jueves, 1 de febrero de 2018

La macroeconomía "ortodoxa", a la busqueda de la "nueva gran idea"

Michael Roberts, Sin Permiso

Una vez más, la teoría económica dominante está tratando de re-evaluar su eficacia como análisis científico objetivo de las leyes del movimiento de las principales economías. Dado que fue incapaz de predecir la crisis financiera global, proporcionar una explicación convincente de lo sucedido y adoptar políticas que pudieran sacar a la economía capitalista de la subsiguiente Larga Depresión de crecimiento e inversión, la teoría económica “ortodoxa” se encuentra estupefacta.

He pasado revista ya a varios de estos intentos: Dani Rodrik, Paul Romer, Robert Skidelsky y el más recientemente de John Quiggin. También he analizado los esfuerzos desde teorías económicas más heterodoxas de criticar los fallos de la corriente dominante.

Asistimos ahora a otro ensayo de mirarse el ombligo. El último número de la Oxford Review of Economic Policy está dedicado a 'La reconstrucción de la teoría macroeconómica' (todos los artículos se pueden consultar libremente hasta el 7 de febrero). Y Martin Sandbu en el Financial Times británico ha examinado los diversos artículos de la revista de eminentes economistas como el ex economista jefe del FMI, Olivier Blanchard, los premios Nobel Paul Krugman y Joseph Stiglitz; y el principal keynesiano británico, Simon Wren-Lewis.

En estos artículos se repiten las críticas habituales de la macro moderna: el hecho de no incluir en su explicación la 'irracionalidad' y la incertidumbre; la insistencia en los 'micro-fundamentos' en los modelos macro de la realidad económica (es decir, la crítica de Lucas) y el uso de supuestos poco realistas en los llamados modelos DSGE, que no tienen ninguna relación con la evidencia empírica.

Sandbu resume su reseña de estos nuevos esfuerzos de la teoría económica dominante de replantearse sus defectos y fallos y concluye: “deja pocas dudas de que la macroeconomía convencional tiene una profunda necesidad de reforma”. Añade: “la pregunta es cómo, y si el enfoque estándar, los modelos DSGE, pueden mejorarse lo suficientemente o deben ser desechados por completo”.

Las opiniones en la teoría económica convencional están divididas al respecto. Como dice Sandbu, “la macroeconomía DSGE no explica el pánico financiero a gran escala que vimos en 2008, ni tampoco algunas de las principales explicaciones de la lenta recuperación y del nivel de actividad económica muy inferior al de la tendencia anterior a la crisis”.

Sin embargo, Paul Krugman, admitiendo al mismo tiempo el punto ciego de la DSGE convencional, sostiene que la teoría macroeconómica existente es “lo suficientemente buena para la gestión del gobierno” y para asesorar sobre las políticas económicas. Lo que quiere decir es que la teoría económica dominante no puede explicar el movimiento del capitalismo, pero puede ser utilizada para soluciones económicas rápidas. Esto es Krugman en estado puro: en su libro sobre la crisis, End this Depression Now!, afirma que no hay necesidad de explicar la Gran Recesión; lo importante es adoptar políticas para salir de ella. ¡Creo que la mayoría de nosotros cree que no se sabrá cuales son las políticas correctas si no sabemos que causó la crisis en primer lugar!

Y otros en la Oxford Review están seguros que con un poco de ajuste, los modelos DSGE pueden ser útiles para predecir las crisis. Y un intento citado por Sandbu en su reseña da lugar a algunos resultados interesantes. Se trata de un 'modelo' de la actual Larga Depresión y cree que explica por qué las grandes economías no se han 'recuperado normalmente' ni caído en una depresión deflacionaria profunda.

Es debido a la falta de inversión en el sector capitalista que no ha recuperado lo niveles anteriores: “la economía puede quedar atrapada en un período prolongado de estancamiento. Además, el crecimiento de la productividad depende al menos en parte de la inversión: por lo tanto, el estancamiento por falta de inversión puede bloquear el crecimiento de la productividad en niveles muy bajos”. Sin embargo, incluso este modelo cae de nuevo en la explicación de la baja inversión como consecuencia de la falta de un “escenario optimista sobre el crecimiento futuro” (es decir, la falta de 'espíritus animales' a la Keynes), que no es desde luego una explicación.

Otros economistas conocidos como Simon Wren-Lewis o Olivier Blanchard no están seguros de que los modelos DSGE puedan corregirse: “Los intentos de algunos de estos modelos de hacer más de lo que estaban diseñados para hacer parece sobreestimarlos. No soy optimista en el sentido de que los DSGEs sean buenos modelos de política, a menos que sean mucho más flexible en relación con los límites de la teoría. Me gustará ver sus predicciones, pero soy escéptico, de nuevo, de que tengan éxito”. (Blanchard).

Joseph Stiglitz condena los mismos ''microfundamentos" de los modelos DSGE modernos como poco realistas. Eso significa que la microeconomía, en particular la teoría del equilibrio general, la teoría de la utilidad y el marginalismo no proporcionan una base sólida para el análisis de los 'agentes' que actúan en el movimiento de las economías capitalistas modernas. La macroeconomía ha llegado a un punto muerto debido a los errores de la microeconomía. Como Sandbu dice: “una mala macro es, en cierta medida, consecuencia de demasiado mala micro”. No es una buena noticia para la macro dominante.

¿Qué más hay? A pesar de reconocer que “la dificultad fundamental de los microfundamentos es que, sencillamente, no tenemos una teoría completa y convincente del comportamiento económico a nivel micro”, Sanbu quiere arar en “una forma más amplia y liberal de modelos DSGEs”. Por lo tanto, nada de cambios en la teoría económica convencional: seguirá utilizando el marginalismo y la teoría del equilibrio general, pero tratando de incorporar los 'espíritus animales' o la 'irracionalidad' en sus modelos de las economías modernas. ¡Buena suerte!

En un nuevo artículo, el biógrafo de Keynes, Robert Skidelsky se queja del fracaso radical de replantear la teoría económica dominante y ataca a Krugman por su opinión de que la macroeconomía es “suficientemente buena” para las decisiones políticas a adoptar. Skidelsky, por el contrario, ve la teoría macro moderna con fisuras importantes: “el problema para los nuevos macroeconomistas keynesianos es que no son capaces de reconocer la incertidumbre radical en sus modelos, lo que les deja sin ningún tipo de teoría de lo que se debe hacer en los buenos tiempos con el fin de evitar los malos…. La macroeconomía todavía tiene que encontrar una gran idea nueva”.

Lo que Skidelsky y otros críticos de la economía dominante (tanto de su micro como de su macro) no reconocen es que no surgirá ninguna nueva gran idea porque la economía dominante es el resultado deliberado de la necesidad de evitar la realidad del capitalismo. Sus teorías son justificaciones ideológicas del capitalismo (su supuesta tendencia a un crecimiento armónico, el equilibrio y la equidad). Cuando la realidad no encaja con la teoría económica dominante, simplemente la ignora. Esto se debe a que la ‘teoría económica dominante' se apoya en la ideología dominante actual.

La 'Economía política' comenzó como un análisis de la naturaleza del capitalismo sobre una base 'objetiva' por los grandes economistas clásicos Adam Smith, David Ricardo, James Mill y otros. Pero una vez que el capitalismo se convirtió en el modo de producción dominante en las principales economías y se hizo evidente que el capitalismo era otra forma de explotación de los trabajadores (esta vez por el capital), la teoría económica rápidamente negó esa realidad. Por el contrario, la economía dominante se convirtió en la apología del capitalismo, con el equilibrio general sustituyendo la competencia real; la utilidad marginal reemplazando la teoría del valor trabajo y la Ley de Say la de las crisis.

Incluso la llamada revolución keynesiana, resultado de experiencia de la Gran Depresión casi no se aplicó y pronto fue abandonada cuando el capitalismo se enfrentó con una nueva crisis en la década de 1970. Los keynesianos actuales se han convertido ahora en defensores de la teoría del mal menor o en críticos sin ninguna 'gran idea nueva'.

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