martes, 23 de septiembre de 2025

El cielo de la OTAN


Nahia Sanzo, Slavyangrad

Justo a tiempo para la semana grande de Naciones Unidas, en la que el foco de las relaciones internacionales se está en Nueva York, donde jefes de Estado y de Gobierno intentan colocar su discurso, los países europeos se han encontrado con un nuevo argumento que utilizar contra Rusia: las “provocaciones” contra la Unión Europea y la OTAN. La incursión de un máximo de 19 drones rusos -gran parte, si no todos ellos, señuelos sin carga explosiva- y la supuesta violación del espacio aéreo estonio en el Báltico siguen siendo presentados como un punto de inflexión.

El discurso político se adapta a las necesidades del guion, sin aferrarse necesariamente a la realidad, por lo que, en ocasiones, las declaraciones de las autoridades son más contundentes que los datos de los que disponen para formar su opinión. “En la semana transcurrida desde que aviones de combate de la OTAN se apresuraron a derribar varios drones rusos que habían cruzado el espacio aéreo de la alianza en Polonia, los funcionarios de inteligencia estadounidenses y occidentales no han podido determinar si la incursión fue accidental o un esfuerzo intencionado de Rusia para sondear las defensas aéreas occidentales y evaluar la respuesta de la OTAN”, escribía el fin de semana CNN, poniendo en cuestión las concluyentes declaraciones de algunas autoridades políticas. “No ha sido un error”, afirmó, por ejemplo, Emmanuel Macron, que en una entrevista concedida el domingo, anticipo de su aparición en Naciones Unidas, añadió que “simplemente hay un proyecto que consiste en destruir la mayor parte posible del territorio de Ucrania… y poner de relieve lo que ellos quieren, la debilidad de la OTAN”. Para dar por hechas las malas intenciones rusas no hacen falta evidencias sólidas, la opinión de los y las dirigentes de los países europeos es suficiente.

Esos argumentos son válidos también para las grandes rotativas, que estos días han recuperado la guerra de Ucrania, relativamente olvidada en la sección de opinión, para exigir una respuesta más dura por parte de la OTAN. “Las perspectivas de paz en Ucrania son cada vez más sombrías, y Trump no ha mostrado ninguna urgencia por ejercer una presión real sobre Putin para que ponga fin a la guerra. No es de extrañar que Rusia haya respondido a la debilidad con una actitud agresiva. Establecer una línea roja y hacerla cumplir junto con los aliados enviaría un mensaje importante a Putin y a todos los adversarios de Estados Unidos”, sentencia un editorial de The Washington Post, que se adhiere al discurso oficial europeo de ver una clara escalada en la actuación rusa en las fronteras con la OTAN a lo largo de la última semana. La forma en la que están siendo planteados los supuestos planes rusos se asemejan a la estrategia que Occidente lleva tres años y medio poniendo en práctica y que puede definirse como escalada progresiva. El objetivo ha sido aumentar gradualmente la cantidad y el calibre de las armas enviadas a Ucrania para ir cruzando líneas rojas poco a poco, sin producir una respuesta rusa dura como posiblemente habría ocurrido en caso de que ese aumento se hubiera producido de forma más directa y rápida. Proyectando sobre Rusia la táctica que ellos mismos han aplicado, los países europeos explican los hechos de la última semana alegando que el Kremlin aumenta progresivamente la presión, las provocaciones, contra la OTAN pasando del uso de señuelos primero y violando de forma extendida en el tiempo el espacio aéreo de otro país fronterizo, Estonia, para, presuponen, elevar aún más la apuesta en el futuro. Ese es, al menos, el argumento de quienes activamente exigen una “defensa” más activa de la OTAN ante esta serie de “provocaciones” que, observando los hechos, no han producido ninguna situación de peligro para los países de la OTAN o de la Unión Europea.

“La propaganda del miedo de Putin. Nada nuevo desde Rusia. En lugar de paz, una búsqueda constante de escalada. Esto sólo se puede tratar con la fuerza”, escribió ayer Andriy Ermak para adherirse a la lista de dirigentes y lobistas que abiertamente demandan que la OTAN comience a derribar drones y misiles rusos, algo que Ucrania lleva suplicando desde las semanas posteriores a la invasión rusa, cuando exigía la imposición de una zona de exclusión aérea que habría sido percibida en Moscú como una declaración de guerra de la Alianza y posiblemente habría llevado a un enfrentamiento directo entre grandes potencias. Aún hay quienes no pierden la esperanza y exigen que se siga el ejemplo empleado por Turquía en Siria.

“Hace casi una década, Turquía dio ejemplo de cómo responder a este tipo de comportamiento. El 24 de noviembre de 2015, este país miembro de la OTAN desde hace mucho tiempo derribó un caza ruso Su-24 sobre su frontera con Siria. El incidente no provocó la Tercera Guerra Mundial, pero dejó claro a Putin que pagaría un precio por poner a prueba la determinación de un país”, escribía el editorial de The Washington Post anteriormente mencionado. Como es habitual, el medio no detalla cuál fue la respuesta rusa al incidente. Moscú impuso sanciones económicas a Turquía que, pese a las mofas que causaron en aquel momento por parte de los países de la OTAN y las quejas de la población rusa, que exigía medidas más contundentes, tuvieron el efecto deseado. Rusia comenzó por vetar la entrada de tomates turcos en el territorio de la Federación Rusa, sanción que eliminó cuando el presidente Erdoğan aceptó pedir perdón por una violación del espacio aéreo que tanto las autoridades rusas como el piloto superviviente siempre negaron. El error ruso o el gatillo fácil de los pilotos turcos causaron la muerte de un hombre y dieron lugar a la petición de perdón en persona por parte del jefe de Estado de Turquía a la viuda del piloto asesinado. Rusia no utilizó la fuerza, no solo por su voluntad de evitar una escalada con la OTAN, sino porque disponía de otras opciones. Pese a que también aquel era un escenario bélico, la situación actual es muy diferente y el riesgo de choque entre grandes potencias es mucho más elevado, especialmente porque una parte de los países y lobistas occidentales parecen deseosos de provocar esa posibilidad.

“Las recientes provocaciones rusas, provocadas por la inacción del presidente Donald Trump tras su cumbre con Putin, tienen como objetivo debilitar las garantías de defensa mutua de la OTAN. Putin ha encontrado poca resistencia por parte de Trump y ha actuado en consecuencia. Ahora es necesario advertir a Rusia de que su imprudencia tendrá consecuencias, y cumplir con ello”, exige The Washington Post, con algo más de calma que el expresidente estonio, y lobista de esta guerra, Toomas Hendrik Ilves, que se lamentó de que “siendo cínicos al respecto, creo que hará falta un incidente con bajas masivas antes de que los Estados miembros se vean forzados a empezar a tomarse esto en serio”. Presagiar la escalada de señuelos que no provocan ningún peligro -aunque sí grandes costes económicos, ya que países como Polonia han optado por utilizar su aviación y costosos misiles para derribar proyectiles de apenas unas decenas de miles de dólares- al asesinato masivo no es excesiva para quienes están dispuestos a ver a su país inmerso en una guerra aún más amplia y en la que su población sería la primera en sufrir las consecuencias. El mensaje fue reposteado, una forma de adherirse a la opinión sin tener que pronunciar las palabras, por el presidente del Comité de Asuntos Exteriores del Parlamento de Estonia.

Aunque con algo más de sutileza, también Letonia se une al coro de países que “advierten”, o quizá simplemente esperan, no necesariamente como el escenario más desfavorable, un futuro choque entre Rusia y la OTAN. “Dos aviones Eurofighter alemanes despegaron el domingo para interceptar un avión militar ruso sobre el mar Báltico, mientras Estonia anunciaba que convocaría una reunión de emergencia del Consejo de Seguridad de la ONU tras la violación de su espacio aéreo por parte de aviones rusos”, escribía ayer The Guardian, que posteriormente aclaraba que la aeronave rusa transitaba por el espacio aéreo internacional. Aunque los vuelos de la aviación rusa en el espacio aéreo cercano a la OTAN o de la OTAN en el espacio aéreo ruso siempre han resultado noticiosos y se han destacado como provocativos, la coyuntura actual y el protagonismo que se le está dando en los medios occidentales es preocupante, ya que forma parte de una estrategia de elevar la tensión y exagerar un peligro que existe, pero que hasta ahora tanto Rusia como Estados Unidos habían tratado de rebajar. Ahora, jefes de Estado tratan de elevar aún más la tensión. “Rusia está haciendo lo justo para que parezca que no está yendo demasiado lejos. Pero, conociendo tanto la lógica del pensamiento ruso como la frecuente incompetencia a diversos niveles, esto [un conflicto] podría suceder. La responsabilidad recaerá sobre el Kremlin”, escribió el presidente de Letonia en referencia al vuelo de un avión ruso en el espacio aéreo internacional, es decir, a un incidente inexistente.

La crisis de tensión que se ha producido esta semana en Europa ha llegado a tal nivel que ha tenido que ser el primer ministro de Polonia, uno de los países más beligerantes y antirrusos del continente, el que ha llamado a la prudencia. “Estamos preparados para cualquier decisión destinada a destruir objetos que puedan representar una amenaza para nosotros, incluidos los aviones de combate rusos”, afirmó Donald Tusk -sin especificar que el único misil de esta guerra que ha impactado en territorio polaco no ha sido ruso sino ucraniano y que las aeronaves rusas no se aproximan a la frontera entre Ucrania y Polonia-, pero ha dejado abierta esa posibilidad únicamente para casos claros. “Necesito estar completamente seguro de que todos los aliados tratarán esto de la misma manera que nosotros”, añadió el primer ministro polaco que, sin embargo, añadió que “debemos pensarlo dos veces antes de tomar medidas que podrían desencadenar una fase muy aguda del conflicto”. Y frente a las incendiarias declaraciones del presidente checo Petr Pavel, que apostó por derribar aeronaves rusas en el Báltico, Tusk insistió en que “hasta el momento, no se ha registrado ningún caso de un dron armado que pudiera haber explotado o causado daños a los residentes o a sus propiedades”. Incluso Polonia parece ser consciente de que la tensión está elevándose por encima de sus posibilidades, acercando el continente a un choque que, a día de hoy, incluso Tusk ve con recelo. Posiblemente debido a la existencia de una parte del establishment europeo dispuesto a arriesgarlo todo subiendo la apuesta sin pensar en las consecuencias.



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