A pesar de la profunda crisis en la que está inmersa desde 2009, la pequeña Republica báltica de Estonia ha adoptado la moneda única el 1 de enero de 2011. Con este objetivo, las autoridades han puesto en marcha medidas draconianas que han reducido a la pobreza a una parte importante de la población.
Tomando como pretexto la crisis mundial, el gobierno de centro-derecha, dirigido por el primer ministro Andrus Ansip, ha impuesto el despido de miles de funcionarios y la disminución de un 10% de los salarios de los trabajadores del sector público. Siguiendo el ejemplo del sector público, el sector privado ha ido más lejos incluso llegando a reducir los salarios una media del 15%.