Roberto Pizarro, Alai
El fallecimiento de Theotonio Dos Santos es doloroso para los chilenos. Perseguido por la dictadura militar brasileña que derrocó a Joao Goulard, se asiló en nuestro país en 1966, gracias a las gestiones de Eduardo Hamuy, en esos años Director del Centro de Estudios Socio-Económicos (CESO), de la Universidad de Chile. El sociólogo brasileño fue figura señera en el desarrollo de las ciencias sociales y los estudiantes de Economía tuvieron la suerte de recibir sus enseñanzas. En mayo del año 1967, Theotonio conforma el equipo de Estudios de la Dependencia. Recluta a jóvenes economistas, recién egresados, a los que se incorpora su esposa, Vania Bambirra. Se inicia así un trabajo que sería paradigmático.
Aprendimos con Theotonio que el subdesarrollo como ausencia de desarrollo es una barbaridad teórica. En efecto, es imposible imitar el crecimiento y modernización de los países hoy desarrollados. Según la Teoría de la Dependencia, en el capitalismo mundial el centro hegemónico es el que organiza el proceso productivo internacional en favor de su propia acumulación. Ello genera contradicciones con los intereses de la periferia y con las posibilidades de desarrollo de ésta. Esta concepción adquirió prestigio intelectual dominante no sólo en Chile, sino en toda América Latina e incluso en los países desarrollados.
Theotonio no era sólo un intelectual. Luchó contra la dictadura de Brasil y militó en organizaciones revolucionarias de ese país; y, en Chile se comprometió con el Partido Socialista. Tenía en alta estima al presidente Allende y a su gobierno. Fue fundador y animador de la revista Chile Hoy, junto a Rui Mauro Marini, Alberto Martínez, Marta Harnecker y Faride Zerán, entre otros, en un esfuerzo de convergencia de todas las fuerzas de izquierda. Con el golpe de Pinochet debió eludir la represión militar ya que apareció en la primera lista de los buscados por la dictadura. Estuvo varios meses refugiado en la embajada de Panamá y luego debió radicarse en México, también como asilado político.
Theotonio valoraba inmensamente el desarrollo orgánico e ideológico de los partidos de la izquierda chilena y la fuerza del movimiento sindical. Sin embargo, se sorprendería hoy día al constatar que ese poderoso movimiento sindical, que adquirió su máxima expresión en los Cordones Industriales, fue completamente desmantelado por la represión militar y por un Código Laboral que ha impedido la organización de los trabajadores.
Por otra parte, los partidos políticos de la izquierda histórica han sufrido un manifiesto deterioro e incluso han caído en la corrupción. Su confusión ideológica, complacencia con el neoliberalismo y subordinación a los grupos económicos, les ha impedido combatir el régimen político excluyente y el sistema económico promotor de injusticias. Una tragedia histórica, ya que gran parte de sus dirigentes, algunos amigos de Theotonio, participaron en el proceso de transformaciones que impulsara Salvador Allende. Theotonio consideraba fundamental el cobre nacionalizado y las empresas monopólicas del área social para avanzar al socialismo.
Con la dictadura, las empresas estatales, componentes del área social de la economía durante el gobierno de la Unidad Popular, fueron privatizadas y entregadas, a precio vil, a los allegados a Pinochet y a algunos de sus amigos empresarios. Por su parte, el cobre nacionalizado por Salvador Allende, enteramente de propiedad del Estado, ha pasado en gran parte a manos del gran capital chileno y extranjero. Hoy día dos tercios de las exportaciones de cobre las efectúan empresas privadas.
La economía chilena nuevamente se ha concentrado, y mucho más que en los años sesenta. Los monopolios son el rasgo dominante de nuestro país. La colusión de precios en variados artículos de primera necesidad es permanente y la clase política y el Estado no tienen ni la voluntad ni los instrumentos regulatorios para controlar las arbitrariedades que se cometen contra los consumidores.
Así las cosas, la restauración capitalista ha sido brutal y con acentuación de la dependencia. Sin embargo, hay una diferencia en lo que discutíamos con Theotonio a fines de los sesenta. Los monopolios y la inversión extranjera, que antes estaban localizados en el sector industrial, ahora se han trasladado al comercio y a la banca. Al mismo tiempo, ha aumentado el peso económico de los recursos naturales. Junto a la nula voluntad política en favor de la industrialización de nuestro país, está la emergencia manufacturera de China, determinante en nuestra realidad económica y exportadora.
A Theo le llamaba la atención que en Chile no existieran los contrastes sociales tan brutales como los de Brasil. Sin embargo, se sorprendería al constatar que la salud y la educación, que eran derechos universales durante su permanencia en Chile, se convirtieron en negocios que acumulan inmensas ganancias en el 1% más rico. Por su parte, el sistema de pensiones ha empobrecido a los ancianos, gracias a un cruel invento de la dictadura para enriquecer a las AFP, empresas que administran el dinero de las cotizaciones de los trabajadores. Así las cosas, la distribución del ingreso en Chile es una de las peores de América Latina.
Theotonio exigía diversidad en la formación de los estudiantes. Los estudiantes no olvidan las sugerencias de Theotonio en favor de una reforma universitaria para democratizar la gestión y modificar los métodos y contenidos de la enseñanza. Después de la reforma, se constituyó nuestra Facultad y la formación en economía política. Porque entendíamos la economía como ciencia social y no como una técnica para hacer eficiente el sistema capitalista. Concebíamos la economía, muy ligada a la filosofía y a la sociología. Aprendimos que la economía no se basaba en el paradigma de Robinson Crusoe; el hombre aislado que se relaciona con las cosas, como se les hace creer a los jóvenes estudiantes. Por el contrario, entendimos que la economía debía comprender las relaciones que establecen los individuos en los procesos de producción y distribución.
Esa apertura a una enseñanza diversa de la economía se terminó con la dictadura y, lamentablemente, no se recuperó con el retorno a la democracia. Con el golpe militar del 1973 se intervinieron las universidades y a su cabeza colocaron rectores uniformados. Fue clausurada nuestra Facultad de Economía Política, de la Universidad de Chile, la que se había constituido un año antes, en el marco de la reforma universitaria. Nos expulsaron a todos: profesores, personal administrativo y estudiantes, con un decreto que subrayaba el “imperativo de lograr una docencia objetiva y pluralista” (¡vaya ironía! cuando revisamos los actuales programas docentes de la facultades de economía hoy día: monocordes hasta el aburrimiento). Varios de nuestros compañeros fueron detenidos y 17 de ellos asesinados. Fue un golpe a la inteligencia, que agrego la perversidad de instalar las oficinas centrales de la DINA-CNI en los locales de la calle República. ¡Nuestra Alma Mater!
A diferencia de otros países en América Latina con dictaduras militares y que conquistaron la democracia, en Chile no se reconstituyó la Facultad de Economía Política. Las nuevas autoridades universitarias se olvidaron de su existencia. Se olvidaron también de restituir en sus cargos a los profesores y administrativos, que habían sido expulsados por razones políticas. Las autoridades de la actual Facultad de Economía y Negocios (FEN) no tuvieron la decencia de recuperar las instalaciones históricas, cuyas aulas se habían convertido en lugares de tortura. No podía ser de otro modo. Porque la FEN se ha convertido en una rigurosa continuidad de la Facultad de Ciencias Económicas, que permaneció abierta después del golpe militar.
En la FEN se entrega hoy día una enseñanza unilateral, con predominio de la teoría neoclásica, y con escaso interés en Keynes y los clásicos, como Marx y Ricardo. Prácticamente se ha renunciado a las teorías del desarrollo (CEPAL, Dependencia, Economía Mundo). Es triste constatar que hoy día los economistas y administradores, formados en la FEN, han sido los principales sostenedores del sistema de desigualdades y abusos que vive el país con el modelo neoliberal que instaló Pinochet y los Chicago Boys.
Los directivos y académicos de la FEN, con contadas excepciones, se sienten cómodos con el actual sistema económico. Son sus servidores, sus ideólogos y técnicos. Respaldan el modelo productivo que se ha impuesto en el país, que entrega cuantiosas rentas a unas pocas familias, generando empleo de escasa calidad, con bajos salarios, y sobreexplotación de la naturaleza. No por casualidad la biblioteca de la FEN tiene una placa con el nombre de Andrónico Luksic y el salón principal tiene el nombre de Corbanca, de Álvaro Saieh. Estos nombres están asociados a dos familias que controlan los grupos económicos más poderosos existentes en nuestro país.
Estamos viviendo tiempos difíciles, Theotonio querido. Ahora nos haces más falta que nunca. Necesitamos tu consecuencia de hombre digno y tus valiosas enseñanzas. Como me dijo el embajador dominicano en Chile, Rubén Silie: Theotonio nos enseñó a los latinoamericanos a mirarnos desde nosotros mismos. Los chilenos no te olvidaremos.
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