lunes, 18 de octubre de 2010

Nouriel Roubini anticipa más volatilidad y no descarta nueva recesión

Nouriel Roubini, El Economista

¿Cuál es el pronóstico para la economía global? En primer lugar, la recuperación irá a distintas velocidades: anémica, por debajo de la tendencia y en forma de U en EEUU y la mayoría de las economías avanzadas, dados los esfuerzos de desapalancamiento en varios años del sector público y privado que acaban de empezar. Más sólida y en forma de V en casi todas las emergentes, donde el crecimiento potencial es mayor, la deuda y el apalancamiento en los sectores público y privado menor, y los mercados financieros tienen más solidez.

En segundo lugar, 2010 es un año en dos mitades. La producción en el segundo semestre será más débil que en el primero, cuando el viento de cola del crecimiento se convierta en viento en contra: el ajuste de inventario -que representó una parte considerable del crecimiento en la primera mitad- está casi terminado; el estímulo fiscal deja de tirar del crecimiento mientras las economías pasan a la austeridad fiscal; el efecto base -comparando la primera mitad de 2010 con la caída libre en ese mismo periodo el año pasado- se ha desvanecido; y la serie de políticas fiscales que robaron la demanda y el crecimiento del futuro -planes Renove, créditos fiscales a la inversión y compra de vivienda- ha vencido.


En tercer lugar, no se puede descartar una recesión en forma de W o L en algunas economías avanzadas. En EEUU, el crecimiento alcanzará una velocidad nula del 1 por ciento o inferior en la segunda mitad, mientras los precios de la vivienda caen, el paro asciende al 10 por ciento y el crédito sigue ajustado. La recesión no está calculada por el mercado, pero, cuando llegue, los precios de las acciones podrían corregirse, ensancharse los diferenciales de crédito, aumentar la volatilidad y subir la aversión al riesgo, sumergiendo la economía real en una recesión en W.

En la eurozona, el PIB se contrae en España, Irlanda y Grecia, mientras que apenas crece en Italia y Portugal. El riesgo es de una casi depresión en L. El rescate billonario de la eurozona en primavera tiró la primera piedra y los diferenciales soberanos en los PIIGS vuelven a sus niveles de mayo. Las pruebas de estrés de los bancos resultaron ser elusivas porque, en lugar de un agujero de capital de 3.500 millones de euros, sólo Anglo Irish podría enfrentarse a 40.000 millones, por no hablar de otros bancos de Irlanda, España, Bélgica, Grecia y Alemania. Los problemas de los PIIGS siguen sin solución: amplia deuda y déficit público; considerables déficits por cuenta corriente que implican altos pasivos extranjeros en el sector privado; pérdida de competitividad; casi depresión y riesgo de deflación.

Japón, mientras tanto, sigue en un coma económico de larga duración con bajo crecimiento potencial y real; una deuda pública cercana al 200 por ciento del PIB; malas tendencias demográficas que socavan el crecimiento y el pasivo fiscal a largo plazo; gobiernos débiles e inestables, incapaces de reformas estructurales; sectores no cotizados y de servicios ineficientes; una deflación casi arraigada y una moneda sobrevalorada que debilita la competitividad.

En cuarto lugar, las economías avanzadas se están quedando sin munición política. En 2009, cuando la economía global se encontraba en caída libre, todas las opciones políticas estaban disponibles: bajar los tipos al 0 por ciento y aumentar acusadamente el la base monetaria mediante la flexibilización cuantitativa (QE o impresión de billetes para comprar activos); gestionar déficits fiscales del 10 por ciento del PIB en casi todas las economías avanzadas; apoyo financiero, corralitos de activos tóxicos o rescates para las entidades financieras. Hoy, sin embargo, si el crecimiento decepciona mucho -o incluso entra en una W-, los déficits fiscales no pueden aumentarse bruscamente mientras que los vigilantes de los bonos se despiertan y la mayoría de las economías avanzadas se encuentran en modo de austeridad fiscal, incluido Estados Unidos, con un arrastre fiscal incipiente.

Los bancos centrales harán más QE, pero ese QE2 no será efectivo. Los bancos estadounidenses se sientan sobre un billón de dólares en exceso de reservas que ganan casi el 0 por ciento y no prestan. ¿Por qué iban a prestar el segundo billón después de QE2? La política monetaria se vuelve impotente y no puede solucionar los problemas de deuda privada y solvencia que constriñen la creación del crédito. La capacidad de los estados de rescatar el sistema financiero -en caso de producirse otra disminución- es limitada. Los bancos demasiado grandes como para quebrar lo son también para ser salvados porque los soberanos con presiones fiscales -especialmente en la eurozona- no tienen recursos. En resumen, nos quedamos sin munición política para evitar otra recesión si se materializa.

En quinto lugar, ninguna economía es una isla. La desconexión total no puede producirse en las economías emergentes de mercado. La debilidad económica prolongada del G3 se transmitirá a los mercados emergentes a través de los canales del comercio, los flujos de capital, materias primas y divisas, además de mediante una mayor aversión al riesgo que conlleva caídas globales en los activos de riesgo. China y otros países asiáticos que dependen de un crecimiento impulsado por las exportaciones y presentan unos índices bajos (altos) de consumo (ahorro), dada la debilidad del G3, se enfrentarán a unos riesgos mayores que los que dependen más de la demanda nacional (India, Indonesia, Brasil, Turquía).

A la luz de estos riesgos, la volatilidad del mercado financiero seguirá alta. Los inversores deben con su aversión al riesgo, pues la posibilidad de que los títulos y activos vayan a la baja es mayor que la de que suban: más vale conservar el capital dados los riesgos crecientes.

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Tomado de El Economista

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