hoy las pruebas de las que disponemos son más abundantes y los expertos climáticos se pronuncian con más vehemencia acerca de la relación entre las condiciones meteorológicas extremas y el calentamiento de la tierra.

Es cierto que las catástrofes y las víctimas recientes responden a más de una causa: urbanizaciones ilegales, inadecuada respuesta de las autoridades, recortes en la prestación de servicios como los de bomberos, mantenimiento, prevención, etc. Pero el calentamiento climático es un factor muy importante y duradero. Mientras tanto se ha vuelto irrefutable el hecho de que existe una correlación entre el calentamiento de la tierra y la frecuencia de las olas de calor, de las sequías y de los huracanes. De aquí a 2040 las olas de calor como las que hemos sufrido este verano serán rutinarias. Y no solo aumentará su frecuencia sino también su intensidad.

Pero aún hay más. Nuevas investigaciones científicas demuestran que la tendencia actual nos está llevando directamente a una “era de calor de sauna” y que el calentamiento aumentará entre 4 y 5 grados con un ascenso de 60 metros del nivel del mar a menos que intervengamos radicalmente. Pero, por el momento, no parece que eso vaya a suceder…

¿Estamos perdiendo la lucha contra el cambio climático? La respuesta es que ni siquiera estamos luchando. En París se hicieron solemnes promesas de reducir rápidamente las emisiones de gas efecto invernadero. Tres años más tarde estos gases siguen aumentado, como también aumentan las inversiones para la obtención de gas y de petróleo. En 2017 aumentó también por primera vez en cuatro años la demanda de carbón, la bestia negra. Inversamente, los subsidios para las energías renovables han disminuido y las inversiones se han estancado. En resumidas cuentas, las subvenciones para los carburantes fósiles alcanzan hoy en día a más de 5.000.000 millones de dólares mientras que los subsidios para la energía renovable se tienen que contentar con 135.000 millones de dólares, es decir, con 40 veces menos.

Si la producción de energía renovable se mantiene en el modesto plan de inversiones actual llegaremos a encontrarnos ante un escenario en el que la temperatura global aumentará más de 6 grados. De acuerdo con un documento que se ha filtrado del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) de la ONU, de aquí a 2040 la temperatura global habrá aumentado un grado y medio.

La mala voluntad y la indiferencia de los responsables políticos son evidentes. En nuestro modelo de sociedad capitalista las orientaciones y los límites de sus políticas están definidas por las Bolsas y los mercados financieros.

A grandes rasgos nos hallamos ante a una alternativa simple. O bien quemamos en el futuro todas las reservas de carburantes fósiles que poseemos y nos dirigimos hacia una aumento de la temperatura de entre 3 y 5 grados o incluso más, algo que convertiría al planeta en un lugar absolutamente inviable, o bien tratamos de mantener el aumento de la temperatura por debajo de 2 grados y solo podemos quemar entre un 20% y un 40% de las reservas. Incluso con un aumento de 2 grados seguirán produciéndose importantes consecuencias negativas en grandes regiones del globo. La clave está en las manos de los gigantes de la energía de nuestro planeta. Se trata de las 200 principales empresas de gas, carbón y petróleo que en conjunto representan un valor de mercado de 4.000.000 millones de dólares, es decir, un equivalente a la suma de los PBN de todos los países de América del Sur. El problema es que estos gigantes no toleran nada que afecte a su imperio económico o financiero, ni siquiera por consideraciones ecológicas ni tampoco si lo que está en peligro es el futuro del planeta.

Si los gigantes de la energía decidiesen dejar intactas entre un 60 % y un 80 % de sus reservas su valor comercial caería lo mismo que sus acciones bursátiles. Por otra parte, tampoco podrían destinar inversiones para buscar nuevas reservas. Un estudio reciente demuestra que los Acuerdos de París no tuvieron el menor impacto en sus cotizaciones bursátiles. Gracias a sus grandes grupos de presión, los accionistas están convencidos de que los políticos no cumplirán sus promesas. Y mientras tanto continúan invirtiendo alegremente. El año pasado las inversiones en energías fósiles llegaron a los 450.000 millones de dólares. Según Jeffrey Sachs, reputado economista y consejero de la ONU, “los grupos de presión están ganando y […] el resto del mundo perdiendo, sobre todo porque los grupos de presión de los carburantes fósiles están muy bien organizados […] Se necesitan soluciones urgentes antes de que sea demasiado tarde”.

Un sondeo de opinión en 38 países demuestra que más del 60 % de la gente ve el calentamiento climático como una gran amenaza. Pero mientras los políticos escuchen más a los mercados financieros y a las bolsas que a su población, no se producirá ningún cambio urgente ni draconiano. Es hora de que tomemos nuestro destino en nuestras manos. Un sistema social en el que las multinacionales y los mercados tienen la última palabra no tiene futuro. En su obra sobre el clima Naomi Klein demuestra que el mundo se halla frente a una elección decisiva: salvar al capitalismo o salvar el clima.

La reciente canícula [europea] nos ha hecho sentir en nuestra propia carne a dónde podríamos llegar. Puede que esto nos incite a plantearnos algunas cuestiones fundamentales y a sacar de ello las consecuencias sociales que se desprenden necesariamente. Comprometámonos con el clima, porque el cambio climático es el cáncer que nos afectará a todos, a nosotros y a nuestros nietos. Todavía no es demasiado tarde.
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Traducción al francés del neerlandés de Anne Meert para Investig’Action, Traducción del francés para Rebelión por Susana Merino.

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