Lo que la ortodoxia neoliberal se niega a aceptar es que la implantación del modelo económico a modo de fundamentalismo ideológico, como la única alternativa posible en el mundo, está haciendo retroceder a la economía mundial en 30 años con la grave diferencia que la desigualdad, exclusión, pobreza y miseria se ha multiplicado veinte veces desde entonces.
Si en los años 70 vivíamos atormentados por las dictaduras, la persecución, el atropello a los derechos humanos, las torturas y la muerte, hoy estamos atrapados por este fundamentalismo ideológico dominante que aplica la política económica como una mordaza y una guillotina al desarrollo social.
La idea de que los mercados se autorregulan, que existe una mano invisible que asigna de la manera más eficiente y equitativa los recursos, está en la base de un modelo que vuelve a mostrar su inconsistencia; esta vez con el riesgo de poner en peligro la estabilidad mundial.
La espiral inflacionaria se ha desatado en todo el mundo a los niveles de hace diez o quince años y no presenta síntomas que den cuenta de un retroceso en el futuro cercano manteniendo en ascuas la estabilidad del planeta. El petróleo se acerca a los 150 dólares el barril de 159 litros (siete veces más que su valor en 2003), y nada podrá evitar que llegue a los 200 dólares a fin de año. Y si a esto agregamos el plan de Bush de atacar Irán antes de las elecciones de noviembre, tenemos la guinda de la torta.
Las problemas que vive el mundo no se resuelven elevando la tasa de interés (como dicta el precepto dogmático para una economía cerrada cuando la inflación es producto del exceso de demanda que provoca el sorpresivo aumento de la cantidad de dinero), sino poniendo orden en las finanzas del país emisor de la moneda de intercambio. Es la debilidad del dólar producto de la impresión sin control de billetes para financiar los cuantiosos déficit del gobierno de Bush, lo que está llevando al mundo por el despeñadero. De hecho, el Tesoro estadounidense no entrega la cifra de M3 (la cantidad de dólares) desde el año 2005. Nadie sabe cuantos dólares hay en el planeta, y mientras esa economía no se ordene seguiremos en el fuego cruzado de la inflación, el desempleo y la recesión. Esta vez el efecto dominó creará una brutal fisura en la estructura económica mundial, de la cual como siempre los más perjudicados serán los pobres del mundo.
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