Vicenç Navarro, Caffe Reggio
En la literatura económica ha habido una amplia discusión sobre la doctrina económica del Estado alemán que supuestamente ha seguido durante todos estos años —el ordoliberalismo—, que se presenta como ejemplo de su éxito. Esta doctrina enfatiza la importancia de la austeridad (déficits públicos muy reducidos e incluso inexistentes), que ha ido presionando para que dicha doctrina se adopte a nivel de la eurozona, indicando que, de la misma manera que ha sido exitosa en Alemania (donde se presentan los indicadores económicos como muy buenos), lo será en los otros países.
Simon Wren-Lewis ha escrito un artículo, German Self-Interest, en Social Europe Journal (19.08.15), que aporta datos y argumentos interesantísimos que niegan que el gobierno alemán haya aplicado tal doctrina, y que el elemento más importante para entender el comportamiento de ese gobierno no es el ordoliberalismo, sino la búsqueda para optimizar sus intereses sin ninguna consideración hacia las implicaciones de sus acciones sobre el resto de la eurozona. Lejos de ser una política solidaria, la política alemana es de una rapacidad sin frenos, lo que ha contribuido en gran medida a la Gran Recesión y al gran retraso en la recuperación de la eurozona. Simon Wren-Lewis señala, por ejemplo, que los mal llamados rescates a Grecia (en 2010, en 2012 y en 2015) no han sido para ayudar a Grecia, sino para ayudar a los bancos alemanes (entre otros), que habían hecho pingües beneficios con la deuda griega. El enorme sacrificio que se ha impuesto al pueblo griego tiene como objetivo salvar a tales bancos.
Por otra parte, la gran crisis económica y financiera de los países periféricos -España, Grecia, Portugal e Irlanda (y ahora también Italia)- ha ayudado enormemente a la economía alemana, pues ha habido un flujo de capital de la periferia al centro (es decir, Alemania) que Henning Meyer ha calculado que asciende durante el periodo 2010-2015 a 100.000 millones de euros, que le han permitido al Estado alemán no tener que pedir prestada esta cantidad, reduciéndose así su déficit público en una cantidad equivalente a esta cifra. Como dice Meyer, la relativamente baja deuda pública alemana se basa, en parte, en esta situación. No necesita pedir prestado dinero porque le llega abundantemente de los países periféricos, que ven a Alemania como un lugar seguro, huyendo de la situación tan inestable en los países periféricos, resultado precisamente de la austeridad que Alemania les ha impuesto.
Esta interpretación de lo que motiva el comportamiento del gobierno alemán –única y exclusivamente la optimización de sus intereses- tiene que ponerse dentro de un contexto político que permita entender que cuando se dice Alemania, se quiere decir el establishment financiero-económico-político y mediático alemán que controla dicho Estado. Un dato que continuamente se olvida es que continúan habiendo clases sociales dentro de cada país, y por lo tanto, también en Alemania. Y cuando se dice o escribe que el objetivo del gobierno alemán es optimizar única y exclusivamente sus intereses, se debe clarificar que tales intereses son los intereses de ese establishment, los cuales pueden o no coincidir con los intereses de las clases populares alemanas. En realidad, las políticas de austeridad están dañando también a las clases populares alemanas, como también están dañando los intereses de las clases populares de la periferia de la eurozona, políticas de austeridad que están siendo impuestas por el establishment financiero-económico-político y mediático alemán, con la colaboración de los establishments financieros-económicos-políticos y mediáticos de los países periféricos, incluyendo España. Lo que vimos hace unos días en Madrid fue la reunión de los representantes políticos de tales establishments, celebrando las políticas de austeridad y poniendo al gobierno del Partido Popular como el modelo a seguir. Frente a esta alianza de los grupos y clases dominantes se requiere la alianza de los grupos y clases dominados, alianza que es deliberadamente dificultada por la primera alianza, a través, no solo de su dominio sobre los mayores medios de información y persuasión, sino también sobre las reglas y normas que rigen las instituciones que controlan. La dificultad que implica el establecimiento de la alianza de los dominados no puede, sin embargo, ser un freno para su establecimiento, que debe establecerse de una manera urgente. Así de claro
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