viernes, 18 de agosto de 2017

En la Playa, a orillas de la guerra nuclear


John Pilger

El capitán de un submarino de Estados Unidos se dirige a su tripulación, "Todos tenemos que morir algún día; unos antes, otros después. El problema es que nunca estamos listos para la muerte. No sabemos cuando llegará. Bueno, ahora sabemos que no hay nada que hacer al respecto, estaremos todos muertos en una semana”.

La guerra había terminado hacía un mes. Los Estados Unidos, Rusia y China habían sido los antagonistas. No queda claro si se había iniciada por accidente o por error, pero no hubo vencedor. El hemisferio norte está sin vida, totalmente contaminado.

Una nube de radiactividad se movía hacia el sur de Australia , Nueva Zelandia, África y América del Sur. En septiembre, las últimas ciudades y pueblos sucumbirán. Al igual que en el norte, la mayoría de los edificios permanecerán intactos, algunos iluminados por los últimos destellos de la luz eléctrica.
"El mundo termina de esta manera.
No con una explosión sino con un largo gemido"
Estas líneas del poema de TS Eliot, que aparecen al principio de la novela En la playa, de Nevil Shute me hicieron llorar.

Es una obra maestra publicada en el apogeo de la Guerra Fría (1957), cuando demasiados escritores estaban en silencio o amedrentados. Nada de lo que he leído sobre una guerra nuclear es tan rigurosa como advertencia. Ningún libro es más urgente.

Algunos lectores recordarán la película inspirada en este libro. Gregory Peck es el comandante que lleva su submarino a Australia para esperar en silencio la muerte de los últimos seres vivos.

He leído En la playa los días que el Congreso de Estados Unidos aprobó una ley que declara la guerra económica a Rusia, la segunda potencia nuclear más letal del mundo. Excepto la promesa de un gran botín no había ninguna justificación para esa votación demente.

Las "sanciones" también se dirigen a Europa, sobre todo Alemania, que depende del gas natural ruso y a las empresas europeas que hacen negocios legítimos con Rusia. Durante el debate en el Congreso, los senadores más locuaces dejaron muy preciso: el embargo fue diseñado para obligar a Europa a importar gas más caro de los Estados Unidos.

Su objetivo principal parece ser la guerra –la guerra real–. Una guerra sin ningún tipo de provocación externa. Parecen desear la guerra, aunque los estadounidenses no tienen idea lo que es un conflicto de este tipo. La guerra civil de 1861 fue la última en su continente. Creen que la guerra es lo que Estados Unidos hace a los demás.

Los Estados Unidos es el único país que ha usado armas nucleares contra seres humanos, es la nación que tiene el récord mundial de gobiernos derrocados - muchos de ellos democracias - y, que ha destruido sociedades enteras. Las millones de muertes en Irak y Siria son solo una fracción de la horrenda carnicería cometida en Indochina. A esa masacre el presidente Reagan la calificó como "una causa noble" y el presidente Obama como la acción “valiente de un pueblo excepcional".

Mientras filmaba -el año pasado en el Lincoln Memorial de Washington- oí a una guía del Servicio Nacional de Parques dar una conferencia a jóvenes estudiantes, "Escuchad, dijo, perdimos a 58.000 jóvenes soldados en Vietnam, pero murieron defendiendo la libertad".

De un porrazo, se invirtió la realidad. La libertad NO fue defendida. La libertad fue destruida. Un pequeño país campesino fue invadido y millones de sus habitantes fueron asesinados, mutilados, desposeídos, envenenados; por cierto. 60.000 de los invasores perdieron la vida.

Los medios de comunicación están realizando una lobotomía a cada generación. La verdad es eliminada. La historia se cercena, es reemplazada por lo que Time llamó "el eterno presente". Harold Pinter describe este recurso mediático como "La manipulación de un poder que se presenta a sí mismo como una fuerza del bien universal. Lo hace con un brillante e ingenioso acto de hipnosis colectiva para hacernos creer que no ha pasado nada. Incluso mientras esté sucediendo, no está sucediendo. La verdad no importa, porque no tiene interés para occidente”.

Los liberales y la "izquierda progre neoliberal" están ansiosas de participar en esta manipulación: un lavado de cerebro masivo.

Trump está loco, es un fascista, un juguete de Rusia. Si, pero como escribió en un artículo memorable, Luciana Bohne, Trump no solo es un demente es también un regalo para los "liberales que mantienen su cerebro en formaldehído". Esta obsesión liberal es un gran peligro para todos.

Mientras persiguen sus fosilizadas agendas anti-Rusia, medios de comunicación narcisista como el Washington Post, la BBC y The Guardian suprimen la esencia de la historia política más importante de nuestro tiempo. No recuerdo en mi larga vida belicistas más peligrosos que los actuales.

El 3 de agosto, mientras The Guardian titulaba, en primera página, que los rusos conspiraron con Trump escondía en un rincón de la página 16, la noticia que el Presidente de los Estados Unidos “se vio obligado a firmar un proyecto de ley del Congreso que declara la guerra económica en Rusia”. A diferencia de otras ceremonias Trump, “firmó la ley prácticamente en secreto y con una advertencia: esta ley es claramente inconstitucional".

El golpe contra el hombre en la Casa Blanca está en marcha. No es porque Trump sea un ser humano aborrecible, que lo es, sino porque ha dejado claro que no quiere una guerra contra Rusia.

Una visión de cordura, o de simple pragmatismo, es un anatema para los administradores de la "seguridad nacional" que protegen un sistema basado en la guerra, la vigilancia, el armamentismo, las amenazas y el capitalismo extremo. Martin Luther King los llamó "los mayores proveedores de la violencia en el mundo de hoy".

Han acorralado a Rusia y China, con misiles y un arsenal nuclear. Han utilizado neonazis en Ucrania para instalar un agresivo régimen en la frontera de Rusia. De hecho, están utilizando el mismo camino que empleó Hitler para invadir la Unión Soviética, causando la muerte de 24 millones de personas. Ahora, el objetivo es desmembrar la Federación Rusa.

En respuesta, Vladimir Putin usa sin cesar por la palabra "asociación" pero al parecer nada contiene a los partidarios de la guerra en los Estados Unidos. La incredulidad de los rusos se convirtió primero en miedo y ahora en una cierta resolución. En Rusia temen un ataque nuclear, los simulacros de defensa ante un bombardeo son frecuentes. Su historia les dice que deben prepararse.

La amenaza va por etapas. Rusia está en primer lugar, China es la siguiente. Los EEUU acaban de terminar un gran ejercicio militar con Australia conocido como Sable y Talismán. Ensayaron el bloqueo de los estrechos de Malaca y del Mar del Sur de China, por donde pasa toda el comercio de los chinos.

El almirante al mando de la flota del Pacífico de Estados Unidos dijo que, "si es necesario", iba a bombardear China. Decir eso públicamente, en una atmósfera enrarecida, empieza a parecerse a la ficción del libro de Nevil Shute.

Nada de esto se considera noticia. La información honesta ya no es bienvenida en los grandes medios de comunicación. Charlatanes, conocidos como “expertos” someten a los editores de prensa. Donde antes había información, las noticias son reemplazadas por clichés de puntas afiladas. Los periodistas que no cumplen son defenestrados.

Los últimos acontecimientos tienen un montón de precedentes. En mi película- documental “La próxima guerra en China”, John Bordne, un miembro de combate de la Fuerza Aérea de Estados Unidos con base en Okinawa, Japón, describe cómo en 1962 -durante la crisis de los misiles con Cuba- él y sus compañeros recibieron la orden de “poner en marcha los misiles".

Los misiles cargados de cabezas nucleares estaban dirigidas a China y Rusia. Aunque la orden fue finalmente revocada John Bordne cuenta en el documental que el oficial a cargo había ordenado disparar (con las armas de servicio), nadie debía desobedecer el lanzamientos de los misiles.

En el apogeo de la Guerra Fría, la histeria anticomunista en los Estados Unidos era de tal magnitud que la gran mayoría de los funcionarios estadounidenses que trabajaban en China fueron acusados de traición y despedidos. En 1957 el año en que se publicó “En la playa” - ningún funcionario del Departamento de Estado podía hablar el idioma de la nación más poblada del mundo. Los que hablaban chino-mandarín fueron purgados sin disculpas.

El proyecto de ley contra Rusia fue bipartidista. No hay ninguna diferencia fundamental entre demócratas y republicanos. Los términos "izquierda" y "derecha" aquí no tienen sentido. La mayor parte de las guerras modernas de Estados Unidos no fueron iniciadas por los conservadores, sino por los demócratas liberales.

Cuando Obama dejó el cargo, sumaba un récord de siete guerras, incluyendo a Afganistán (la guerra más larga de Estados Unidos) y, una campaña sin precedentes de ejecuciones extrajudiciales -asesinatos- ejecutados por drones, aviones no tripulados.

En el último año de Obama -según el Consejo de Relaciones Exteriores- el "guerrero liberal" dejó caer 26,171 bombas -tres bombas cada hora, 24 horas al día. Después de haberse comprometido de "librar al mundo" de las armas nucleares, el Premio Nobel de la Paz, construyó más cabezas nucleares que cualquier presidente desde la Guerra Fría. Trump, todavía parece un “pelele” en comparación a este héroe.

Obama –con Hillary Clinton a su lado- destruyó a Libia como estado moderno. ¿La secuela? Puso en marcha una verdadera estampida humana a Europa. En uno de los últimos actos el presidente demócrata firmó un proyecto de ley que entregó una cifra récord al Pentágono: $ 618 mil millones de dólares.

Es el ascenso del militarismo fascista al gobierno de los Estados Unidos. Trump es el resultado de este grave deriva, se siente apoyado por el militarismo.

Escondida por la burocracia del establishment existe una oficina llamada "Centro de Análisis, Información y Respuesta". En la práctica es el Ministerio que se encarga de proporcionar la "versión oficial de los hechos". Es también el organismo que debe prepararnos psicológicamente para una guerra nuclear – Esto tan terrible puede llegar a pasar. Si usted y yo lo permitimos.
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Tomado de Rebelion. Traducción: Emilio Pizocaro

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