domingo, 21 de mayo de 2017

Socialdemocracia y lucha de clases

Gustavo Palomares, Público

Un fantasma recorre Europa, el fantasma… de la socialdemocracia; nadie sabe dónde está y todo el mundo la busca sin encontrarla: los viejos partidos socialistas perdidos en la renovación, los flamantes partidos emergentes, las pujantes plataformas ciudadanas o, incluso, los redefinidos partidos social liberales con nuevos aromas macronianos.

La evocación inicial con la que arrancan estás líneas emulando el comienzo del Manifiesto Comunista de Marx y Engels en 1888, sirve en la situación actual -más de un siglo después- para describir una vez más la actual crisis profunda de los partidos socialdemócratas en Francia, España, Holanda, Gran Bretaña e incluso en Alemania, su inicial cuna, ante el abandono progresivo en todos los casos de sus históricos electorados. La incapacidad de la socialdemocracia para dar respuesta a los principales retos de futuro con innovado discurso y su ineficacia para adaptarse con un programa propio a la evolución del capitalismo global y virtual imperante.

Las transformaciones técnicas y tecnológicas, el avance imparable de la globalización cultural y de comunicación como un nuevo instrumento de penetración ideológica y económica del neoliberalismo en esta nueva era digital, provocó la incapacidad de aquellas propuestas de mayor contenido social y de avance en la igualdad, keynesianas en lo económico y sociales en lo político, para transformarse en igual medida y similar ritmo que su oponente. Más todavía cuando la globalización impuso a “sangre y fuego” el programa económico global, calcado de las nuevas propuestas y recetas económicas de ese nuevo neoliberalismo digital imperante asociado con el poder financiero. La globalización ganaba así un nuevo calificativo: globalización “especulativa”.

Este nuevo programa de gobierno fue impuesto en todas las dinámicas globales con poca o ninguna resistencia y fue asumida por la socialdemocracia y el socialismo democrático sin rechistar, pasando a ser imaginario y relato de un pensamiento único que establecía idénticos criterios globales para adquirir las credenciales de fiabilidad política y coherencia económica. Esos factores y magnitudes económicas y financieras -ninguna de ellas de carácter social o del empleo- fueron establecidas como referencia para el Euro, como catecismo del ECOFIN y de los criterios de convergencia; dogma de fe en todos y cada uno de los nuevos objetivos de estabilidad en los distintos espacios de integración en Europa, América y Asia.

Para santificar los nuevos estándares de solvencia de forma más solemne, el nuevo dogma pasó a ser la recomendación obligada de todos los organismos internacionales: el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional -individualmente considerados y también en combo Troika– la OMC, la OCDE, así como en todos y cada uno de los organismos económicos y financieros regionales. Y no digamos ya con la llegada de la crisis a partir del 2008, cuando los últimos bastiones del socialismo democrático se plegaron al dogma de la “austeridad” y a las condiciones leoninas de esos organismos asimilados que suponían una involución en los logros sociales y derechos consolidados dos siglos atrás. Llegados a este punto, el triunfo del pensamiento único en esta fase del neocapitalismo virtual y digital, era completo.

La incapacidad de la socialdemocracia para dar respuesta a estos efectos perversos de la globalización para una parte importante de la clases medias y populares ante el recorte de derechos y el desmantelamiento progresivo de los Estados de bienestar -el mayor aporte del socialismo democrático a la modernidad en el siglo XX- provocó una distancia y desconfianza cada vez mayor de la ciudadanía respecto a esos partidos socialistas asimilados al nuevo programa neoliberal de gobierno global. La idea de una socialdemocracia secuestrada (JF Tezanos, Temas para el Debate) expresa con claridad esta situación y el elevado rescate que están pagando estos partidos en desafectos, votos y militantes, antes de conseguir su libertad; si no han perecido antes en el intento de refundarse y encontrar un programa propio con nuevos apoyos.

Es imprescindible una neo-socialdemocracia capaz de recoger los principios históricos del sentido de lo “público” y del Estado para consolidar los logros sociales y ampliarlos con un nuevo programa de alto contenido social y laboral, dentro de una apuesta para conformar esa gran coalición de fuerzas de izquierdas y progresistas como alternativa política y electoral dentro de los sistemas de partidos actuales. La socialdemocracia estará muerta si no es capaz desde la izquierda de encontrar un espacio y un programa propio separado de toda apuesta liberal en sus distintas versiones. Es necesario refundar la internacional socialista y socialdemócrata dando respuesta singular a las preguntas y dinámicas claves en el futuro.

Para llevar a cabo esta refundación, a riesgo de sonar como anatema y en un ejercicio principalmente provocador similar al realizado por Karl Kautsky con el que se ganó el epíteto de renegado, es imprescindible que esta neo-socialdemocracia, desde la reafirmada fe en los valores y sistemas democráticos, así como en los principios de libertad en todos los ámbitos políticos y económicos, rescate algunos de los valores del marxismo para afirmar hoy, en pleno siglo XXI, la total validez de la lucha de clases como un instrumento de cambio y transformación de la realidad global.

Una lucha de clases que se pone de manifiesto en el enfrentamiento entre gran parte de las clases medias proletarizadas por la crisis y las clases trabajadoras en situación de precariedad, frente a ese poder neocapitalista económico y financiero global capaz de establecer las principales dinámicas globales por encima de gobiernos, de ciudadanos y de cualquier ética y moral. Esos mismos capaces de decretar intervenciones financieras o bancarias e incluso establecer las principales magnitudes económicas en todos los escenarios globales. Los que marcan el ritmo del proceso globalizador y provocan los efectos más perversos de esta mundialización de valores que supone, la mayor revolución tecnológica de información abierta en red de democracia virtual y, a la vez, el mayor ejército de parias al servicio de los nuevos imperios tecnológicos y de comunicación dentro de un macro proceso de alienación global en donde el resultado es claro: un nuevo ejército de mano de obra disponible capaz de aceptar contratos basura y condiciones laborales cercanas a la esclavitud.

Quién es capaz de negar rotundamente que se pueda estar al borde de una revolución global con métodos más o menos violentos, tanto en la realidad física, como en la realidad on line. Derrocar este nuevo tipo de explotación hight tec de forma más o menos violenta, con métodos revolucionarios clásicos o incluso, con nuevos instrumentos de hackers militantes que, como está ocurriendo en estos días globalmente, emulando al Míster Robot inconformista de la serie de culto en la televisión mundial, provoque el colapso financiero y económico con la caída de este imperio de hegemonía virtual, capitalismo on line y banca electrónica. En conclusión, provocar el derrumbe del sistema capitalista en esta fase de la globalización financiera especulativa para hacer las delicias de Rosa Luxemburgo, Otto Bauer, Henryk Grossman y de otros líderes de la socialdemocracia clásica.

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